Darth Ghul |
Darth Akdar y Darth Ghul se encontraban meditando en el lado oscuro de la Fuerza, ambos de rodillas en el suelo frente el uno al otro y con el holocrón Sith en medio, un pequeño objeto piramidal del tamaño de un puño con extraños símbolos arcanos inscritos en cada uno de sus lados.
Durante largos instantes la calma fue todo lo que aparentemente ocurría en el interior de la enorme tienda. Solo se oía el viento que ululaba en el desértico exterior y que comenzaba a levantarse de forma fuerte, como barruntando una tormenta de arena inminente. Pronto la pequeña pirámide comenzó a iluminarse desde su interior con una enigmática luz rojiza, al tiempo que empezó a elevarse sola en el aire llegando a levitar hasta la altura de la cabeza de los dos Sith, donde se detuvo y donde cada uno de sus ángulos comenzó a moverse y girarse.
Darth Akdar abrió los ojos con una loca sonrisa de satisfacción en sus labios.
- ¡Lo hemos conseguido! ¡Noto la presencia de una entidad del lado oscuro! ¡Hemos despertado a Sorzus Syn! - dijo.
Darth Ghul, por su parte, abrió los ojos y se limitó a guardar silencio en un gesto de calculada prudencia, con los músculos siempre preparados para actuar con violencia ante cualquier presentimiento de ser atacado.
La figura fantasmagórica de una mujer joven embutida en una amplia túnica negra se alzó por encima de la pirámide. Los ojos rojos encendidos como llamas de la mujer iluminaban un rostro parcialmente oculto tras la capucha de su túnica y escrutaron a aquellos dos individuos que la habían despertado de su largo letargo.
- ¿Quiénes sois vosotros? ¿Quiénes desean mi poder, el poder de Sorzus Syn, la Alquimista, guardián de éste holocrón? - se oyeron éstas palabras con una extraña voz inhumana femenina pero no parecían proceder del fantasma, se oían por todas partes en el interior de la gran tienda de campaña y más allá, afuera, se oían el viento y los truenos retumbando por doquier ya que se había despertado una fuerte tormenta eléctrica en el exterior.
- Mi nombre es Darth Akdar, discípulo de los Sith, y éste es el aprendiz que he tomado, le he dado el nombre de Darth Ghul. Ha pasado mucho tiempo desde tus días Syn, y hay mucho del conocimiento del lado oscuro que hemos olvidado. Nos encontramos en Korriban, el planeta donde se encontró éste holocrón, dinos ¿hay otros holocrones aquí escondidos que podamos poseer y de los que tu sepas?
- No, aprendiz del lado oscuro. - Dijo el fantasma de la mujer - No sé de otros holocrones que pueda haber aquí en Korriban, pero te recuerdo que no necesitas otro holocrón, ya tienes éste, puedo contarte todo lo que yo encontré aquí, en el planeta-tumba de los antiguos Sith. Fueron muchos los artefactos que aquí encontré y mucho lo que aprendí de ellos. No conservo esos artefactos ni sé dónde pueden encontrarse ahora pero tengo conocimientos para, por lo menos, volver a recrear alguno de ellos. Dime, Darth Akdar ¿qué quieres hacer? ¿Quieres reanimar cadáveres frescos para que te sirvan como esclavos? ¿O acaso prefieres hacer experimentos genéticos con alguna especie animal para convertir a un simple e insignificante bichejo en una gigantesca y peligrosa bestia de guerra? ¿Tal vez prefieras forjar espadas u otro tipo de armas con terroríficos poderes mágicos para destruir a tus enemigos? Todo esto y muchos otros conocimientos os ofrezco, aprendices.
- Hay muchas cosas que quiero aprender. - Dijo Akdar - La historia de los antiguos Sith desaparecidos, y también estoy interesado en la Esfera de Meditación, he leído un poco acerca de ese artefacto y creo que sería el arma definitiva para un Sith.
