EL APRENDIZ DE SITH
Darth Ghul abrió la tienda de campaña en la que su maestro meditaba en el lado oscuro de la Fuerza y entró como se le había ordenado. Darth Akdar se encontraba sentado frente a una mesa tosca de madera barnizada en color negro. Al ver entrar a su aprendiz, Akdar retiró hacia atrás la capucha de su capa negra para revelar el rostro de un chiss maduro que tenía arrugas en su piel azul, pero en su cabello no había una sola cana y seguía guardando un aspecto atractivo, varonil e idealizado, como solían hacerlo todos los chiss en sus edades maduras, lo que hacía siempre muy difícil averiguar cuales eran sus edades reales.
- Veo que has renovado tu vestuario, como te dije, y has construido dos sables láser de la manera que te enseñé. Muy bien, Darth Ghul, ha comenzado tu entrenamiento aunque me gustaría que supieses ahora la auténtica razón de por qué he decidido instruirte. ¿No vas a preguntarme? Pregunta, anda... Pregúntame ¿por qué he decidido instruirte?
- ¿Por qué has decidido instruirme, maestro? - obedeció Ghul.
- Tanto tu como yo le debemos lealtad a aquel que se hace llamar mi maestro, Darth Sidious, nuestro Emperador Sheev Palpatine, pero debes saber que él, siendo como es el ser más poderoso de la Galaxia, ya nos ha traicionado. - Akdar hizo una pausa antes de continuar mientras escudriñaba el rostro de Ghul con el ceño fruncido, buscando el menor atisbo de sorpresa, desagrado o ira. El rostro de Ghul seguía siendo una máscara impertérrita de absoluta indiferencia. Sintiéndose complacido Akdar siguió hablando. - Al igual que tu yo tuve otro nombre antes de obtener mi nombre Sith; fui en su día, y al igual que tu, un Jedi, fui un bibliotecario en concreto. Me llamaba por aquel entonces Lenrat Sephis y era uno de los muchos que estaban al cargo de los Archivos y de la Biblioteca en el Templo Jedi. Mi especialidad era la historia de los Sith y otros cultos del lado oscuro, historia y culto que Palpatine, Sidious, ha traicionado.
Darth Akdar aprovechó éstas palabras rotundas para hacer otra pausa mientras se levantaba y continuó su alegato mientras caminaba alrededor de Darth Ghul.
- Hace unos mil años existió un poderosísimo Sith llamado Darth Bane... ¿Has oído hablar de él? Sería muy raro si no fuera así... - Ghul respondió afirmativamente y su maestro continuó hablando - Bien, muy bien, pues fue Darth Bane - aquel al que muchos consideramos como el Sith'Ari, el Elegido - quien impuso la Regla de Dos. Esto es: solo puede haber dos Sith al mismo tiempo, un maestro y un aprendiz. Pues Darth Sidious, nuestro Emperador Palpatine, no solo ha roto ésta regla, sino que no piensa cumplirla... Verás, Bane consideraba que el poder de la Fuerza no era como el fuego, sino que su poder era como el veneno... Es decir, él consideraba que el poder de la Fuerza no podía multiplicarse como el fuego, aquel que tuviese la "antorcha de la Fuerza" si pasaba ése fuego a otra "antorcha" el fuego no ardería con la misma intensidad, ése fuego se diluiría y, si se dividía demasiado, finalmente desaparecería... Por ésta razón Bane asimilaba la Fuerza al veneno, si un veneno lo divides muchas veces deja de ser eficaz y letal y dejar de ser lo que en un principio fue: veneno.
Darth Akdar hizo otra pausa, esta vez dio la espalda a su aprendiz, sabiendo que podía confiar en él, ya que éste aún tenía mucho que aprender con su ayuda y que él mismo también necesitaría de las habilidades de su aprendiz y de su colaboración en las pruebas a las que deberían enfrentarse juntos en un futuro muy próximo.
