viernes, 7 de diciembre de 2018

UN APRENDIZ DE JEDI


El pobre caracol
vuelve atrás. Ya en la senda
un silencio ondulado
mana de la alameda.
Con un grupo de hormigas
encarnadas se encuentra.
Van muy alborotadas,
arrastrando tras ellas
a otra hormiga que tiene
tronchadas las antenas.
El caracol exclama:
Hormiguitas, paciencia.
¿Por qué así maltratáis
a vuestra compañera?
Contadme lo que ha hecho.
Yo juzgaré en conciencia.
Cuéntalo tú, hormiguita.

La hormiga medio muerta
dice muy tristemente:
Yo he visto las estrellas.
¿Qué son estrellas? dicen
las hormigas inquietas.
Y el caracol pregunta
pensativo: ¿estrellas?
Sí, repite la hormiga,
he visto las estrellas.
Subí al árbol más alto
que tiene la alameda
y vi miles de ojos
dentro de mis tinieblas.
El caracol pregunta:
¿Pero qué son estrellas?
Son luces que llevamos
sobre nuestra cabeza.
Nosotras no las vemos,
las hormigas comentan.
Y el caracol, mi vista
solo alcanza a las hierbas.
Las hormigas exclaman
moviendo sus antenas:
Te mataremos, eres
perezosa y perversa,
el trabajo es tu ley.

Yo he visto las estrellas,
dice la hormiga herida.
Y el caracol sentencia:
Dejadla que se vaya,
seguid vuestras faenas.
Es fácil que muy pronto
ya rendida se muera.

Por el aire dulzón
ha cruzado una abeja.
La hormiga agonizando
huele la tarde inmensa
y dice, es la que viene
a llevarme a una estrella.

Las demás hormiguitas
huyen al verla muerta.

El caracol suspira
y aturdido se aleja
lleno de confusión
por lo eterno. La senda
no tiene fin, exclama.
Acaso a las estrellas
se llegue por aquí.
Pero mi gran torpeza
me impedirá llegar.
No hay que pensar en ellas.


"Los Encuentros de un Caracol Aventurero", Federico García Lorca




Salamkora
Salamkora


Darth Ghul
Darth Ghul



LA GUARDIANA LUMINOSA

Darth Ghul sentía una poderosa energía de la Fuerza en aquel planeta, aunque no sabía exactamente de dónde emanaba ese tremendo poder. Se encontraba sobrevolando la superficie de Tylos, el planeta plagado de océanos totalmente alejado de cualquier ruta espacial transitada y, por lo tanto, alejado también de la política y de las culturas tecnológicamente avanzadas de la Galaxia.

Varios de los pilotos rebeldes que había matado al salir del letargo conocían a un tal Jace Jukassa, alguien que, según los recuerdos de aquellos pilotos, había sido instruido muchos años atrás por un  anciano Caballero Jedi llamado Dúnawax Suu Quol y de quien había heredado su sable de luz al morir éste. Ya había matado varias veces a gente con potencial oculto para sentir y usar la Fuerza pero nunca, hasta ahora, había matado a un Jedi ni a ningún otro usuario del lado luminoso de la Fuerza entrenado. ¿Cómo sería ésa sensación? Debía averiguarlo, la energía de alguien así tal vez consiguiera duplicar su propio poder... además, el sable de luz de un antiguo Caballero Jedi sería una rara reliquia digna de coleccionar, uno de los objetos más escasos y valiosos de la Galaxia, más hoy en día, cuando el Imperio había acabado para siempre con casi todos los Jedis.

Según los recuerdos de aquellos pilotos, el tal Jukassa había desaparecido sin dejar rastro en aquel perdido planeta, mientras se encontraban realizando una misión de reconocimiento. Había algo extraño allí, no había duda, algo, o alguien, muy muy poderoso usaba una energía residual para ocultar su rastro, pero él lo encontraría... daría con aquel aprendiz de Jedi y con cualquier supuesto maestro suyo que allí se escondiese, se haría para siempre con sus poderes, con sus almas, con sus recuerdos y con sus sables láser.