- Cuidado, aprendiz, la Esfera de Meditación es un artefacto poderoso, en efecto, pero una vez que entres en ella cada vez será más difícil volver a salir, ella se convertirá en tu tumba y deberás aprender una gran cantidad de hechizos antes de usarla, pues en su interior el poder de tu magia se amplificará, pero desde dentro no podrás aprender nada más. Es cierto que combinado con otros artefactos, como el Corazón de Graush y el Yelmo de Graush, el Sith que controle la Esfera de Meditación no sólo conseguiría transferir su alma a la Esfera, con lo que sería inmune a la muerte por edad, veneno o enfermedad, sino que también no necesitaría ningún ejército, ni flota de naves de guerra, para conquistar él solo decenas de mundos. ¿Es lo que deseas, Darth Akdar? ¿Fabricar el recipiente donde te espera la no-vida por toda la eternidad? ¿Fabricar una tumba imperecedera y todopoderosa? ¿No prefieres mejor fabricar tu propio holocrón para legar al resto de los futuros Sith tus conocimientos?
- Lo quiero todo, Syn, quiero aprender a fabricar la Esfera de Meditación, tal vez la construya... o tal vez no... saber cómo puedo crear mi propio holocrón, recrear el Yelmo de Graush o el Corazón de Graush, poder reanimar a los cadáveres, sean frescos o no, realizar poderosos hechizos del lado oscuro y fabricar armas con terribles poderes mágicos... Lo quiero ¡todo!
- ¿Y tu, Darth Ghul? Aun no has hablado. ¿Qué es lo que quieres? - el fantasma de Sorzus Syn se giró hacia el hombre joven que había permanecido en silencio hasta entonces.
Ghul miró a su maestro durante unos instantes y dudó si compartir con él su secreto.
- Vamos, aprendiz, dile a Sorzus Syn lo que quieres ¿deseas matarme y no quieres decirlo? ¡No seas idiota! ¡Eres un Sith! ¡Pues claro que quieres matarme! ¡Es tu destino, es tu meta! ¡Deseas mi poder!
Ghul miró a la figura fantasmagórica y decidió confesarse.
- Yo... no quiero conocimiento... ¡¡¡Quiero poder!!! Una vez, hace ya unos años, tuve una visión y quiero ver cómo se hace realidad, pero ésa visión no ocurrirá dentro de poco tiempo, ésa visión se hará realidad dentro de muchos, muchísimos años, tal vez miles o millones... Es lo que quiero, - Ghul volvió a mirar a Darth Akdar - vivir para ver ése futuro, engañar a la muerte aunque sólo sea hasta ése instante, no quiero continuar con el legado de Darth Bane como tú, maestro, quiero alcanzar la inmortalidad, pero no como el Emperador que necesita un planeta entero para esconder su fábrica de clones...
Akdar se levantó lleno de ira hacia su aprendiz.
- ¡Eres un desagradecido! ¡Te aseguro que...!
- ¡Éste es un auténtico Sith, Akdar! - el fantasma de Sorzus Syn interrumpió bruscamente la regañina del supuesto maestro del lado oscuro, ignorando sus palabras para señalar a Darth Ghul - ¡Puedo presentir que se convertirá en un poderoso maestro del lado oscuro! ¡Te destruirá a ti y todo aquello por lo que luchas! ¡Tiene mucho más poder, talento y potencial que tú, Darth Akdar! ¡De entre los dos es quien más se merece mis conocimientos! ¿Querías construir la Esfera de Meditación? Delante de ti tienes a quien merece el honor de pilotarla.
Durante largos instantes la calma fue todo lo que aparentemente ocurría en el interior de la enorme tienda. Solo se oía el viento que ululaba en el desértico exterior y que comenzaba a levantarse de forma fuerte, como barruntando una tormenta de arena inminente. Pronto la pequeña pirámide comenzó a iluminarse desde su interior con una enigmática luz rojiza, al tiempo que empezó a elevarse sola en el aire llegando a levitar hasta la altura de la cabeza de los dos Sith, donde se detuvo y donde cada uno de sus ángulos comenzó a moverse y girarse.
