miércoles, 1 de noviembre de 2023

VORAL EL RECLAMADOR (UNA HISTORIA DE WARHAMMER 40.000) CAPÍTULO 3

 https://es.wikipedia.org/wiki/Warhammer_40_000

Gorval el Arcano

"Every single night long
dye black my heart
Any word that I swore was an illusion"
("Cada larga noche solitaria
tiño de negro mi corazón
Toda palabra que juro es una ilusión")

La monja mellada, de Dover


3. EL TRAIDOR ENTRE LOS TRAIDORES

Era su oportunidad y no la desaprovecharía. Los Abyectos, encabezados por su Comandante en jefe, Voral el Reclamador, atravesaron los enormes pasillos y las muchísimas salas del Voluntad de Hierro. Estuvieron precedidos siempre de los zombis, que se vieron obligados a combatir a una miríada de genestealers, xenos que habían estado hibernando en el pecio y que habían sido despertados repentinamente debido a la incursión de los Marines del Caos.

Llegaron ante una puerta blindada. La reliquia que el Arkífice les había ordenado recuperar se encontraba más allá de aquel punto. Sin miramientos se forzó la entrada con explosivos y todos lograron penetrar en la cámara que había servido antiguamente como "sancta sanctórum" de la nave. Allí dentro, Gorval observó cómo el psíquico de yelmo insectoide señalaba un voluminoso libro antiguo y encuadernado con gruesas tapas de cuero y metal, que descansaba en el interior de una vitrina.

A una señal suya, los Astartes traidores de la Legión Alpha, disfrazados de Abyectos, se coordinaron para separar a Voral y sus guardaespaldas de la vitrina, al mismo tiempo que se hacían con el objeto. Era la oportunidad que Gorval el Arcano había estado esperando desde que se unió a ésta banda de Marines del Caos escindida de la Legión Negra. Disparó con su pistola de plasma directamente a Voral el Reclamador, quien totalmente cogido por sorpresa, no supo reaccionar al ver como otros, que habían fingido seguir sus órdenes, se hacían con la reliquia que Vashtorr le había ordenado recuperar.

De inmediato, los zombis que Voral controlaba fueron entrando rápidamente en la cámara para proteger a su amo, pero Gorval y los de la Legión Alpha habían previsto éste movimiento. Quienes llevaban consigo el libro, y Gorval junto a ellos, lanzaron un buen número de granadas incendiarias. Pronto toda la sala se convirtió en un caos de cuerpos que se pisaban los unos a los otros, llamas por doquier y un humo denso que dificultaba sobremanera distinguir a los leales a Voral de los desleales. En éste caos y confusión es donde Gorval y los miembros de la Legión Alpha triunfaron. Cercenando y aplastando los cuerpos reanimados de decenas de cadáveres no-muertos, lograron salir de la cámara. Allí fue donde el propio Gorval sacó el Orbe de Kormaikos y recitó las palabras que lo activaron, sellando la entrada con una nueva puerta blindada, pero ésta llena de detalles demoniacamente grotescos, como tentáculos oscilantes, extrañas bocas monstruosas llenas de colmillos y enormes ojos animalescos y humanoides que parpadeaban sin orden ni concierto.

Gorval había hecho un grandísimo sacrificio a Tzeentch para hacerse con éste objeto, pero como había previsto en sus visiones, sabía que merecería la pena con creces, al impedir que Voral y sus guardaespaldas detuviesen lo que estaba por venir. El cambio era inevitable, así lo quería el todopoderoso Tzeentch, quien ahora debía estar más que satisfecho.

