viernes, 10 de marzo de 2023

VORAL EL RECLAMADOR (UNA HISTORIA DE WARHAMMER 40.000) CAPÍTULO 2


 https://es.wikipedia.org/wiki/Warhammer_40_000

Larov Heserus

"(...) La arena cae sobre mí y sigo aquí sentado,
sosteniendo flores raras en una tumba...
floreciendo."

Down in a Hole de Alice in Chains


2. LA PRIMERA LÍNEA DE DEFENSA

Larov se levantó y disparó su última ráfaga de munición a tres cultistas del Caos que trataban de tomar posiciones a escasos metros de la trinchera. Pretendían ser los primeros en asaltarla esa misma noche. Uno recibió el impacto en la cabeza y ahora tan sólo era un cuerpo inerte en el barro del campo de batalla. Un segundo cultista recibió dos impactos, uno en el hombro derecho y otro en el estómago. Aún no había muerto y Larov seguía escuchando sus gemidos de agonía mientras luchaba contra su propio cuerpo por arrastrarse hacia la primera línea del frente. No le debían quedar más que unos pocos minutos de vida. El tercer cultista no recibió ningún impacto. Por más que Larov apretara el gatillo, ninguna bala sagrada salía de su pistola bólter. El cultista que había tenido la suerte de sobrevivir a su arma de fuego, llegó hasta él y trató de golpearle en el cuello con su espada sierra. Larov logró detener el impacto con el dorso de su puño de combate, y lo golpeó con una rápida patada que lanzó cinco metros atrás al hombre alto y fornido, que se atrevía a compararse con un Marine Espacial en combate cuerpo a cuerpo. Acto y seguido, y con un movimiento anormalmente rápido para el gigante blindado de más de dos metros que era Larov, llegó a su oponente de un salto y la fuerza del impacto que causó su puño de combate aplastó finalmente su cráneo. Ya estaba. Todos los oponentes, por el momento, habían sido abatidos. Solo podía esperar que el enemigo se decidiera a atacar una vez más. Entonces tendría que combatir de nuevo con su espada de energía y su puño de combate. No le preocupaban los cultistas del Caos, los que le preocupaban eran los engendros que llevaban consigo, aberraciones creadas por el Adeptus del Mechanicum Oscuro, salidos del cercano planeta de Fénagos, ahora totalmente en manos del Caos, y que, al parecer, servía como nuevo campo de experimentación de la contrapartida degenerada y herética del Mechanicum de Marte.

Él era el último, al menos en ésta sección de las trincheras. Todos los demás habían muerto. Sigis, Halbrand, Krucius, Tégemak, Yornah, Guerual, Karnek, Óritax y su sargento, Tolmain "el Puño", el más veterano de su escuadra. La mayor parte de ellos había muerto en las garras y las cuchillas de aquellos enormes ciborgs mutados totalmente locos e insensibles al dolor. Por supuesto que no era el único soldado allí, puesto que aún quedaban unos quinientos soldados de la Guardia Imperial, pero sí que era el último de los Marines Espaciales que quedaban en toda la sección de las trincheras que iban del Búnker 1 al 3.

Para conseguir más munición debería regresar a la ciudad que estaban defendiendo, debería regresar a Isper. Pero eso supondría dejar totalmente indefensos a los soldados de la Guardia Imperial que trataban de proteger toda aquella sección de trincheras. Él no haría aquello, él era un miembro de los Salamandras, y los Salamandras jamás dejarían desprotegidos a ningún humano. Por mucha que fuera la desventaja, por muy penosa que fuera su situación, jamás dejaría de defender la vida de un pobre soldado si le era posible, aunque eso le costara reunirse con sus hermanos de batalla en la otra vida.

No habían dejado de atacar durante los últimos veinte días. Por el día sufrían intermitente fuego de mortero y de munición ligera. Durante la noche, los más locos de entre los cultistas y sus aberraciones pseudomecánicas, asaltaban las trincheras para tratar de tomarlas cuerpo a cuerpo. Ésta noche sería la veintiunava noche. Ésta noche combatiría, una vez más, con espada y con puño, con valor y con fe. Y apenas quedaban una o dos horas, como mucho, para que eso sucediera.

Apoyó su cuerpo en una de las paredes interiores de la trinchera, se quitó el casco y dio un mordisco a una ración seca de combate en forma de barra. No sabía a nada. Ya nada tenía sentido, ni sabor, ni color. Todo se había reducido a un constante disparar y ser disparado, matar y evitar ser matado. Una espiral sin sentido para la que su psicoadoctrinamiento debía haberlo preparado. Y debía haberlo hecho bien, puesto que vio a soldados de la Guardia Imperial, a mujeres y a hombres, volverse locos y suicidarse.