Darth Akdar abrió los ojos con una loca sonrisa de satisfacción en sus labios.
- ¡Lo hemos conseguido! ¡Noto la presencia de una entidad del lado oscuro! ¡Hemos despertado a Sorzus Syn! - dijo.
Darth Ghul, por su parte, abrió los ojos y se limitó a guardar silencio en un gesto de calculada prudencia, con los músculos siempre preparados para actuar con violencia ante cualquier presentimiento de ser atacado.
La figura fantasmagórica de una mujer joven embutida en una amplia túnica negra se alzó por encima de la pirámide. Los ojos rojos encendidos como llamas de la mujer iluminaban un rostro parcialmente oculto tras la capucha de su túnica y escrutaron a aquellos dos individuos que la habían despertado de su largo letargo.
- ¿Quiénes sois vosotros? ¿Quiénes desean mi poder, el poder de Sorzus Syn, la Alquimista, guardián de éste holocrón? - se oyeron éstas palabras con una extraña voz inhumana femenina pero no parecían proceder del fantasma, se oían por todas partes en el interior de la gran tienda de campaña y más allá, afuera, se oían el viento y los truenos retumbando por doquier ya que se había despertado una fuerte tormenta eléctrica en el exterior.
- Mi nombre es Darth Akdar, discípulo de los Sith, y éste es el aprendiz que he tomado, le he dado el nombre de Darth Ghul. Ha pasado mucho tiempo desde tus días Syn, y hay mucho del conocimiento del lado oscuro que hemos olvidado. Nos encontramos en Korriban, el planeta donde se encontró éste holocrón, dinos ¿hay otros holocrones aquí escondidos que podamos poseer y de los que tu sepas?
- No, aprendiz del lado oscuro. - Dijo el fantasma de la mujer - No sé de otros holocrones que pueda haber aquí en Korriban, pero te recuerdo que no necesitas otro holocrón, ya tienes éste, puedo contarte todo lo que yo encontré aquí, en el planeta-tumba de los antiguos Sith. Fueron muchos los artefactos que aquí encontré y mucho lo que aprendí de ellos. No conservo esos artefactos ni sé dónde pueden encontrarse ahora pero tengo conocimientos para, por lo menos, volver a recrear alguno de ellos. Dime, Darth Akdar ¿qué quieres hacer? ¿Quieres reanimar cadáveres frescos para que te sirvan como esclavos? ¿O acaso prefieres hacer experimentos genéticos con alguna especie animal para convertir a un simple e insignificante bichejo en una gigantesca y peligrosa bestia de guerra? ¿Tal vez prefieras forjar espadas u otro tipo de armas con terroríficos poderes mágicos para destruir a tus enemigos? Todo esto y muchos otros conocimientos os ofrezco, aprendices.
- Hay muchas cosas que quiero aprender. - Dijo Akdar - La historia de los antiguos Sith desaparecidos, y también estoy interesado en la Esfera de Meditación, he leído un poco acerca de ese artefacto y creo que sería el arma definitiva para un Sith.
- Cuidado, aprendiz, la Esfera de Meditación es un artefacto poderoso, en efecto, pero una vez que entres en ella cada vez será más difícil volver a salir, ella se convertirá en tu tumba y deberás aprender una gran cantidad de hechizos antes de usarla, pues en su interior el poder de tu magia se amplificará, pero desde dentro no podrás aprender nada más. Es cierto que combinado con otros artefactos, como el Corazón de Graush y el Yelmo de Graush, el Sith que controle la Esfera de Meditación no sólo conseguiría transferir su alma a la Esfera, con lo que sería inmune a la muerte por edad, veneno o enfermedad, sino que también no necesitaría ningún ejército, ni flota de naves de guerra, para conquistar él solo decenas de mundos. ¿Es lo que deseas, Darth Akdar? ¿Fabricar el recipiente donde te espera la no-vida por toda la eternidad? ¿Fabricar una tumba imperecedera y todopoderosa? ¿No prefieres mejor fabricar tu propio holocrón para legar al resto de los futuros Sith tus conocimientos?
