Notas previas:
Ésta es la continuación de la historia de un personaje que hice para una campaña del juego de rol "El Señor de los Anillos", que mi hermano hace años iba a ambientar en la Primera Edad de la Tierra Media que J. R. R. Tolkien narró en su libro "El Silmarillion" (en base a textos recopilados por su hijo, quien fue también responsable de su edición).
Tras un desengaño amoroso borré la historia del personaje que narraba los primeros siglos de vida de un Elfo Noldo que había nacido en Valinor con el nombre de Taralmië, que siguió a Fëanor a la Tierra Media y que fue prisionero de los siervos de Morgoth en su fortaleza de Angband.
Tras haber tenido unos extraños sueños, se me ha ocurrido ésta continuación de aquella historia y de su protagonista, el Elfo Noldo que, tras escapar de su cautiverio en Angband gracias al poder de un anillo mágico, abandona su antiguo nombre y adopta el de Draugor (en sindarin significa "temor de lobo").
VI
Kelethil y Draugor entraron en "El Jabalí con Alas", una de las muchas posadas de Esgaroth, la Ciudad del Lago. Hacía mucho tiempo que no se daban un buen baño y que no probaban algo bien cocinado, un estofado, por ejemplo, con salsa y patatas... Así que estaban ansiosos por probar la cocina local (por muy mala que fuera) y descansar un par de días tras adecentar su cuerpo con agua caliente y algo de jabón.
Durante el viaje, Kelethil se había dado cuenta de que Draugor estaba muy lejos de ser un Elfo normal. No había conocido a ningún otro Noldo, pero por lo poco que sabía estaba convencida de que tampoco podía seguir con vida un Noldo como él. Era como si... hubiera dejado de ser Elfo. Sus modos y costumbres se asemejaban más a las de un humano que a cualquier otra raza de la Tierra Media, e incluso lo había sorprendido cazando al modo orco y hablando en éste idioma para burlarse de ella, o a veces como simple exclamación de asombro o pesar... Debía pensar que ella no le entendía en uno de los idiomas usados por los Enemigos, pero, aunque no hablaba el idioma con fluidez, entendía la mayor parte de las palabras o el sentido de las frases que surgían de la boca de aquel extraño Elfo, que no lo parecía.
Aquello no era lo más singular que había sucedido durante el viaje (pues Kelethil sabía que Draugor había vivido mucho tiempo junto a los orcos), lo más raro de todo era que ella notaba el peso de las muchas Edades y años que Draugor había vivido, como si estar junto al Noldo (que "ya no lo era") hacía que viajara más lenta, más pesada, como si se cansara del simple hecho de caminar, de vivir... Sus ropas, que jamás antes se habían manchado si quiera, comenzaban a oler a sudor y a tener rotos y descosidos... ¡Ropas élficas! ¡¿Cómo era aquello posible?!
Se dijo que debía ser por efecto de "la maldición de Mandos" o el "Hado de los Noldor", que aún pesaba sobre toda su raza, pues, tras el asesinato de los Teleri en las costas de Valinor para robarles sus barcos, se dice que Mandos los sentenció de ésta manera:
Lágrimas innumerables derramaréis; y los Valar cercarán Valinor contra vosotros, y os dejarán fuera, de modo que ni siquiera el eco de vuestro lamento pasará sobre las montañas.
Sobre la Casa de Fëanor la cólera de los Valar cae desde el Occidente hasta el extremo Oriente, y sobre todos los que los sigan caerá del mismo modo.
El juramento los impulsará, pero también los traicionará, e incluso llegará a arrebatarles los mismos tesoros que han jurado perseguir.
A mal fin llegará todo lo que empiecen bien; y esto acontecerá por la traición del hermano al hermano, y por el temor a la traición. Serán para siempre los Desposeídos.
Habéis vertido la sangre de vuestros parientes con injusticia y habéis manchado la tierra de Aman. Por la sangre devolveréis sangre y más allá de Aman moraréis a la sombra de la Muerte. Porque aunque Eru os destinó a no morir en Eä, y ninguna enfermedad puede alcanzaros, podéis ser asesinados, y asesinados seréis: por espada y por tormento y por dolor; y vuestro espíritu sin morada se presentará entonces ante Mandos.
Allí moraréis durante un tiempo muy largo, y añoraréis vuestro cuerpo, y encontraréis escasa piedad, aunque todos los que habéis asesinado rueguen por vosotros. Y a aquellos que resistan en la Tierra Media y no comparezcan ante Mandos, el mundo los fatigará como si los agobiara un gran peso, y serán como sombras de arrepentimiento antes que aparezca la raza más joven.
Los Valar han hablado.
Kelethil había querido preguntarle en más de una ocasión cómo había sido el ataque a los Teleri en las Tierras de Aman, cómo se sentía, si es que sentía algo por aquel suceso que él mismo protagonizó durante la Primera Edad. Pero, aunque las preguntas habían surgido de forma clara en su mente, no se atrevió a verbalizarlas. Y una noche, cuando Draugor ya se había girado en su saco de dormir para descansar, le habló sin mirarla...
"Te lo diré, porque llevas unos días pensando en preguntármelo y no te atreves", dijo. "Es como una pesadilla, la peor de todas las pesadillas, pues ésta ocurrió de verdad. No pude evitarlo, nadie pudo evitarlo, Fëanor supo usarnos y nos dejamos dirigir inflamados por la ira del momento. Yo era muy muy joven, estúpido, ignorante, débil y vulnerable. He hecho cosas malvadas y horribles en el mundo durante todos los incontables años que he hollado la Tierra, pero solo me arrepiento de lo que hicimos aquélla noche, la noche que creímos que nunca cesaría... Nos equivocamos... de principio a fin, es un peso que nunca podré quitarme, un dolor que jamás sanará, una pesadilla con la que soñaré todas las noches... Ahora ya te lo he contado, mañana haremos como si no te he dicho nada, ya sabes lo que querías saber así que jamás vuelvas a pensar en preguntarme sobre ello, jamás mencionarás aquel suceso o me iré y no volverás a verme".