- Debes saber, Ghul, que el Emperador tiene muchos, muchos más aprendices de los necesarios, pero lo que es aún más blasfemo, no tiene intención de legar su poder a ninguno de ellos, no tiene intención de aportar ni un ápice de su conocimiento a sus aprendices ni de pasar el testigo a otro Sith. En definitiva, Darth Sidious tiene intención de ser inmortal. Ha "secuestrado" un planeta entero, lo ha "escondido" para el resto de la Galaxia llenándolo y saturándolo con ingentes cantidades de poder del lado oscuro y allí está construyendo su fábrica personal de clones de sí mismo. De ésta manera transferirá su espíritu y conciencia a uno de sus clones cuando se sienta morir y será, a todos los efectos, inmortal. Esto es una blasfemia contra los Sith y un insulto a su historia y su tradición. Debes saber que tu última prueba como mi aprendiz, la última prueba que todo Sith ha de pasar, impuesta por el mismísimo Darth Bane, es matarme, si puedes claro. Todo aprendiz debe saber, al iniciar su entrenamiento, cual será su última prueba y todo maestro debe saber que morirá asesinado por su aprendiz. Nada más importa. La supervivencia de la Orden Sith está por encima de todo, incluida tu vida o la mía ¿lo has comprendido Darth Ghul?
- Lo he comprendido, maestro, al finalizar mi entrenamiento debo matarte, ésa será la última de las pruebas a las que seré sometido... y tu final. También he comprendido que, aunque tenemos que aparentar ser leales al Emperador, él es un traidor para nosotros y deberemos prescindir de su ayuda.
- Si, muy bien, Darth Ghul, lo has comprendido, pero hay una cosa más que debes saber y es que ni yo ni el Emperador en persona lo sabemos todo. - Darth Akdar siguió hablando mientras caminaba hacia la mesa, donde abrió un cajón. - Debes saber también que hay secretos de los Sith que no pueden legarse a sólo un Sith, que deben ser compartidos o, de lo contrario, seguirán durmiendo para siempre, esperando al maestro y al aprendiz que sean lo suficientemente inteligentes, osados y poderosos como para colaborar y llegar más lejos que ninguno de sus predecesores. - Del cajón que había abierto Akdar sacó una rara y pequeña pirámide cristalina de color rojo, del tamaño de un puño, con símbolos extraños y arcanos grabados en cada uno de sus lados.
- Esto que ves aquí es el holocrón de Sorzus Syn. - Siguió explicando Akdar. - El Emperador en persona me lo dio, cansado de investigarlo, siendo incapaz de abrirlo solo o de descifrar sus secretos sin ayuda. Su egoísmo es nuestra ganancia, Ghul... ¿Sabes lo que es un holocrón, verdad Ghul? Fuiste guardián de Templo Jedi, y de uno importante, así que tienes que saberlo...
- Si, maestro, un holocrón es un artefacto o un receptáculo donde un Sith... o un Jedi, deja parte de su esencia vital y de su memoria para que otros puedan aprender de sus enseñanzas muchos, muchos años después de que el Sith o el Jedi en cuestión hayan fallecido.
- Si, si, eso es Darth Ghul. - Respondió el chiss. - Pues éste en concreto tiene entre seis mil y cinco mil años de antigüedad, mi aprendiz, perteneció a una de las primeras Jedi oscuras, una de los primeros Sith - tal y como los conocemos hoy en día - contiene la memoria y parte de la esencia vital de Sorzus Syn, la Alquimista, y solo puede abrirse si tu y yo colaboramos.
Jace Jukassa estaba al mando del Escuadrón Vórtice y no pensaba salir de la atmósfera de Tylos sin averiguar a ciencia cierta si el Imperio había llegado tan lejos. Llevaban horas de patrulla sobre el océano y se acercaba la noche así que Jace ordenó a su escuadrón aterrizar en una de las islas y continuar con el reconocimiento por la mañana. Improvisaron un campamento y establecieron guardias para estar alerta ante cualquier indicio imperial o ante cualquier otro peligro imprevisto.
Pero lo imprevisto no sucedió fuera, sino dentro de la cabeza de Jace, quien sufrió unos extraños sueños con imágenes y voces muy vívidas y reales...
- "Jace..." - Le llamaba la voz de un anciano. - "Jace Jukassa..." - Repetía una y otra vez aquella voz mientras veía imágenes de un pequeño ser, un alienígena de pequeño tamaño, parecido a un pájaro antropomorfo, que se apoyaba en un largo bastón de madera lleno de extrañas curvas y que tenía el cuerpo cubierto de plumas blancas.
- "El Maestro Retell te está buscando" - Decía otra voz masculina mientras veía imágenes de un hombre joven sonriente de piel negra, poco mayor que él, vestido con ropas caras y glamurosas. Una sensación cálida y placentera llenó su mente y supo al instante que aquel hombre no le era hostil, era... o sería, cuando lo conociera por fin, un amigo...