- Lo quiero todo, Syn, quiero aprender a fabricar la Esfera de Meditación, tal vez la construya... o tal vez no... saber cómo puedo crear mi propio holocrón, recrear el Yelmo de Graush o el Corazón de Graush, poder reanimar a los cadáveres, sean frescos o no, realizar poderosos hechizos del lado oscuro y fabricar armas con terribles poderes mágicos... Lo quiero ¡todo!
- ¿Y tu, Darth Ghul? Aun no has hablado. ¿Qué es lo que quieres? - el fantasma de Sorzus Syn se giró hacia el hombre joven que había permanecido en silencio hasta entonces.
Ghul miró a su maestro durante unos instantes y dudó si compartir con él su secreto.
- Vamos, aprendiz, dile a Sorzus Syn lo que quieres ¿deseas matarme y no quieres decirlo? ¡No seas idiota! ¡Eres un Sith! ¡Pues claro que quieres matarme! ¡Es tu destino, es tu meta! ¡Deseas mi poder!
Ghul miró a la figura fantasmagórica y decidió confesarse.
- Yo... no quiero conocimiento... ¡¡¡Quiero poder!!! Una vez, hace ya unos años, tuve una visión y quiero ver cómo se hace realidad, pero ésa visión no ocurrirá dentro de poco tiempo, ésa visión se hará realidad dentro de muchos, muchísimos años, tal vez miles o millones... Es lo que quiero, - Ghul volvió a mirar a Darth Akdar - vivir para ver ése futuro, engañar a la muerte aunque sólo sea hasta ése instante, no quiero continuar con el legado de Darth Bane como tú, maestro, quiero alcanzar la inmortalidad, pero no como el Emperador que necesita un planeta entero para esconder su fábrica de clones...
Akdar se levantó lleno de ira hacia su aprendiz.
- ¡Eres un desagradecido! ¡Te aseguro que...!
- ¡Éste es un auténtico Sith, Akdar! - el fantasma de Sorzus Syn interrumpió bruscamente la regañina del supuesto maestro del lado oscuro, ignorando sus palabras para señalar a Darth Ghul - ¡Puedo presentir que se convertirá en un poderoso maestro del lado oscuro! ¡Te destruirá a ti y todo aquello por lo que luchas! ¡Tiene mucho más poder, talento y potencial que tú, Darth Akdar! ¡De entre los dos es quien más se merece mis conocimientos! ¿Querías construir la Esfera de Meditación? Delante de ti tienes a quien merece el honor de pilotarla.
Sorzus Syn |
EL MAESTRO RETELL
Jace Jukassa aterrizó el Ala-X en la isla donde su presentimiento le guiaba. Aún no había amanecido y la vegetación alrededor del claro se agitó mientras el caza estelar tocaba suelo, como protestando ante semejante sobresalto. Cuando llegó por fin la calma Jace se apresuró a apagar las luces de la nave.
- No sabemos lo que puede haber aquí, Erre Tres... - le dijo a su droide astromecánico - Todavía no sé por qué estamos aquí... Tal vez esté empezando a volverme loco pero de todas maneras hay que estar alerta. Cuida la nave y yo...
Antes de que Jace bajara completamente del Ala-X, y antes de que pudiera terminar la frase, le sorprendió alguien allí plantado, alguien al que ni los sensores del caza ni los de Erre Tres habían localizado y alguien al que el mismo Jace no había visto cuando por fin aterrizó.