Con Voral y los suyos aislados, los zombis no fueron si no una pequeña molestia a la que apartar para regresar al Demonio Ensamblado; no así los genestealers, que fueron un desafío mucho mayor al que enfrentarse. No obstante, no todos los Abyectos habían seguido a su Comandante a lo más profundo del pecio abordado, una gran mayoría se había quedado custodiando el camino que los Marines espaciales del Caos necesitaban para mantener como vía de escape y regreso a su Nave Insignia. De esta manera, los Abyectos que estaban en retaguardia, al ver a camaradas en apuros, portando servoarmaduras con sus mismos colores, no dudaron ni un instante en apoyar agresiva y defensivamente a Gorval y los que lo acompañaban.

Genestealers


Por su parte, Voral, junto a sus camaradas más cercanos, trataba de abrir aquella nueva puerta blindada salida de la Disformidad. No les fue posible. Aquella maldita puerta estaba protegida con hechizos que la hacían inmune a casi todo el daño que se le pudiera hacer. Tardaron varios días en rendirse y saber que, a todas luces, no saldrían de allí si no observaban su problema desde otro ángulo.

- No queda más remedio, tengo que rezar a los Dioses del Caos para que me presten su ayuda y podamos salir de aquí. Es algo que no pretendía hacer en mi vida, pero no veo otra solución. - Dijo el Comandante de los Abyectos.
- Si, creo que no queda otra solución, pero ¿a cuál de los Cuatro rezar? - Respondió Ioxus.
- ¡A Khorne! Él nos prestará fuerza sobrehumana para reventar esa puerta. - Opinó Baradok.
- ¿Rezar a Khorne para "luchar" contra una puerta? No, no funcionaría. Creo que lo más inteligente sería invocar el poder del Señor del Cambio, Tzeentch. Creo que ésa puerta es el resultado de su magia y su magia puede ser la única solución. Preparad el ritual y traedme al psíquico.

El psíquico protestó de forma un tanto patética, sollozando y suplicando por su vida mientras pintaban los pentagramas y los extraños símbolos cabalísticos en el suelo. Usaron algunas de las reliquias que aquel sancta sanctórum del Adeptus Mechanicus contenía como teas y antorchas, con las que hacer un apropiado círculo de llamas, y entonces, cuando todo fue dispuesto, Voral rezó a Tzeentch. Con una mano apretó el cuello del psíquico hasta partírselo y con la otra alzó su espada maldita, Kuzuk la Reclamadora, a través de la cual liberó las almas de todos los zombis que controlaba como ofrenda al Dios de la Transformación.

Durante unos instantes no ocurrió nada, pero de repente, un aura azulada surgió del cadáver del psíquico y se arremolinó entorno a sus ojos sin vida. Fue entonces cuando una fuerza invisible y descomunal empujó a Voral desde el cuerpo inerte que sujetaba y lo tiró al suelo. Los ojos del cadáver, imbuidos en un tremendo brillo azulado, miraron al Comandante de los Abyectos y de su boca surgieron palabras.

- ¡¡Jajajajajajajajaja!! Mírate, Voral el Reclamador, tú que juraste no rezar a ningún Dios del Caos, ahí tirado, suplicando mi ayuda ¿No es irónico? ¿No es sublime? Las almas de aquellos que tu poder retenía han conseguido invocarme ¡Acepto tu sacrificio! excepto las almas de los Marines de Plaga, todos esos volverán a tu control, al fin y al cabo es lo que ellos deseaban desde un principio, servir a mi hermano Nurgle, y así es como han acabado, víctimas de su propio poder. Dime ¿cómo te puede ayudar el Amo del Destino?

Voral adoptó una postura servil, arrodillándose en el mismo suelo en el que se encontraba tendido, y agachó la cabeza.

- Es cierto que juré no rezar ni rendir servidumbre a ninguno de los Cuatro, todopoderoso Amo de la Transformación, pero estoy atrapado aquí con mis fieles guardaespaldas. Necesito poder salir de ésta cámara, necesito regresar a mi nave, el Demonio Ensamblado, para seguir guiando a los Abyectos en los designios que tú hayas decidido para nosotros.