Cuando Kelethil hubo saciado su curiosidad decidió entonces seguir el consejo de Draugor y procuró abandonar éstas preguntas de su mente, al menos las preguntas referidas al "Hado de los Noldor" y la noche en la que asesinaron Teleri en las costas de Valinor.
"El Jabalí con Alas" estaba muy concurrido y animado aquella tarde, especialmente en unas mesas que había al fondo, donde las risas, los gritos y las exclamaciones destacaban entre las demás. Allí parecía estar teniendo suceso una competición de beber cerveza y una joven Enana, que parecía estar aún sobria, se encontraba en el medio de un montón de humanos en diferentes estados de embriaguez.
- ¡Maldita sea! ¡No puede ser! - exclamó uno de los hombres.
- ¡Ya me debes el doble! ¡Has dicho doble o nada, pardillo! - se burló la Enana.
La gente, al ver a los Elfos entrando en la posada, se quedó callada de repente y dejaron lo que estaban haciendo para observar a aquéllas dos extrañas figuras. El silencio llegó hasta el fondo de la sala, donde la Enana descubrió a los recién llegados.
- ¡Por fin están aquí! ¡Ya era hora! - exclamó.
Aquella Enana se acercó hasta los Elfos y se dirigió al posadero.
- ¡Eh, Gramier, dos cervezas para éstos dos...! ¡O lo que quieran beber! ¡Yo les invito! ¡Pero venid! - dijo dirigiéndose a los Elfos - ¡No seáis tímidos! ¡Éstos humanos no han visto un Elfo desde que Thranduil y su ejército abandonaron la Montaña Solitaria! ¡No pasa nada! Venid, sentaos...
- Un momento... ¿Acaso nos conocemos y te he olvidado por arte de magia? - preguntó Kelethil.
- No, no nos conocemos, eso es cierto, pero hace unas tres semanas os cruzasteis con unos comerciantes Enanos montados en carros tirados por bueyes: la comitiva de Rother "Sombrainquieta" y los suyos, mientras atravesabais el Viejo Camino del Bosque Negro. Es extraño que dos Elfos usen el Camino en lugar de atravesar el Bosque... Muy raro... Por eso Rother se paró a hablar con vosotros. Hace más de una semana que llegó y me contó que veníais hacia aquí. Sé a dónde vais, sé a qué vais y quiero apuntarme.
- Vamos a ver... - trató de razonar Kelethil - ¿Ni siquiera nos hemos presentado y quieres venir con nosotros?
- ¡Ay! ¡Tienes razón! ¡Qué maleducada! Mi nombre es Gala, Gala "Trenzaslargas", es por mi hermoso cabello pelirrojo ¿sabéis?
- Ya. - Respondió Kelethil. - Y supongo que te dedicas a desplumar a los pobres e ilusos humanos bebiendo cerveza y apostando por ello, porque tienes el rostro de una niña, cuando en realidad eres una Enana y por lo tanto podrías tener cientos de años.
- Ciento cincuenta y siete, para ser exactos. Aunque lo de desplumar a los humanos es sólo un pasatiempo, en realidad. Soy guerrera. Y muy buena, si se me permite decirlo. Luché en la Batalla de los Cinco Ejércitos y no se me dio nada mal eso de matar trasgos. Estoy preparada para matar algo más grande como... ¿orcos? o tal vez ¿licántropos? Estoy deseando ver cómo mi hacha se desenvuelve en una lucha contra los licántropos.
- Vamos en busca de dos armas mágicas. - Intervino Draugor, ésta vez. - Es posible que no encontremos mucho tesoro que podamos repartirnos ¿sabes eso?
- No... lo cierto es que Rother no me contó ése detalle... Pero me da igual, no tengo ninguna razón para regresar a casa. Lo más interesante y útil que pueden hacer los míos es destacarme a un puesto de guardia y creedme cuando os digo que eso es lo más aburrido que un guerrero Enano puede hacer. Además, todos me subestiman por ser una chica, cuando posiblemente sea una de las mejores guerreras de toda mi raza.
- No te adelantes, eso está por ver. Siempre y cuando pague nuestro alojamiento aquí yo la acepto. - Replicó finalmente Draugor ante Kelethil.
La Elfa miró de soslayo a Draugor y luego se dirigió a la Enana con una sonrisa.
- Gala, querida, hay muchas más cosas de nuestro viaje que no sabes, como por ejemplo que necesitamos esas armas mágicas para acabar con una criatura que Morgoth creó hace mucho tiempo. Una criatura sumamente peligrosa y...
- ¡Me apunto! ¡Quiero ayudaros a matar a ésa criatura también! ¡Aceptadme, por favor!
- Kelethil, - dijo el Noldo - necesitamos más ayuda de la que sólo tú y yo podemos prestarnos. Nos enfrentamos a un mal cuyas habilidades y fortalezas desconocemos, por no hablar de su número. Necesitamos "más guerreros" y la ayuda de la Enana nos viene muy bien.
- Está bien, - suspiró finalmente Kelethil - pero como ha dicho Draugor, te unes a nuestro viaje y a nuestra misión con la condición de que pagues todos nuestros gastos en ésta posada.
- ¡Hecho! ¡No os arrepentiréis!
Gala "Trenzaslargas" |
Gala "Trenzaslargas" |