Llevaba horas sobrevolando los cielos de Tylos como un águila en busca de una presa, cuando de repente sintió una poderosa presencia, una inmensa energía de la Fuerza lo llamaba para que acudiera a un punto del planeta en concreto. La energía era serena y firme, apacible y suave, en lugar de la energía de la Fuerza distorsionada por el lado oscuro de Darth Ghul, que era fuerte y poderosa sí, pero también llena de ansiedad, obsesión, impaciencia, prisa, ira y una profunda desazón, una comezón insana que vibraba llena de miedos mezclados con un extraño complejo de superioridad, muy propio y único de los Sith o de cualquier otro usuario entrenado en el lado oscuro...

Darth Ghul se apresuró guiado por su impaciencia hacia el lugar al que le estaban llamando, sobrevoló cientos de kilómetros a gran velocidad, para llegar a una alejada y pequeña isla rocosa tres horas después. Allí, en la colina que coronaba la pequeñísima isla se encontraba una extraña criatura alienígena, inmersa en lo que parecía una apacible meditación. Era como una mezcla entre una mujer humana, un grandísimo pez y una serpiente de enormes proporciones cuyas escamas eran de un azul intenso y brillante a la luz del atardecer. Darth Ghul sintió que el gran poder de la Fuerza que existía en el planeta procedía de aquella criatura, ella lo había convocado a su presencia.

Decidió probar suerte y lanzar una descarga de energía para tantear las defensas de la criatura, así que de la Esfera de Meditación surgió de repente un rayo carmesí irregular que acabó a varios metros de la alienígena, y se dispersó por el aire que la rodeaba para mostrar una barrera semiesférica invisible en cuyo centro se situaba la mismísima y poderosa usuaria de la Fuerza.

- Eso no te servirá. - Escuchó Ghul en su cabeza. - Si deseas acabar conmigo tendrás que bajar aquí y plantarme cara.

- ¿Quién eres? - Preguntó el Sith, pero no hubo ninguna respuesta.

Darth Ghul hizo aterrizar a su vehículo, del que no había salido en una eternidad y en el que, también, había recorrido el inmenso vacío espacial de una de las mitades de la Galaxia. Después de tanto tiempo se preguntó si podría volver a salir de su vehículo e incluso si podría volver a caminar, pero enseguida desechó tales dudas, él era un Lord de los Sith, la criatura más poderosa de la Galaxia, tales dudas eran un insulto a su poder...

Cuando la Esfera de Meditación aterrizó, suspendida de forma misteriosa sólo por uno de sus ángulos, y de paso desafiando todas las leyes de la física, dos de sus caras triangulares se abrieron a modo de compuertas. De la cara inferior comenzaron a formarse unas escaleras por las que un sorprendido y titubeante Darth Ghul comenzó a descender, lenta pero decididamente y sin aparentes problemas de equilibrio. Cuando las suelas de sus botas tocaron el suelo rocoso sacó al mismo tiempo sus sables de luz y los encendió con su característico sonido chisporroteante. Avanzó hacia la misteriosa alienígena y se detuvo donde sintió que no podía caminar más sin tropezar con aquella barrera que emanaba de la supuesta Jedi y que parecía tan invisible como sólida.

- A vosotros, los Sith, nunca lograré entenderos... - Dijo aquella criatura con aspecto femenino. - Ni siquiera sabes quién o qué soy, o lo que quiero o no quiero, pero has venido y aquí estás, más que convencido de que deseas matarme. No puedo dejar de preguntarme ¿Por qué? ¿De qué te serviría eso? No solo no comprendes nada, ni siquiera te importa entenderlo. No solo eres un estúpido ignorante, además te vanaglorias de ello. Me das pena. Todos los Sith me la dais. Ignorancia y rabia, ira, soberbia y estupidez, es todo lo que sois.