- Haces muy mal en dejar aquí tu nave. - Le dijo un hombre de piel negra... el hombre que se le había aparecido en sueños hacía pocas horas. Ante aquel sobresalto Jace se apresuró a desenfundar su bláster y apuntar al hombre que tendría pocos años más que él y que pareció sorprenderse ante la repentina hostilidad recibida. - Vaya, siento haberte asustado, pero no nos pueden ver aquí, tienes que esconder éste Ala-X y yo puedo indicarte donde, he dejado mi nave en...
- ¡Un momento! ¿Quién eres tu? ¿Y qué haces aquí? ¿Por qué debo seguirte?
- ¡Oh, si! ¡Qué educación la mía! Me llamo Voso Teruna, soy hijo de Glador Teruna, Señor de Varidan y Lord Protector del Cinturón de Magarvor. También, y principalmente, soy discípulo del Maestro Retell, él te ha llamado, él te necesita y ahora si eres tan amable me gustaría que enfundaras ésa pistola bláster, no resulta muy agradable intentar ayudar a alguien mientras te apuntan con un arma ¿sabes?
- Aún no tengo muy claro quién eres y lo que hago aquí así que mientras me lo explicas todo despacio y bien clarito te seguiré apuntando.
- Mira, va a amanecer dentro de poco y éste Ala-X aquí es como un cebo jugoso en un río infestado de peces hambrientos, sabrán que estamos aquí...
- Ya saben que estamos aquí, mi escuadrón lo sabe. - Le dejó claro Jace.
- Vaya, eso no es bueno, no le va a gustar al Maestro saberlo...
- ¿Quién es ése Maestro Retell? ¿Por qué quiere ayudarme? ¿Y a qué quiere ayudarme?
- El Maestro Retell es el Jedi más poderoso de la Galaxia, aunque él mismo pondría todo lo que acabo de decir en duda; primero debido a que abandonó la Antigua Orden Jedi hace muchísimo tiempo y segundo debido a que él mismo no se considera poderoso (aunque sepa que lo es) sino sólo un anciano carcamal siempre a punto de morir. Pero es cierto, es el Jedi más poderoso... Puede que no sea un Caballero Jedi de la Antigua Orden pero ha sobrevivido durante varios miles de años y durante todo ése tiempo sus alumnos han sido muchísimos... Somos una pequeña fuerza de élite oculta y escondida al resto de la Galaxia que lo adora y que le debe, y siempre le deberá, sabiduría, enfoque, iluminación y respeto.
- ¿Un Maestro de Jedi? Yo conocí a un Jedi una vez... Él me ayudó... - Jace se relajó y bajó el bláster pero no lo enfundó - ¿Y para qué me ha llamado?
- Sólo sé que vas a enfrentarte a algo que ha visto en el futuro, algo para lo que no estás preparado y el Maestro quiere darte la oportunidad de superar ésa dificultad ofreciéndote entrenamiento... No sé más... Es tu futuro y no el mío, el Maestro no suele contarnos lo que nos depara el futuro, aunque él siempre lo sabe, ha visto el futuro de todos sus aprendices, pero nunca nos cuenta nada de eso, prefiere dejar que nosotros mismos alcancemos la habilidad para verlo claramente.
- ¿Cómo es que no he sabido que estabas aquí? ¿Lo has hecho tu? ¿Volverte invisible a los sensores es uno de tus poderes Jedi?
- Me temo que eso es cosa del Maestro Retell, su misma presencia le hace invisible a cualquier tipo de rastreo, a él y a los suyos siempre que estemos cerca de él, una habilidad que perfeccionó durante siglos tras haberse exiliado de la Orden. Ahora te ruego que me sigas, he dejado mi nave al borde de aquel acantilado, es una nave exploradora A-24 clase Sabueso de Incom, la reconocerás por su...
- Sé cómo es un A-24 clase Sabueso. - Le interrumpió Jace - Si no le has cambiado el color con la que la vende Incom es blanca con unas pocas franjas rojas, una fiable nave ligera de reconocimiento monoplaza construida para el sigilo y la velocidad, ligeramente más grande que un caza pesado que tiene...
