jueves, 7 de marzo de 2024

DUNE PARTE 2 Y EL ANTI-KWUISATZ HADERACH DE DENIS VILLENEUVE

 


Dune parte 2


"La grandeza es una experiencia transitoria. Nunca es consistente. Depende en parte de la imaginación humana creadora de mitos. La persona que experimenta la grandeza debe percibir el mito que la circunda. Debe reflexionar que es proyectado sobre él. Y debe mostrarse fuertemente inclinado a la ironía. Esto le impedirá creer en su propia pretensión. La ironía le permitirá actuar independientemente de ella misma. Sin esta cualidad, incluso una grandeza ocasional puede destruir a un hombre.

De Frases escogidas de Muad'Dib, por la Princesa Irulan."

"Mi padre me dijo en una ocasión que el respeto por la verdad es casi el fundamento de toda moral. Nada puede surgir de la nada, dijo. Y esto es un profundo pensamiento si uno concibe hasta qué punto puede ser inestable la verdad.

De Conversaciones con Muad'Dib, por la Princesa Irulan."

Dune, Frank Herbert, 1965.


Y por fin, tras una pandemia y dos huelgas en Hollywood, se estrenó Dune: parte 2. No voy a negar que era, sin dudas, la película que más esperaba ver desde el estreno de Dune: parte 1 en 2020, teniendo en cuenta que Dune, la novela, es, con toda probabilidad, mi novela favorita. Para quien quiera leer mi crítica sobre la novela aquí dejo un anterior artículo de éste blog, que escribí allá por 2014: https://carloslopezvalledor.blogspot.com/2014/10/dune.html  . Y para quien quiera leer mi primera "crítica" sobre Dune: parte 1 aquí dejaré mi comentario (más que crítica en sí): https://carloslopezvalledor.blogspot.com/2021/09/dune-explicado-para-perezosos-y-la.html

En este último comentario no quise hacer una crítica cinematográfica al uso, por eso digo que es más bien un "comentario", porque la historia de Dune no estaba completa, y ahora, que por fin Villeneuve ha llegado al final de la novela, podré dedicarme más a aspectos puramente cinematográficos.

Dune parte 2

Una vez más, como ocurrió durante la primera parte allá por el lejano 2020 (han ocurrido muchísimas cosas desde entonces), se ha calificado a ésta película de "blockbuster de autor". Sin lugar a dudas Denis Villeneuve se ha convertido, tras estas dos películas, La Llegada (2016, de la que tengo una crítica en éste mismo blog: https://carloslopezvalledor.blogspot.com/2016/11/la-llegada-critica-de-la-pelicula.html ) y la secuela de la famosísima Blade Runner, Blade Runner 2049 (2018, y de las que tengo otra crítica en el blog: https://carloslopezvalledor.blogspot.com/2018/09/suenan-los-androides-con-ovejas.html ), en el director de las películas de ciencia-ficción de ésta generación por antonomasia.

Lo había demostrado con otras de sus películas, pero su manera de "ver", rodar y mostrar los paisajes, sean estos naturales o no, es algo asombrosamente apabullante, épico, grandioso y grandilocuente, en los mejores sentidos de todas estas acepciones. No creo que pudiera haber un mejor director, hoy en día, para volver a llevar ésta historia a la gran pantalla como él, y como su director de fotografía: Greig Fraser, quien ya había trabajado en la primera parte de la película.

Dune parte 2

Habiendo sacado a relucir los paisajes y los encuadres de las secuencias, lo que acabo de decir denota que, tanto la primera parte como ésta segunda, son dos películas que han de verse en la pantalla más grande posible. Es la escala de la película, grandiosa, como lo es la escala de la historia que aquí se narra... Pero antes de hablar de la historia en sí querría tratar más de los aspectos cinematográficos, algo que no hice cuando hablé de la primera parte.