- Deja de hablar y defiéndete, vas a decirme quién es un tal Jace Jukassa al que estoy buscando y dónde está. Tú le has entrenado ¿no es así? por eso desertó de la rebelión, para convertirse en un Jedi contigo. Si no quieres no tienes por qué decírmelo, tienes un gran poder que pronto haré mío al consumir tu alma y luego sabré sin dificultad dónde está, le perseguiré y le mataré como estoy a punto de hacer contigo.

- Te equivocas y aciertas al mismo tiempo. Yo fui la maestra de Jedi de Jace Jukassa, sí. Él estuvo aquí y sí, abandonó la rebelión para convertirse en Jedi. Pero ya se fue, a dónde no lo sé ni me importa, tendrás que buscarlo y tengo entendido que la Galaxia es grande. Pero creo que al final os veréis, vuestros destinos están unidos, así que seguro que un día cruzarás tu espada con la suya. Y no, te equivocas al pensar que puedes apropiarte de mi alma y conocer todos mis recuerdos, estoy fuera de tu alcance para eso, aunque consigas matarme sigo siendo una con la Fuerza y mi esencia jamás te pertenecerá. Mi nombre es Salamkora, por cierto, soy una Jedi ¿y tu eres?

- Me llamo Darth Ghul y soy un Lord de los Sith, pero creo que tú eres la que está equivocada, no sabes nada de mí ni de lo que realmente quiero. ¿Piensas que lo único que me interesa es matarte? Quiero matarte, si, pero ése es un objetivo mucho menor con respecto a mis intereses reales. Tengo una misión, he visto lo que va a suceder dentro de mucho mucho tiempo, haré que ésa visión se convierta en realidad y estaré allí cuando suceda.

- Pobre iluso, puede que tu visión se haga realidad... ¿por qué no? pero no existirás cuando tenga lugar, nadie... incluso puede que nada de la Galaxia exista para entonces. El Cambio es una de las prioridades de la Fuerza, nadie puede vivir para siempre, ni siquiera tú con todo tu poder, aunque en tu arrogancia de Sith cometes el terrible error de creerte superior a la Fuerza. Tal vez si yo no puedo hacerte entender ésta gran verdad Jukassa sí lo consiga. Ponte en guardia, voy a enseñarte al menos una lección que no estás preparado para comprender.

Y diciendo esto Salamkora, la enorme alienígena Jedi, descolgó de su espalda el mango de un sable de luz demasiado alargado y no tardó en encenderlo, con lo que aparecieron dos filos láser de color verde, uno en cada extremo.

Darth Ghul sintió cómo la energía de la barrera invisible, que le separaba de la extraña Jedi, desaparecía y vio cómo el inmenso y sinuoso cuerpo de ésta se abalanzaba sobre él blandiendo el sable láser doble, girándolo por delante de ella. La Jedi aprovechó su mayor altura y envergadura para atacar a Ghul desde arriba y el Sith tuvo que emplearse a fondo para detener varias veces los filos láser verdes que trataban de llegar a su cuerpo, y que cambiaban rápidamente de posición para forzar al Sith a adoptar una estrategia defensiva.

Ghul se encontró muy pronto retrocediendo hasta el borde del islote donde se encontraban, así que se concentró para canalizar la Fuerza a través de él y formar una gran columna de agua que se levantó a su espalda y que giró a gran velocidad y con gran fuerza para golpear a la Jedi. Salamkora, que tuvo necesariamente que retroceder, se vio pronto atacada por una vorágine de sables de luz de color rojo que trataban al menos de herirla y, aunque trataba de desequilibrar a Ghul con la propia fuerza de sus ataques, ni lo uno ni lo otro ocurrió.