Vio a otros quedar reducidos a meros ovillos humanos gritando y babeando mientras no dejaban de temblar. Él estaba preparado, él era un Marine Espacial, y eso no le ocurriría nunca. Larov dejó de oír los gritos del cultista. Volvió a ponerse el casco y asomó tímidamente la cabeza por encima de la trinchera. A dos metros de distancia, el cuerpo del cultista se había detenido. El Marine Espacial salió de la trinchera y recibió un disparo que rebotó en su armadura. Solamente las balas bólter o las ráfagas de plasma podrían agujerear su servoarmadura y aquellos malditos cultistas usaban unos rifles arcaicos, inofensivos para la superioridad tecnológica de su equipamiento.

Llegó hasta el cuerpo inmóvil del cultista recibiendo varios balazos más en su armadura, casi sin sentir los impactos, y pisó la cabeza a su enemigo, que estalló en medio de un charco de sangre como si de una gran fruta madura se tratara. Larov no quería sorpresas aquella noche y, si bien era muy poco probable que el cultista siguiera con vida, no podía correr el riesgo de que estuviera fingiendo y que lo atacara por la espalda cuando ya lo había dado por muerto.

Regresó a la trinchera recibiendo más balazos inofensivos mientras a escasos metros estalló el fuego de un mortero. Volvió a apoyar la espalda donde la había apoyado hacía escasos minutos cuando volvió a escuchar la explosión de varios morteros más que caían en las cercanías.

- ¡Habéis fallado, malditos herejes! ¡¿Queréis matar a un Marine Espacial?! ¡Tendréis que venir hasta aquí e intentarlo cara a cara, sucios bastardos!

Cuando Larov había terminado de gritar éstas palabras, dirigidas a los enemigos que no podían escucharle, se dio cuenta de que estaba siendo observado. Un chico que apenas tendría unos veinte años, vestido con el uniforme de soldado de la Guardia Imperial, lo estaba mirando fijamente a escasos metros.

- ¿Hola? - Se atrevió a mascullar Larov. - ¿Puedo ayudarte?

- He visto que tenías comida. Me estaba preguntando si... si era posible que... vamos yo...

- ¿Quieres mi barrita energética? ¡Claro, hombre!

Larov sacó lo que quedaba de la ración que había estado mordisqueando y la tendió hacia el chico. Éste le arrebató rápidamente la comida y se la llevó a la boca de forma ávida. Recordó que los suministros en la ciudad de Isper no sólo deberían proveerles de munición, si no también de alimento.


Hensik Fainsook


- ¿Dónde está el Comisario Ventrude? Hace horas que debería haber ordenado a un par de pelotones retroceder hacia Isper y traer municiones y comida.

El chico habló sin mirarle si quiera, muy concentrado en seguir devorando la ración de combate.

- El Comisario Ventrude ha muerto... Hace unas tres horas... Una explosión de mortero... Mala suerte... El Cabo Urven Urwell es quien está al mando ahora... - Dijo el chaval con la boca llena, entre bocado y bocado.

- Maldita sea... ¿Dónde está ése Cabo? Tengo que hablar con él.

- En el Búnker 2... o tal vez en el Búnker 3, no lo sé con seguridad.

- Gracias, chico. Me llamo Larov Heserus, por cierto ¿y tú te llamas?

- Fainsook. - Acertó a decir. - Soldado Hensik Fainsook de los "Cangrejos de Mírsel". - Hizo torpemente el saludo militar.

- Encantado de conocerte, Hensik. Ya sabes lo que hay que hacer, "cabeza baja y mirada alta". Estate alerta, hijo, en un par de horas, como mucho, esos bastardos tratarán de tomar éstas trincheras.

Hensik asintió mientras se terminaba la ración de combate y Larov se giraba para dar con el nuevo oficial al mando de la primera línea de defensa.

Tardó más de lo esperado en encontrar al tal Cabo Urven Urwell. Y cuando dio con él pudo ver a un chico poco mayor que el soldado con el que había intercambiado unas pocas palabras hacía unos treinta minutos. Estaba observando un mapa junto a otros dos soldados, un hombre y una mujer. Larov observó los rostros cansados y sucios y atisbaba en ellos la sombra del miedo. Al verle, el nuevo oficial al mando se irguió sorprendido y sus ojos se abrieron de par en par.