- "El Maestro Retell..." - Escuchó esta vez una voz femenina mientras veía imágenes de una alta alienígena de enorme cuerpo mitad pez, mitad serpiente, mitad humano... Sus escamas azules refulgían con las luces del panel de mandos de una cabina de piloto... - "El Maestro Retell..." - Repitió la voz de la extraña alienígena. - "El Maestro Retell te necesita..."
Jace despertó. "El Maestro Retell", pensó para sí mismo... ¿Quién era el Maestro Retell? ¿Sería un maestro de Jedi? Hacía doce años que había muerto Dúnawax Suu Quol, su antiguo tutor, su antiguo maestro, el anciano Caballero Jedi que le había regalado su sable de luz cuando murió. El anciano Suu Quol le había enseñado unos cuántos trucos mentales que Jace había usado todos estos años para pilotar mejor que ningún otro rebelde... Hacía doce años que no sabía nada de los Jedi y hacía seis que había perdido la esperanza, no sólo de encontrar otro maestro, sino de encontrar jamás a ningún otro Jedi...
¡Un momento! ¡La cabina de la nave que pilotaba la alienígena de escamas azules! ¡¡¡Conocía aquella nave!!! ¡¡¡Era la cabina de piloto de una Lanzadera imperial clase Lambda!!!
Jace se levantó y se puso el traje de piloto. Tenía que encontrar aquella nave, debía encontrarla, "algo" en su fuero interno lo acuciaba a llegar hasta la Lanzadera imperial pilotada por la extraña alienígena de escamas azules y "algo" le decía dónde podía estar... ése "algo" tiraba de él con una fuerza irresistible. Dos de sus compañeras pilotos, aquellas subordinadas suyas a las que les tocaba hacer guardia, se levantaron alarmadas al ver a su superior vestido y preparado para el combate aéreo.
- ¿Qué pasa, Jace? - Le preguntó Mercedes Vanadíaz. - ¿Nos ponemos todos en marcha?
- No, no, Mercedes, no pasa nada... Tu y los demás quedaros aquí, yo creo que he dejado pasar algo por alto... En alguna de las islas que ayer sobrevolamos... Tengo una corazonada...
- Vale, entonces deja que despertemos al resto de los chicos y que vayamos un par de nosotros contigo, no voy a permitir que nuestro superior corra ningún riesgo innecesario. - Expuso la cabo Lira Nerdeker, la mejor amiga de Mercedes Vanadíaz.
- ¡No! - Incluso Jace se asustó de la propia violencia de su contestación e intentó mostrarse más calmado cuando volvió a abrir la boca. - No, quiero decir que no es necesario Lira, mira éstas serán mis coordenadas - Jace se acercó a un módulo de datos, tecleó unos números y apareció un holograma con forma de mapa. Con un círculo rojo parpadeaba el lugar en el que se encontraban, luego se amplió el mapa y Jace marcó una isla a unos ciento cincuenta kilómetros hacia el este de donde se encontraban con un círculo azul parpadeante. - Aquí podréis encontrarme, cada hora en punto mandaré una señal, si de repente no recibierais mi señal podéis venir a éstas coordenadas e investigar lo que me ha ocurrido, además, tengo a Erre Tres para cubrirme las espaldas.
- Muy bien, como quieras pero ¿podemos saber por qué tanto secretismo? ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué es lo que hay en esa isla y qué no podemos saber? - Preguntó Lira.
- Creo que sé por qué se han visto sobrevolando en estos cielos a naves del Imperio y creo que sé quienes las están pilotando pero no pertenecen al Nuevo Orden, deben ser naves que han robado. Me están buscando a mí y tengo que ir solo, chicas.
Mercedes Vanadíaz y Lira Nerdeker se miraron la una a la otra y luego centraron su atención en su superior.
- Puede ser una trampa. - Dijo Mercedes.
- No, no creo que sea una trampa, podéis estar tranquilas, creo que es gente que necesita a la Alianza Rebelde, gente que me necesita a mi, aun no sé por qué, pero lo descubriré y regresaré.
- Veo que has renovado tu vestuario, como te dije, y has construido dos sables láser de la manera que te enseñé. Muy bien, Darth Ghul, ha comenzado tu entrenamiento aunque me gustaría que supieses ahora la auténtica razón de por qué he decidido instruirte. ¿No vas a preguntarme? Pregunta, anda... Pregúntame ¿por qué he decidido instruirte?