Salamkora puso en práctica entonces uno de sus planes "b" y, en el impás de un segundo entre los ataques a los que se veía obligada a defenderse, empujó con la Fuerza el cuerpo del Sith para intentar tirarlo al agua, su elemento, donde creía que tendría ventaja, y tuvo éxito. Aquel que hacía llamarse Darth Ghul fue empujado por la Fuerza hasta caer en el océano que rodeaba el islote, entonces Salamkora se impulsó rápidamente para sumergirse cerca de donde había caído el cuerpo de su enemigo.

Ghul estaba preparado y esperando a la Jedi, que cayó dos metros por delante de donde él estaba sumergido, volvió a concentrarse en los poderes de la Fuerza que le permitían controlar los elementos y volvió a crear una columna de agua, ésta vez la columna estaba destinada a expulsar a la alienígena del líquido elemento y volver a llevarla a la tierra del pequeño islote donde hacía un instante que ambos usuarios de la Fuerza se afanaban en lanzarse estocadas láser.

Unos poderosos y gruesos brazos de tierra esperaban al cuerpo de Salamkora en la pequeña isla que ella misma había elegido como lugar de batalla, se aferraron a ella e impidieron que se moviera. Sintió que era el momento, apagó el sable láser, cerró los ojos, se concentró en la Fuerza y esperó. Ghul no tardó en aparecer triunfante, impulsándose con la Fuerza cayó desde arriba sobre la inmóvil (y concentrada) Jedi para, con un grito de rabia y esfuerzo, cortarle el cuello con uno de sus sables de luz carmesíes... Y ocurrió lo que el Sith nunca hubiera imaginado... El cuerpo de la Jedi desapareció al instante y por completo. Todo aquello que portaba, su cinturón de fibra de alga, la gran concha que le servía de protector para el hombro derecho e incluso su sable de luz, cayó al suelo atraído por la simple, pero más que evidente, fuerza de la gravedad... Como si fueran objetos que de repente habían aparecido allí sin más, como si la Jedi con la que Ghul había estado luchando hacía tan sólo un segundo, hubiera sido solo el producto de su imaginación.

Pero lo más extraño de todo es que Darth Ghul no sintió energía alguna en su interior, su cuerpo y su espíritu no se habían alimentado en absoluto del alma de la Jedi... por primera vez en mucho mucho tiempo Ghul no había logrado apropiarse del alma de alguien a quien había matado de forma directa. Había escuchado historias cuando fue un Jedi, pero nunca había pensado demasiado en aquellos milagros que se suponen podían realizar algunos Jedis durante épocas y guerras pretéritas... Desaparecer por completo al morir... Desaparecer... aquella no era la palabra, puede que él no sintiera la energía de la Jedi, pero eso no quería decir que hubiera desaparecido, tal vez ella tuviera razón y había conseguido unir su espíritu a la Fuerza pero de lo que estaba seguro era de que la Jedi ya no sería un problema.

Habría otras muchas maneras de dar con aquel tal Jace Jukassa, pensó el Lord de los Sith mientras sonreía y recogía el sable de luz doble de la Jedi caída.



Veyl Korryn
Veyl Korryn


Toriyengu Morr
Toriyengu "Yengu" Morr


IG3-L6 "Guilles"
IG3-L6, también conocido como "Guilles"


Shardrash Kalek
Shardrash Kalek



LA EMBOSCADA

El "Puño del Gigante" no podía aterrizar donde los sensores indicaban que estaban las excavaciones, el terreno era demasiado escarpado e irregular, así que Veyl Korryn se vio obligada a aterrizar en la explanada más próxima.

- Ya lo hemos hablado, Yengu, tú y "Guilles" os quedáis vigilando la nave, mientras Shardrash, Vaas y yo exploraremos la zona. - Ordenó la líder de los cazarrecompensas.

- Como siempre jefa, lo que tú digas. - Respondió el gran.

- Hoy mataremos a ése bastardo y a sus amigos, lo sé. - Comentó Veyl para sí misma antes de salir  de la nave seguida por dos de sus subordinados, el aqualish y el klatooiniano.