Tzeentch


El cadáver del psíquico, ahora poseído por la voluntad de Tzeentch, flotaba en el aire mientras la misteriosa aura azulada se arremolinaba entorno suyo, y se giró un segundo para darle la espalda a Voral, fingiendo meditar sus palabras, aunque al momento volvió a enfrentar al Marine del Caos y contestó.

- Sabes de sobra que yo te pediré algo a cambio, Líder de los Abyectos, y será algo que no te va a gustar en absoluto, pero ¿qué otra alternativa tienes? Quiero que te des cuenta de lo que mi Poder es capaz de conseguir, quiero que sepas que yo, y sólo yo, soy quien decidirá el destino de los Abyectos, como ya lo he hecho en el pasado hasta llegar a éste preciso momento, como está ocurriendo en éste mismo presente, como seguiré haciéndolo en cualquiera de los futuros posibles. Voy a exponerte mis condiciones, si te niegas te quedarás aquí encerrado para siempre hasta el día de tu inútil muerte; si aceptas, Voral el Reclamador, conseguirás un gran futuro lleno de éxitos, tanto para ti como para los tuyos. Escúchame bien:
El primero de mis deseos es que mi siervo, Gorval el Arcano, el responsable de que te hayas visto forzado a invocarme, siga siendo el Comandante de los Abyectos en tu lugar. No llevarás a cabo ninguna represalia en contra suya y lo tratarás como tu hermano y tu superior.

Voral se mordió el labio henchido de rabia, pero mantuvo la disciplina y ni un solo músculo más de su cuerpo se movió, con una rodilla apoyada en el suelo y con la cabeza gacha. Siguió escuchando las exigencias de Tzeentch.

- El segundo de mis mandatos es que mi poder tocará esa espada maldita que portas y que has forjado. Ya no obedecerá enteramente tu voluntad, si no la mía. Perderá los poderes que ahora tiene, pero ganará otros.
En tercer lugar deseo que viajes a un planeta, allí esperaras a mi siervo Gorval junto al resto de los Abyectos, quienes ya están viajando a ese planeta en el Demonio Ensamblado. Ése lugar al que irás será infestado por los alienígenas que vivían en letargo en ésta nave en la que te encuentras. Allí deberéis fortaleceros en el fuego de la batalla purgando alienígenas, hasta que yo vuelva a manifestarme entre vosotros y llamaros para la Guerra.
Eso es todo, acéptalo y no sólo abriré esa puerta, si no que crearé un portal disforme que llevará ésta nave, en la que ahora mismo te encuentras, hasta el planeta donde quiero que te exilies, junto al resto de los Abyectos. Niégate y te quedarás aquí encerrado, junto a tus guardaespaldas, para tener una muerte lenta y miserable. Traicióname o tergiversa un ápice estas condiciones y os convertiré a vosotros cinco en asquerosos Engendros del Caos, además de hacer que el Demonio Ensamblado se pierda para siempre en el espacio disforme ¿Aceptas?

Voral apretó fuertemente los puños y los dientes antes de contestar:

- Acepto, pero tengo una pregunta antes de que te vayas, oh poderoso Tzeentch ¿Cómo se llama ese planeta en el que debemos exiliarnos?
- Typhon Prime. - Dijo el cadáver del psíquico, justo antes de que el aura azulada que lo animaba desapareciera de forma súbita, cayendo estrepitosamente en el suelo de la cámara.

Al momento, la puerta blindada y llena de mutaciones disformes que encerraba a Voral y los suyos en la cámara sagrada del Voluntad de Hierro, se abrió. No tardaron en notar los sutiles cambios que denotaban que el pecio había entrado en la Disformidad, cambios que sólo aquellos que habían viajado incontables veces por el Inmaterium eran capaces de percibir. Voral se incorporó.

- Habrá que encontrar un cogitador que pueda indicarnos dónde está ese Typhon Prime. Solo entonces podremos empezar a comprender el alcance del nuevo problema en el que nos hemos metido.