- ¿Por qué has decidido instruirme, maestro? - obedeció Ghul.
- Tanto tu como yo le debemos lealtad a aquel que se hace llamar mi maestro, Darth Sidious, nuestro Emperador Sheev Palpatine, pero debes saber que él, siendo como es el ser más poderoso de la Galaxia, ya nos ha traicionado. - Akdar hizo una pausa antes de continuar mientras escudriñaba el rostro de Ghul con el ceño fruncido, buscando el menor atisbo de sorpresa, desagrado o ira. El rostro de Ghul seguía siendo una máscara impertérrita de absoluta indiferencia. Sintiéndose complacido Akdar siguió hablando. - Al igual que tu yo tuve otro nombre antes de obtener mi nombre Sith; fui en su día, y al igual que tu, un Jedi, fui un bibliotecario en concreto. Me llamaba por aquel entonces Lenrat Sephis y era uno de los muchos que estaban al cargo de los Archivos y de la Biblioteca en el Templo Jedi. Mi especialidad era la historia de los Sith y otros cultos del lado oscuro, historia y culto que Palpatine, Sidious, ha traicionado.
Darth Akdar aprovechó éstas palabras rotundas para hacer otra pausa mientras se levantaba y continuó su alegato mientras caminaba alrededor de Darth Ghul.
- Hace unos mil años existió un poderosísimo Sith llamado Darth Bane... ¿Has oído hablar de él? Sería muy raro si no fuera así... - Ghul respondió afirmativamente y su maestro continuó hablando - Bien, muy bien, pues fue Darth Bane - aquel al que muchos consideramos como el Sith'Ari, el Elegido - quien impuso la Regla de Dos. Esto es: solo puede haber dos Sith al mismo tiempo, un maestro y un aprendiz. Pues Darth Sidious, nuestro Emperador Palpatine, no solo ha roto ésta regla, sino que no piensa cumplirla... Verás, Bane consideraba que el poder de la Fuerza no era como el fuego, sino que su poder era como el veneno... Es decir, él consideraba que el poder de la Fuerza no podía multiplicarse como el fuego, aquel que tuviese la "antorcha de la Fuerza" si pasaba ése fuego a otra "antorcha" el fuego no ardería con la misma intensidad, ése fuego se diluiría y, si se dividía demasiado, finalmente desaparecería... Por ésta razón Bane asimilaba la Fuerza al veneno, si un veneno lo divides muchas veces deja de ser eficaz y letal y dejar de ser lo que en un principio fue: veneno.
Darth Akdar hizo otra pausa, esta vez dio la espalda a su aprendiz, sabiendo que podía confiar en él, ya que éste aún tenía mucho que aprender con su ayuda y que él mismo también necesitaría de las habilidades de su aprendiz y de su colaboración en las pruebas a las que deberían enfrentarse juntos en un futuro muy próximo.
- Debes saber, Ghul, que el Emperador tiene muchos, muchos más aprendices de los necesarios, pero lo que es aún más blasfemo, no tiene intención de legar su poder a ninguno de ellos, no tiene intención de aportar ni un ápice de su conocimiento a sus aprendices ni de pasar el testigo a otro Sith. En definitiva, Darth Sidious tiene intención de ser inmortal. Ha "secuestrado" un planeta entero, lo ha "escondido" para el resto de la Galaxia llenándolo y saturándolo con ingentes cantidades de poder del lado oscuro y allí está construyendo su fábrica personal de clones de sí mismo. De ésta manera transferirá su espíritu y conciencia a uno de sus clones cuando se sienta morir y será, a todos los efectos, inmortal. Esto es una blasfemia contra los Sith y un insulto a su historia y su tradición. Debes saber que tu última prueba como mi aprendiz, la última prueba que todo Sith ha de pasar, impuesta por el mismísimo Darth Bane, es matarme, si puedes claro. Todo aprendiz debe saber, al iniciar su entrenamiento, cual será su última prueba y todo maestro debe saber que morirá asesinado por su aprendiz. Nada más importa. La supervivencia de la Orden Sith está por encima de todo, incluida tu vida o la mía ¿lo has comprendido Darth Ghul?
- Lo he comprendido, maestro, al finalizar mi entrenamiento debo matarte, ésa será la última de las pruebas a las que seré sometido... y tu final. También he comprendido que, aunque tenemos que aparentar ser leales al Emperador, él es un traidor para nosotros y deberemos prescindir de su ayuda.