La noche había comenzado en Sheirr-Vrett, llenando todo el paraje de amenazantes sombras y  rincones oscuros donde un enemigo podía ocultarse fácilmente, así que la líder llevaba consigo un sensor portátil de gran potencia, pero bastante anticuado, y parecía que al bajarse de la nave empezaba a fallar intermitentemente.

- Maldito trasto. - Exclamó Veyl mientras sacudía el aparato. - Siempre ha funcionado bien, no sé qué le pasa... Bueno, ésta es la situación, si entramos por éste corredor seremos un blanco fácil, creo que lo mejor es rodear por detrás de ésta colina y subir por aquí. Con suerte estarán trabajando en las excavaciones y morirán cuando hagamos explotar los túneles. Y con muchísima suerte ése hijo de perra saldrá a mi encuentro y tendré la oportunidad de dispararle en la cara. Vamos.

Avanzaron un buen trecho pero cuando se disponían a rodear la colina que habían visto en el escáner una voz les dio el alto.

- ¡Ni se os ocurra dar un paso más! - Jace Jukassa apareció tras un montículo rocoso con el sable de luz de su antiguo maestro fallecido encendido. Se encontraba a unos quince metros de distancia. - ¡Un fusil bláster pesado os está apuntando ahora mismo! ¡Si os movéis seréis cazarrecompensas muertos!

Tanto el aqualish Kalek como Vaas el klatooiniano encendieron instintivamente sus sables de luz de filo azul, como lo era también el de Jace.

- Escuchadme. - Les dijo Veyl Korryn a los que la acompañaban. - Está ahí delante, solo tengo que pegarle un tiro y nos marcharemos de aquí, pero no sin antes haberlo matado. Cubridme, voy a disparar.

Diciendo esto la líder de los cazarrecompensas hincó su rodilla izquierda en tierra y apoyó la culata de su rifle bláster en el hombro mientras apuntaba con su ojo cibernético al aprendiz de Jedi que tanto tiempo llevaba persiguiendo. De repente la luz de un sable láser azul pasó por delante de donde Veyl Korryn miraba y partió el rifle bláster por la mitad. Elevó una mirada llena de sorpresa y observó a Nilvaas Leernure plantándole cara y apuntándole con el arma que éste empuñaba .

- ¡No! ¡Estoy harto de ésta venganza personal tuya! ¡Vete de aquí con el resto y no volváis! ¡Olvida a Jace Jukassa! ¡Olvida la venganza!

- ¡Maldito traidor! ¡¿Y qué hay de las recompensas?! ¡¿O te has olvidado de que el Imperio ofrece quince mil créditos por la cabeza de ése Jukassa?!

- ¡¿Solo quince mil?! - Gritó el aludido en la distancia. - ¡Me siento insultado! ¡"Butterhead" el Hutt paga veinticinco mil por Dhagg Nimerian! ¡Y el Sol Negro paga cuarenta y cinco mil por Barrett Askellan! ¡Quince mil! ¡Qué miseria!

Mientras Jace decía todo aquello Veyl se levantó, desenfundó su pistola bláster y apuntó a Nilvaas.

- Si no estás con nosotros eres uno de nuestros enemigos, Vaas, y si tengo que matarte para llegar a Jukassa vete despidiéndote.

- ¡No! - El aqualish llamado Shardrash Kalek se interpuso y empujó a un lado el bláster de Veyl con una de sus manos, mientras que con la otra cruzaba su sable láser con el de Vaas. - Yo me encargo de esto, Veyl, él es mi amigo, yo haré que entre en razón o lo mataré.

De repente, a unos diez metros de distancia a sus espaldas, aparecieron Pria Jessex, que les apuntaba con una de sus pistolas bláster, y Voso Teruna, con su sable de luz de color verde encendido.

- ¡Quietos! - Gritó la técnica y mecánica del "Ala Mortal".

En ése preciso instante Shradrash Kalek se lanzó hacia delante atacando a Vaas, su gran amigo, obligando a éste a detener una estocada tras otra.