- Si, si, si, muy bien, ya sé que reconocerás mi nave blanca con franjas rojas de Incom cuando aparezca sobre aquella vegetación. Tu solo mantén el Ala-X a punto de despegar y cuando me veas sígueme, te llevaré a nuestro hangar escondido. - Dijo Voso Teruna antes de darse la vuelta y desaparecer en la oscuridad de la espesura.
Cuando al cabo de un rato la nave monoplaza de Voso Teruna apareció en el horizonte Jace despegó a bordo de su Ala-X y la siguió. Durante unos minutos sobrevolaron la isla sin más para ir acercándose a un profundo acantilado en la orilla norte. La nave de Voso Teruna se dirigió de frente a la pared del acantilado y de repente desapareció...
Jace rectificó la ruta de vuelo cuando los sensores de la nave comenzaron a pitar sonoramente para advertir al piloto de que la ruta que llevaba le estrellaría irremediablemente contra una pared de sólida roca. Erre Tres comenzó a hacer preguntas que Jace no sabía responder.
- ¡No, no sé dónde se ha metido ése loco, Erre Tres! ¡Ha desaparecido! ¡No puede ser! ¿Que qué vamos a hacer ahora? No, no vamos a volver a la base... ¡No lo sé! Déjame pensar con claridad un minuto Erre Tres, necesito un momento para pensar... ¿Qué vamos a hacer ahora?
Jace respiró profundamente y trató de recordar a su antiguo amigo, a su antiguo maestro, a la única persona que había sido un auténtico padre para él, el anciano Caballero Jedi Dúnawax Suu Quol. ¿Qué habría hecho él?
En la profundidad de su mente recordó unas palabras que le había dicho hacía muchos años atrás su maestro... "No creas en tus ojos, no creas completamente en tus sentidos, Jace, éstos a veces nos engañan, los sentidos mienten mejor que las personas a veces, confía en tu mente, confía en tu fe, cuando creas que los ojos te estén engañando ciérralos y confía en tu instinto y en la Fuerza. Recuerda Jace, confía en tu instinto, confía en la Fuerza, es en lo único en lo que puedes confiar..."
Jace volvió a coger aire de forma sonora, giró la nave para enfilarla directamente contra la pared del acantilado y cerró los ojos para hacer avanzar a la nave de la forma más lenta posible hacia delante. Los sensores comenzaron a pitar y protestar, así como también protestaba y pitaba Erre Tres encajado en la popa del Ala-X... Más allá de los pitidos y ruidos del exterior Jace no sintió amenaza alguna en su interior, de hecho, y paradójicamente, comenzó a sentir una extraña paz que nunca había sentido, no con aquella intensidad. Cuando por fin todo el ruido exterior se detuvo Jace abrió los ojos y descubrió que se encontraba en el interior de un espacioso aunque modesto hangar de naves espaciales. Allí pudo ver estacionadas una nave exploradora de largo alcance Saltador Maestro SM-5000, un caza Ala-Y BTL-S3, un enorme carguero medio HT-2200 corelliano y una lanzadera Clase Lambda T-4A del Imperio... Vaya, vaya, vaya, allí estaba con toda probabilidad la nave imperial que tantos quebraderos de cabeza les había dado a él y al resto de la Alianza Rebelde.
Cuando Jace aterrizó por fin en el hangar, y pudo bajar del Ala-X, Voso Teruna estaba esperándole.
- Ven, voy a presentarte a los otros. - Le dijo.
- No sabemos lo que puede haber aquí, Erre Tres... - le dijo a su droide astromecánico - Todavía no sé por qué estamos aquí... Tal vez esté empezando a volverme loco pero de todas maneras hay que estar alerta. Cuida la nave y yo...