- Vaya, aún queda un miembro de los Salamandras en pie. Pensé que todos habíais muerto.

- Si, sólo quedo yo. El resto han muerto. Nueve Marines Espaciales, contando a un sargento. Pero eso no es importante ahora, la cuestión es que estamos sin munición ni comida. ¡Tus tropas están faltas de munición y comida! Me gustaría saber si se ha enviado a alguien a Isper para traernos ambas cosas.

- No, no se ha enviado a nadie. Ya no merece la pena, la primera línea de defensa de Isper ha caído y tú mismo eres la prueba de que no hay mucho más que podamos hacer aquí. Tan sólo nos queda dar la vida honorablemente por el Emperador. He dado la orden de colocar cargas explosivas a lo largo y ancho de estas tres franjas de trincheras. - Un dedo enguantado señaló el mapa. - Cuando esos malditos herejes avancen y tomen ésta posición los haremos saltar por los aires mientras aún estén entretenidos luchando con nosotros. Ya he dado las órdenes pertinentes y te has tenido que cruzar con los tres soldados que he enviado para transmitirlas.

- Un momento ¿no se podría hacer un repliegue táctico? ¿vas a matar a cientos de soldados de forma tan suicida?

- Deberías saber, amigo mío, que si retrocedemos, los Comisarios que defienden las secciones de retaguardia ordenarán que se nos dispare a matar, por cobardes. No malgastaré tan inútilmente las vidas de mis soldados, de mis compañeros. Así es la vida en el Astra Militarum, amigo, o todo o nada, y ésta vez ha sido lo segundo. Pero tú eres un "todopoderoso" Astarte, los humanos normales y corrientes somos insignificantes para ti. Tú puedes retroceder si quieres, a ti no te dispararán, y aunque lo hicieran, necesitarían un milagro para conseguir atravesar tu servoarmadura y matarte.

- Yo soy un miembro de los Salamandras, los humanos normales y corrientes no son insignificantes para mí. Todo lo contrario. - Se defendió Larov. - He sido creado y estoy viviendo y luchando para defender a la Humanidad, y eso incluye a todos, especialmente a los indefensos y a los débiles. No voy a retroceder, si ésta posición ha de explotar mientras combato codo con codo con otros defensores de la Humanidad, que así sea. Es una lástima que las preciosas vidas de seres humanos tan jóvenes se desperdicien de ésta manera, pero no estoy en posición jerárquica ni moral para discutir las órdenes. Y si he de morir aquí con vosotros, y reunirme con mis hermanos caídos en el otro mundo, que así sea también.

Habiendo dicho esto, el Marine Espacial salió del Búnker 2 y regresó a la primera línea de las trincheras. El Cabo Urven Urwell esperó la ausencia de Larov para hacer un pequeño comentario gracioso acerca de él.

- Se subestima demasiado si cree que un Marine Espacial de los Salamandras morirá por la explosión que vamos a provocar. ¿O acaso no sabe que su Primarca, de quien posee sus genes, es absolutamente indestructible? estoy convencido de que su armadura y su cuerpo aguantarían incluso el impacto indirecto de una bomba nuclear. En fin, está bien saber que alguien de nosotros sobrevivirá al infierno que vamos a desatar aquí para rematar a los enemigos que sobrevivan a la explosión.

Pasaron los minutos, y con el ocaso y la progresiva falta de luz, cualquier movimiento, cualquier larga sombra que reptaba, parecía una amenaza, un posible enemigo agazapado, esperando el más mínimo descuido para abalanzarse sobre los defensores y rajarles la garganta sin contemplaciones.

Se hizo de noche cerrada y entonces fue cuando cayeron bombas de humo tiradas adrede por el enemigo, con el objetivo de impedir disparos claros contra el avance de los atacantes, quienes tenían más ventaja táctica en la refriega del cuerpo a cuerpo.

Fue de ésta manera cómo una de aquéllas criaturas, horriblemente transformadas en ciborgs enloquecidos, se le abalanzó, casi sin darle tiempo de hacer un movimiento defensivo. Larov cayó entonces al suelo e, inmediatamente, se vio obligado a esquivar lo más rápido que pudo una de las dos garras de energía con las que el ciborg estaba armado y que descendió sobre él, con la intención de ensartarlo. Aquellas criaturas habían matado, uno a uno, a todos sus hermanos de batalla, y aunque no las temía, era consciente de que aquellos horrores suponían el único tipo de rival que el enemigo poseía capaz de matarle.