Entonces, Veyl Korryn viéndose acorralada, pareció enloquecer definitivamente y por completo y comenzó a avanzar caminando hacia Jace Jukassa mientras disparaba una y otra vez su pistola bláster. El Jedi objetivo de los disparos se vio obligado a deflectar varios de los disparos con su sable de luz hasta que Pria Jessex disparó a Veyl, alcanzándola con un impacto bláster en la espalda. Un segundo después otro impacto bláster, surgido de la oscuridad de los asentamientos rocosos que se encontraban a una decena de metros por encima de ellos, impactó en el pecho de la líder de los cazarrecompensas. Ésta cayó al suelo, completamente inerte.

El aqualish llamado Shardrash Kalek, y que combatía con su sable de luz contra el de su amigo Nilvaas Leernure, al ver esto pareció olvidarse de su personal combate y se giró para gritar.

- ¡Veyl, Nooooooooo!

Su amigo el klatooiniano aprovechó la ventaja para desarmar a su oponente cortándole la mano en la que empuñaba su sable láser a la altura de la muñeca.

- Ríndete, Shardrash, habéis perdido, seguir luchando no tiene sentido, antaño fuiste mi mejor amigo y te sigo apreciando, no me obligues a hacerte más daño aún.

El aqualish agarró el muñón con la otra mano y sin darle más importancia a ésta herida corrió hasta llegar al cuerpo inerte de Veyl Korryn.

- ¡No! ¡No! ¡Veyl! ¡Amor mío! ¡¿Qué te han hecho?! - Murmuraba Kalek dirigiéndose a quien ya no podía oírle.

Todos los que se encontraban cerca, Vaas, Jace, Pria y Voso Teruna, se acercaron hasta rodear al gimoteante aqualish, que parecía proteger con su cuerpo y presencia a la fallecida líder de los cazarrecompensas.

- Te lo he dicho muchas veces, amigo. - Dijo Vaas el klatooiniano. - Olvídala, nunca le has importado más que como un peón hábil por tus habilidades para el combate. Sabes que siempre te había visto como un bicho asqueroso y que jamás se habría enamorado de ti... Al menos no como tú lo estabas de ella.

- ¿Y se supone que yo era peor alumno del Maestro que tú? - Le preguntó Shardrash Kalek levantando la cabeza para mirarle. - Hay una lección Jedi que me parece que no aprendiste.

Y diciendo esto, el aqualish levantó la mano que le quedaba y empujó a todos los que le rodeaban con la Fuerza, quienes se vieron impulsados a un par de metros de donde él estaba. Un segundo después el sable de luz de Kalek voló, desde donde se encontraba tirado en el suelo a una decena de metros, hasta su única mano sana.

- No existe la muerte, está la Fuerza. - Fue lo que dijo antes de girar el sable láser contra su pecho, encenderlo después, y caer muerto al instante encima del cadáver de la mujer a la que había amado sin ser correspondido.

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El androide IG3-L6, más conocido como "Guilles", se encontraba haciendo guardia a un par de metros de la rampa que conducía a la nave en la que ejercía como artillero, el "Puño del Gigante". Su torso giraba 360 grados, con la cadera mecánica como eje, mientras apuntaba a los alrededores con su fusil bláster pesado y sus sensores activados escudriñaban un radio de varias decenas de metros.

De repente detectó movimiento dentro del radio de su sensor y, antes de que pudiera reaccionar, comenzó a ser disparado sin acierto desde la oscuridad y la lejanía. Sin pensárselo dos veces, el androide comenzó a disparar a su vez hacia aquel sector desde el que recibía fuego enemigo. Pero sintió que algo no iba bien, sus sensores detectaron al momento a un humanoide que se aproximaba hacia su posición desde el ángulo opuesto al que estaban disparando. En un microsegundo su mente artificial catalogó la maniobra como una emboscada.

- Yengu. - Llamó el androide a su amo por el comunicador interno.