Antes de que Jace bajara completamente del Ala-X, y antes de que pudiera terminar la frase, le sorprendió alguien allí plantado, alguien al que ni los sensores del caza ni los de Erre Tres habían localizado y alguien al que el mismo Jace no había visto cuando por fin aterrizó.
- Haces muy mal en dejar aquí tu nave. - Le dijo un hombre de piel negra... el hombre que se le había aparecido en sueños hacía pocas horas. Ante aquel sobresalto Jace se apresuró a desenfundar su bláster y apuntar al hombre que tendría pocos años más que él y que pareció sorprenderse ante la repentina hostilidad recibida. - Vaya, siento haberte asustado, pero no nos pueden ver aquí, tienes que esconder éste Ala-X y yo puedo indicarte donde, he dejado mi nave en...
- ¡Un momento! ¿Quién eres tu? ¿Y qué haces aquí? ¿Por qué debo seguirte?
- ¡Oh, si! ¡Qué educación la mía! Me llamo Voso Teruna, soy hijo de Glador Teruna, Señor de Varidan y Lord Protector del Cinturón de Magarvor. También, y principalmente, soy discípulo del Maestro Retell, él te ha llamado, él te necesita y ahora si eres tan amable me gustaría que enfundaras ésa pistola bláster, no resulta muy agradable intentar ayudar a alguien mientras te apuntan con un arma ¿sabes?
- Aún no tengo muy claro quién eres y lo que hago aquí así que mientras me lo explicas todo despacio y bien clarito te seguiré apuntando.
- Mira, va a amanecer dentro de poco y éste Ala-X aquí es como un cebo jugoso en un río infestado de peces hambrientos, sabrán que estamos aquí...
- Ya saben que estamos aquí, mi escuadrón lo sabe. - Le dejó claro Jace.
- Vaya, eso no es bueno, no le va a gustar al Maestro saberlo...
- ¿Quién es ése Maestro Retell? ¿Por qué quiere ayudarme? ¿Y a qué quiere ayudarme?
- El Maestro Retell es el Jedi más poderoso de la Galaxia, aunque él mismo pondría todo lo que acabo de decir en duda; primero debido a que abandonó la Antigua Orden Jedi hace muchísimo tiempo y segundo debido a que él mismo no se considera poderoso (aunque sepa que lo es) sino sólo un anciano carcamal siempre a punto de morir. Pero es cierto, es el Jedi más poderoso... Puede que no sea un Caballero Jedi de la Antigua Orden pero ha sobrevivido durante varios miles de años y durante todo ése tiempo sus alumnos han sido muchísimos... Somos una pequeña fuerza de élite oculta y escondida al resto de la Galaxia que lo adora y que le debe, y siempre le deberá, sabiduría, enfoque, iluminación y respeto.
- ¿Un Maestro de Jedi? Yo conocí a un Jedi una vez... Él me ayudó... - Jace se relajó y bajó el bláster pero no lo enfundó - ¿Y para qué me ha llamado?
- Sólo sé que vas a enfrentarte a algo que ha visto en el futuro, algo para lo que no estás preparado y el Maestro quiere darte la oportunidad de superar ésa dificultad ofreciéndote entrenamiento... No sé más... Es tu futuro y no el mío, el Maestro no suele contarnos lo que nos depara el futuro, aunque él siempre lo sabe, ha visto el futuro de todos sus aprendices, pero nunca nos cuenta nada de eso, prefiere dejar que nosotros mismos alcancemos la habilidad para verlo claramente.
- ¿Cómo es que no he sabido que estabas aquí? ¿Lo has hecho tu? ¿Volverte invisible a los sensores es uno de tus poderes Jedi?
- Me temo que eso es cosa del Maestro Retell, su misma presencia le hace invisible a cualquier tipo de rastreo, a él y a los suyos siempre que estemos cerca de él, una habilidad que perfeccionó durante siglos tras haberse exiliado de la Orden. Ahora te ruego que me sigas, he dejado mi nave al borde de aquel acantilado, es una nave exploradora A-24 clase Sabueso de Incom, la reconocerás por su...