Hellbrute


Larov se incorporó de forma asombrosamente rápida y descargó un golpe con su espada de energía dirigido a la cabeza del engendro pseudomecánico, pero éste lo detuvo fácilmente con el dorso de una de sus garras de energía. Cuando el Marine Espacial pretendía descargar otro poderoso golpe con su puño de combate, de la garra libre del ciborg salió una ráfaga de disparos bólter que estallaron contra su servoarmadura y lo obligaron a retroceder. Escuchó la maligna carcajada del engendro cuando se abalanzó sobre él, confiado en que había aturdido a su rival lo suficiente como para darle el golpe de gracia.

El ciborg subestimó claramente a Larov, que giró cuando éste trató de asestarle un terrible golpe lateral, destinado a atraparlo entre sus garras y triturarlo definitivamente, poco a poco. Larov se encontró espalda con espalda con su enemigo, así que dejó caer su espada para cogerla del revés, hundiéndola posteriormente en el cuerpo del engendro.

El Marine escuchó un leve gimoteo de boca de su rival, sacó rápidamente la espada del cuerpo pseudomecánico y se giró para asestar un golpe con su puño de energía. El ciborg no murió inmediatamente, pero ya no disponía de la fuerza necesaria para luchar y no fue rival para la espada de Larov, cuando ésta partió finalmente su cabeza en dos.

Aquellas abominaciones estaban por todas partes, masacrando a los soldados de la Guardia Imperial. Larov tuvo la oportunidad de matar al menos a una más de ellas, cuando ésta estaba distraída disparando a sus compañeros humanos. El Marine llegó por detrás de la criatura y descargó su puño de combate sobre ella, sin que ésta se enterara, matándola en el acto.

Larov, entonces, decidió ignorar a los cultistas y buscar a otro ciborg que destruir... cuando sucedió. El sonido fue ensordecedor, la incomprensión de lo que estaba ocurriendo fue total. El Marine Espacial de los Salamandras sintió cómo su cuerpo se elevaba en el aire al mismo tiempo que una cegadora luz amarilla empañó los sensores de su casco, privándolo unos instantes del sentido de la vista. Notó un tremendo golpe al caer sobre lo que supuso que era el suelo de las trincheras. Era difícil de decir, puesto que la oscuridad era total. Una infinidad de metros cúbicos de barro y tierra cayeron sobre él. Hasta un tablón que había servido para afianzar los terraplenes de las trincheras lo golpeó en la espalda, con más furia y fuerza que muchos de los enemigos que lo habían golpeado en una decena de Guerras anteriores.

Poco a poco, Larov consiguió levantarse y vislumbrar el campo de batalla, aún envuelto en la espesa niebla de tierra que llovía del cielo. Desperdigados, allí y allá, se encontraban los cadáveres de cultistas del Caos junto a soldados de la Guardia Imperial. Muchos de los engendros pseudomecánicos seguían vivos, todos luchaban por levantarse, ya que se encontraban en posturas para las que no habían sido diseñados. Él se encargó de que todos aquellos que encontraba a su paso dejaran de moverse definitivamente. Pero, de forma totalmente sorpresiva, a una decena de metros logró ver, de repente, un brazo humano que apareció saliendo de un cúmulo de tierra recién removida, intentando hacer emerger al resto de su cuerpo enterrado. El Marine Espacial se acercó y corroboró que la manga de la camisa del soldado, aunque tremendamente sucia y ensangrentada, era la de un Guardia Imperial. Por eso Larov luchó por desenterrar al pobre chico que seguía con vida y que resultó ser el soldado que hacía unas horas se había quedado con su ración de combate: Hensik Fainsook, de los Cangrejos de Mírsel.

El cuerpo del chaval no tenía buena pinta. Su brazo izquierdo colgaba inerte, presa de una terrible herida de espada-sierra en el hombro y que a punto estuvo de haberle arrancado la extremidad por completo. Por si fuera poco, carecía de pierna derecha de la rodilla para abajo, seguramente arrancada durante la explosión de las trincheras.

El chico trató de hablar, pero Larov le aconsejó no hacerlo ya que necesitaba ahorrar fuerzas, y buscó su cantimplora, que encontró debajo del maltrecho cuerpo del muchacho. Las enormes manos del Marine Espacial, enfundadas en su servoarmadura, no estaban diseñadas para una tarea tan delicada como la de apartar la tierra pegada a la cara de un hombre joven, pero Larov se las ingenió para verter un poco de agua en el rostro de Hensik y luego arrimó el recipiente con delicadeza a sus labios, para que el pobre chico pudiera beber.