- Si, muy bien, Darth Ghul, lo has comprendido, pero hay una cosa más que debes saber y es que ni yo ni el Emperador en persona lo sabemos todo. - Darth Akdar siguió hablando mientras caminaba hacia la mesa, donde abrió un cajón. - Debes saber también que hay secretos de los Sith que no pueden legarse a sólo un Sith, que deben ser compartidos o, de lo contrario, seguirán durmiendo para siempre, esperando al maestro y al aprendiz que sean lo suficientemente inteligentes, osados y poderosos como para colaborar y llegar más lejos que ninguno de sus predecesores. - Del cajón que había abierto Akdar sacó una rara y pequeña pirámide cristalina de color rojo, del tamaño de un puño, con símbolos extraños y arcanos grabados en cada uno de sus lados.
- Esto que ves aquí es el holocrón de Sorzus Syn. - Siguió explicando Akdar. - El Emperador en persona me lo dio, cansado de investigarlo, siendo incapaz de abrirlo solo o de descifrar sus secretos sin ayuda. Su egoísmo es nuestra ganancia, Ghul... ¿Sabes lo que es un holocrón, verdad Ghul? Fuiste guardián de Templo Jedi, y de uno importante, así que tienes que saberlo...
- Si, maestro, un holocrón es un artefacto o un receptáculo donde un Sith... o un Jedi, deja parte de su esencia vital y de su memoria para que otros puedan aprender de sus enseñanzas muchos, muchos años después de que el Sith o el Jedi en cuestión hayan fallecido.
- Si, si, eso es Darth Ghul. - Respondió el chiss. - Pues éste en concreto tiene entre seis mil y cinco mil años de antigüedad, mi aprendiz, perteneció a una de las primeras Jedi oscuras, una de los primeros Sith - tal y como los conocemos hoy en día - contiene la memoria y parte de la esencia vital de Sorzus Syn, la Alquimista, y solo puede abrirse si tu y yo colaboramos.
UNA MISIÓN REBELDE
Jace Jukassa pilotaba su caza estelar Ala-X T-65 surcando los cielos de Tylos, el planeta repleto de océanos en el interior del Cúmulo de Jaga, muy próximo a la base rebelde que se encontraba en el cercano planeta de Jagomir.
Al igual que el selvático Jagomir, el planeta de Tylos estaba inexplorado y era una completa incógnita para el conjunto de la Galaxia ya que su ubicación en el interior del Cúmulo de Jaga hacía muy difícil y peligroso el viaje hiperespacial hasta aquel rincón del universo. Era necesario saltar al hiperespacio casi una docena de veces para llegar y en cada uno de los saltos había que hacer ajustes precisos para no acabar impactando contra un cúmulo de gases peligrosos o una nube de asteroides, así que sólo los pilotos más hábiles y audaces (o también los más temerarios y locos) como Jace eran capaces de atreverse a realizar aquella misión de reconocimiento.
Aquella misión era ciertamente extraña, había rumores de otros pilotos rebeldes exploradores que decían haber visto naves del Imperio en Tylos, lo cual era desconcertante y digno de auténtica preocupación. Si el Imperio había llegado a aquel planeta podía llegar, de igual manera, a Jagomir, encontrar la base rebelde Resolución y acabar con la célula rebelde a la que Jace pertenecía.
Jace Jukassa estaba al mando del Escuadrón Vórtice y no pensaba salir de la atmósfera de Tylos sin averiguar a ciencia cierta si el Imperio había llegado tan lejos. Llevaban horas de patrulla sobre el océano y se acercaba la noche así que Jace ordenó a su escuadrón aterrizar en una de las islas y continuar con el reconocimiento por la mañana. Improvisaron un campamento y establecieron guardias para estar alerta ante cualquier indicio imperial o ante cualquier otro peligro imprevisto.
Pero lo imprevisto no sucedió fuera, sino dentro de la cabeza de Jace, quien sufrió unos extraños sueños con imágenes y voces muy vívidas y reales...
- "Jace..." - Le llamaba la voz de un anciano. - "Jace Jukassa..." - Repetía una y otra vez aquella voz mientras veía imágenes de un pequeño ser, un alienígena de pequeño tamaño, parecido a un pájaro antropomorfo, que se apoyaba en un largo bastón de madera lleno de extrañas curvas y que tenía el cuerpo cubierto de plumas blancas.