- Sé cómo es un A-24 clase Sabueso. - Le interrumpió Jace - Si no le has cambiado el color con la que la vende Incom es blanca con unas pocas franjas rojas, una fiable nave ligera de reconocimiento monoplaza construida para el sigilo y la velocidad, ligeramente más grande que un caza pesado que tiene...
- Si, si, si, muy bien, ya sé que reconocerás mi nave blanca con franjas rojas de Incom cuando aparezca sobre aquella vegetación. Tu solo mantén el Ala-X a punto de despegar y cuando me veas sígueme, te llevaré a nuestro hangar escondido. - Dijo Voso Teruna antes de darse la vuelta y desaparecer en la oscuridad de la espesura.
Cuando al cabo de un rato la nave monoplaza de Voso Teruna apareció en el horizonte Jace despegó a bordo de su Ala-X y la siguió. Durante unos minutos sobrevolaron la isla sin más para ir acercándose a un profundo acantilado en la orilla norte. La nave de Voso Teruna se dirigió de frente a la pared del acantilado y de repente desapareció...
Jace rectificó la ruta de vuelo cuando los sensores de la nave comenzaron a pitar sonoramente para advertir al piloto de que la ruta que llevaba le estrellaría irremediablemente contra una pared de sólida roca. Erre Tres comenzó a hacer preguntas que Jace no sabía responder.
- ¡No, no sé dónde se ha metido ése loco, Erre Tres! ¡Ha desaparecido! ¡No puede ser! ¿Que qué vamos a hacer ahora? No, no vamos a volver a la base... ¡No lo sé! Déjame pensar con claridad un minuto Erre Tres, necesito un momento para pensar... ¿Qué vamos a hacer ahora?
Jace respiró profundamente y trató de recordar a su antiguo amigo, a su antiguo maestro, a la única persona que había sido un auténtico padre para él, el anciano Caballero Jedi Dúnawax Suu Quol. ¿Qué habría hecho él?
En la profundidad de su mente recordó unas palabras que le había dicho hacía muchos años atrás su maestro... "No creas en tus ojos, no creas completamente en tus sentidos, Jace, éstos a veces nos engañan, los sentidos mienten mejor que las personas a veces, confía en tu mente, confía en tu fe, cuando creas que los ojos te estén engañando ciérralos y confía en tu instinto y en la Fuerza. Recuerda Jace, confía en tu instinto, confía en la Fuerza, es en lo único en lo que puedes confiar..."
Jace volvió a coger aire de forma sonora, giró la nave para enfilarla directamente contra la pared del acantilado y cerró los ojos para hacer avanzar a la nave de la forma más lenta posible hacia delante. Los sensores comenzaron a pitar y protestar, así como también protestaba y pitaba Erre Tres encajado en la popa del Ala-X... Más allá de los pitidos y ruidos del exterior Jace no sintió amenaza alguna en su interior, de hecho, y paradójicamente, comenzó a sentir una extraña paz que nunca había sentido, no con aquella intensidad. Cuando por fin todo el ruido exterior se detuvo Jace abrió los ojos y descubrió que se encontraba en el interior de un espacioso aunque modesto hangar de naves espaciales. Allí pudo ver estacionadas una nave exploradora de largo alcance Saltador Maestro SM-5000, un caza Ala-Y BTL-S3, un enorme carguero medio HT-2200 corelliano y una lanzadera Clase Lambda T-4A del Imperio... Vaya, vaya, vaya, allí estaba con toda probabilidad la nave imperial que tantos quebraderos de cabeza les había dado a él y al resto de la Alianza Rebelde.
Cuando Jace aterrizó por fin en el hangar, y pudo bajar del Ala-X, Voso Teruna estaba esperándole.
- Ven, voy a presentarte a los otros. - Le dijo.
Voso Teruna |
Jace Jukassa |
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