- ¡¡Aguanta, Hensik, aguanta!! ¡¡Saldrás de ésta, yo me encargaré!!

El Marine Espacial cargó sin dificultad el pequeño cuerpo del soldado sobre su hombro y avanzó hacia la retaguardia de la primera línea de defensa de Isper, orientándose gracias a la gigantesca silueta de la Ciudad Colmena. Había recorrido poco más de un kilómetro a toda prisa, cuando el fogonazo de un rifle bólter lo sobresaltó disparando hacia su posición. Con los instintos de guerra sumamente afilados del Adeptus Astarte que era, antes de un segundo, Larov había hincado una rodilla en tierra y su mano derecha se había deslizado hacia la cartuchera vacía de su cinturón de combate, en busca de su pistola bólter. Entonces, el Marine Espacial, recordó haber perdido su sagrada arma de fuego durante la explosión. No importaba, de todas maneras carecía completamente de munición, así que se relajó y trató de dejar a Hensik en el suelo de la manera más delicada que le fue posible.

Cuando pudo observar el cuerpo del muchacho, descubrió amargamente que el disparo de rifle bólter no le había tenido como objetivo a él. El pecho de Hensik había estallado cuando la sagrada bala había penetrado en su caja torácica, desde la espalda, matándolo al instante. Larov observó la sangre del joven soldado que bañaba la pintura verde de su hombrera izquierda. Se levantó, siguió avanzando hacia la retaguardia, y determinó con facilidad que el disparo había venido de las posiciones defensivas de la ciudad. Alguien, un francotirador, seguramente de la propia Guardia Imperial, había ejecutado a sangre fría a su compañero. Y por más que le diera vueltas al asunto, Larov no lograba entender por qué los soldados humanos habían asesinado de manera tan cobarde a uno de los suyos.

Al fin, no tardó en llegar al segundo conjunto de trincheras que se habían montado como segunda línea defensiva de Isper. Allí buscó al Comisario de la Guardia Imperial responsable de las tropas que habían disparado a Hensik, sólo con la intención de tratar de comprender. Finalmente se encontró con el Comisario Jensen Ludgor, de los Gloriosos Hermanos.

- ¿Sabe usted que uno de sus francotiradores mató al soldado herido que yo traía de la primera línea de defensa?

- Si, por supuesto que lo sé, yo mismo di la orden.

- ¿A si? ¡¿Por qué hizo eso?! ¡Aún estaba vivo! ¡Aún podía haber combatido otro día más, y con más fuerza si cabe! ¡¡Podría haber llegado a ser mejor soldado que tú!!

- Tú eres un  miembro del Adeptus Astartes, y además de los Salamandras, por lo visto, así que jamás entenderás lo que voy a decirte. En la Guardia Imperial se combate hasta morir y el que no perezca combatiendo al Enemigo no merece vivir ni un día más. Aquí se vive y se muere con honor, o no se vive, sin más. En los días que vivimos la Humanidad carece de muchas cosas, Marine Espacial, pero lo que le sobra, y con creces, son humanos. ¿Tienes idea de cuántos soldados de los Gloriosos Hermanos tengo el honor de comandar aquí, en segunda línea? No respondas, era sólo una pregunta retórica. Somos cien mil. Apenas hay comida y agua para todos. ¿Crees que un soldado más habría marcado la diferencia para luchar contra el Enemigo? Mucho me temo, amigo, que tu ascensión como post-humano te ha alejado demasiado de la realidad de la Guerra.

Una extraña rabia inundó la mente de Larov Heserus el Puño, así que se tomó unos instantes para despejar su mente y, cuando creyó pensar con la suficiente claridad, contestó al fin.

- Mucho me temo, Comisario Ludgor, que si realmente no sabe por qué está luchando, usted está demasiado alejado de la Humanidad. Aunque no tengo que pedirle ningún permiso, puesto que tengo la suerte de no estar sirviendo bajo sus órdenes, le comunico que regreso a la Ciudad Colmena. No creo que merezca la pena jugarse el tipo por y para la clase de soldados que hay aquí, en segunda línea.

Una vez dicho esto, Larov volvió a colocarse el casco y salió del búnker.


Comisario Jensen Ludgor, de los Gloriosos Hermanos