- "El Maestro Retell te está buscando" - Decía otra voz masculina mientras veía imágenes de un hombre joven sonriente de piel negra, poco mayor que él, vestido con ropas caras y glamurosas. Una sensación cálida y placentera llenó su mente y supo al instante que aquel hombre no le era hostil, era... o sería, cuando lo conociera por fin, un amigo...
- "El Maestro Retell..." - Escuchó esta vez una voz femenina mientras veía imágenes de una alta alienígena de enorme cuerpo mitad pez, mitad serpiente, mitad humano... Sus escamas azules refulgían con las luces del panel de mandos de una cabina de piloto... - "El Maestro Retell..." - Repitió la voz de la extraña alienígena. - "El Maestro Retell te necesita..."
Jace despertó. "El Maestro Retell", pensó para sí mismo... ¿Quién era el Maestro Retell? ¿Sería un maestro de Jedi? Hacía doce años que había muerto Dúnawax Suu Quol, su antiguo tutor, su antiguo maestro, el anciano Caballero Jedi que le había regalado su sable de luz cuando murió. El anciano Suu Quol le había enseñado unos cuántos trucos mentales que Jace había usado todos estos años para pilotar mejor que ningún otro rebelde... Hacía doce años que no sabía nada de los Jedi y hacía seis que había perdido la esperanza, no sólo de encontrar otro maestro, sino de encontrar jamás a ningún otro Jedi...
¡Un momento! ¡La cabina de la nave que pilotaba la alienígena de escamas azules! ¡¡¡Conocía aquella nave!!! ¡¡¡Era la cabina de piloto de una Lanzadera imperial clase Lambda!!!
Jace se levantó y se puso el traje de piloto. Tenía que encontrar aquella nave, debía encontrarla, "algo" en su fuero interno lo acuciaba a llegar hasta la Lanzadera imperial pilotada por la extraña alienígena de escamas azules y "algo" le decía dónde podía estar... ése "algo" tiraba de él con una fuerza irresistible. Dos de sus compañeras pilotos, aquellas subordinadas suyas a las que les tocaba hacer guardia, se levantaron alarmadas al ver a su superior vestido y preparado para el combate aéreo.
- ¿Qué pasa, Jace? - Le preguntó Mercedes Vanadíaz. - ¿Nos ponemos todos en marcha?
- No, no, Mercedes, no pasa nada... Tu y los demás quedaros aquí, yo creo que he dejado pasar algo por alto... En alguna de las islas que ayer sobrevolamos... Tengo una corazonada...
- Vale, entonces deja que despertemos al resto de los chicos y que vayamos un par de nosotros contigo, no voy a permitir que nuestro superior corra ningún riesgo innecesario. - Expuso la cabo Lira Nerdeker, la mejor amiga de Mercedes Vanadíaz.
- ¡No! - Incluso Jace se asustó de la propia violencia de su contestación e intentó mostrarse más calmado cuando volvió a abrir la boca. - No, quiero decir que no es necesario Lira, mira éstas serán mis coordenadas - Jace se acercó a un módulo de datos, tecleó unos números y apareció un holograma con forma de mapa. Con un círculo rojo parpadeaba el lugar en el que se encontraban, luego se amplió el mapa y Jace marcó una isla a unos ciento cincuenta kilómetros hacia el este de donde se encontraban con un círculo azul parpadeante. - Aquí podréis encontrarme, cada hora en punto mandaré una señal, si de repente no recibierais mi señal podéis venir a éstas coordenadas e investigar lo que me ha ocurrido, además, tengo a Erre Tres para cubrirme las espaldas.
- Muy bien, como quieras pero ¿podemos saber por qué tanto secretismo? ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué es lo que hay en esa isla y qué no podemos saber? - Preguntó Lira.
- Creo que sé por qué se han visto sobrevolando en estos cielos a naves del Imperio y creo que sé quienes las están pilotando pero no pertenecen al Nuevo Orden, deben ser naves que han robado. Me están buscando a mí y tengo que ir solo, chicas.
Mercedes Vanadíaz y Lira Nerdeker se miraron la una a la otra y luego centraron su atención en su superior.
- Puede ser una trampa. - Dijo Mercedes.
- No, no creo que sea una trampa, podéis estar tranquilas, creo que es gente que necesita a la Alianza Rebelde, gente que me necesita a mi, aun no sé por qué, pero lo descubriré y regresaré.
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