- ¿Qué es todo ese jaleo, Guilles? - Preguntó el gran desde el interior del vehículo espacial.

- Pon los motores en marcha y activa la rampa ¡Emboscada! ¡Embosca...

Antes de que pudiera finalizar la frase, Toriyengu Morr escuchó por el comunicador una explosión que tuvo un reflejo al instante, con un matiz mucho más real y vívido, fuera de la nave. El gran, que se encontraba siempre alerta, se sentó en la cabina de piloto y activó los protocolos de despegue... Pero era demasiado tarde. Unos polizones, dos figuras humanoides según los sensores, habían conseguido subir al "Puño del Gigante" y Yengu estaba seguro de que ninguno de los dos era Guilles.
Puso el piloto automático sublumínico atmosférico en marcha y se apresuró a acercarse a la entrada de la cabina.

- Bueno, bueno, bueno... A ver qué hacéis cuando lleguéis aquí. - Dijo el gran mientras se encerraba en la cabina de pilotaje y soldaba la puerta a toda prisa.

Una vez terminado éste trabajo desenfundó su pistola bláster y se atrincheró detrás de uno de los asientos mientras apuntaba a la puerta absolutamente sellada.

De pronto se escucharon unos ruidos metálicos detrás de la puerta. Los polizones habían llegado y estaban haciendo algo, no cabía duda. Yengu escuchó unos sonidos estridentes y chirriantes terminados en una especie de latigazos. Por último escuchó el ruido característico de unos detonadores térmicos activándose y luego solo hubo silencio durante unos diez segundos hasta que, con una tremenda explosión, la puerta salió despedida hasta quedar clavada en uno de los cristales de la cabina de pilotaje.

El gran atrincherado tras el asiento de piloto comenzó a disparar, pero debido al humo generado por la explosión no tenía ningún objetivo, solo eran disparos de cobertura para evitar el avance de cualquiera que osara entrar en la cabina para hacerle daño. De repente alguien tiró un pequeño objeto esférico dentro del habitáculo que Yengu se afanaba por defender. Solo tuvo un segundo para darse cuenta de que era una granada aturdidora antes de que ésta explotara, haciendo que su mente se sumergiera en la oscuridad de la inconsciencia...

- Vaya, mira eso, se suponía que la nave no debía sufrir daños. - Dijo Barrett Askellan.

- ¿Y cómo narices se supone que podíamos entrar si éste idiota tuvo la genial idea de soldar la puerta? - Le contestó Dhagg Nimerian. - Se reparará, no te preocupes, encontraremos esos cristales kyber y pronto tendremos créditos de sobra para repararlo antes de venderla.

- Espero que tengas razón. Jace no es consciente de lo mucho que hemos gastado en esas herramientas de prospección, no eran precisamente baratas y lo sabes, sabes tan bien como yo que necesitamos el dinero... Vaya, mira éste idiota sigue vivo...

- Pues claro que sigue vivo, Barrett, fue una granada aturdidora lo que le tiraste porque la nave no debía sufrir daños ¿recuerdas?

- Si, si, si, ya lo sé, pero ahora es una molestia ¿y si le pego un tiro? Podemos decir que se resistió, que tuvimos que matarlo en defensa propia...

- ¡Aaaaaayyyyy! - Dhagg Nimerian suspiró de forma profunda. - Mira, yo soy un soldado, no soy un asesino, haz lo que quieras y dime qué excusa debo dar ante los demás.

- Muy bien... Lo siento Yengu, no es nada personal, espero que lo entiendas, es que la nave empieza a pesar demasiado y tenemos que soltar lastre...



Nilvaas Leernure
Nilvaas "Vaas" Leernure

Liliam Garcom
Liliam Garcom

Jace Jukassa
Jace Jukassa

Voso Teruna
Voso Teruna

Dhagg Nimerian
Dhagg Nimerian

Barrett Askellan
Barrett Askellan

Pria Jessex
Pria Jessex