Todo en estas dos películas ha sido cuidado con detalle y esmero y eso se ve reflejado en cada plano, en cada encuadre, la producción ha sido igualmente épica, dándonos un trabajo de vestuario de premio Óscar, ya sea en los vestidos de gala, como en las vestimentas de supervivencia Fremen: los destiltrajes. Todo se ve creíble, "realista", funcional y acorde a las situaciones y a los personajes.

Las iluminaciones también han sido importantes: desde las salas nocturnas del Castillo de los Atreides en Caladan, hasta las puestas de sol en la tórrida Arrakis; desde los efectos luminosos de los escudos de energía, con su llamativo "efecto holtzman", a la fría iluminación en blanco y negro de Giedi Prime...

Planos y encuadre, fotografía y luz, todos los aspectos puramente visuales, en ambas películas, son de Óscar. Producción, vestuario... ¡¡aaaa!! ¡¡y el maquillaje!! con los tatuajes de los Mentat y el Doctor Yueh, en la primera parte, y los tatuajes rituales de la Reverenda Madre de los Fremen (en la que se convierte Lady Jessica), en la segunda parte, las pálidas carnes de los Harkonnen o la sangre reseca que mancha las capas jubba y los destiltrajes durante la batalla final, en la segunda parte.

Dune parte 2

Todo nos dice que ambas producciones han sido cuidadas en el aspecto visual como ninguna otra adaptación de Dune lo había hecho hasta hoy en día. De todas maneras no habría sido posible. Durante los 80, cuando David Lynch se empeñó en rodar y estrenar su peculiar fracaso de "Dune", solo una rareza cinematográfica como Star Wars (conocida entonces como La Guerra de las Galaxias, aquí en España), había conseguido hacer una "saga" cinematográfica sobre una epopeya espacial que, precisamente, bebía como ninguna otra historia de la novela de Frank Herbert. Sin embargo, George Lucas convirtió la historia de Dune, con su Star Wars, en una narración "mainstream" (para todos los públicos, vaya), infantilizada, e incluso con sus buenas dosis de humor, algo totalmente ajeno y contrario a lo que Dune realmente es.

Star Wars fue, precisamente, un síntoma de que el CINE, como industria, como arte, y como proceso social también, no estaba preparado entonces para ver el nacimiento de una historia tan seria y trascendental como lo es Dune. Y esto es algo que David Lynch no supo comprender. Ni el gran público ni la industria cinematográfica estaban preparados entonces para producir y "digerir" semejante epopeya espacial, semejante epopeya humana, semejante epopeya mesiánica y religiosa. Porque precisamente la complejidad y profundidad de la historia de Dune, hacía que no pudiera llevarse satisfactoriamente a la gran pantalla entonces.

Pero, como todo en la vida, las cosas cambian. La ramificación de la saga original de Star Wars, como "el monstruo" cinematográfico en que se ha convertido con el tiempo, las precuelas de 1999, de 2002 y de 2005, la posterior saga de animación en "The Clone Wars" y "Star Wars: Rebels", la trilogía Disney de 2015, 2017 y 2019, las historias "independientes" de la saga como "Rogue One: una historia de Star Wars" o "Han Solo" (de 2016 y de 2018, respectivamente), y las series de "The Mandalorian", "Obi Wan Kenobi" o "Andor", añadido al auge del cine de superhéroes con el UCM (Universo Cinematográfico de Marvel, que precisamente se lo debe casi todo a Star Wars), transformaron de forma bastante rápida pero inexorable, al gran público en general y a la industria del entretenimiento.

No debo olvidarme de mencionar la oferta de los productos audiovisuales bajo demanda, o compañías de "streaming", como Netflix, o Disney +, pero SOBRETODO, HBO, con su celebérrima serie "Juego de Tronos" (estrenada en ocho temporadas, de 2011 a 2019) que demostró que una historia "adulta", compleja y terriblemente seria no solo era capaz de ser comprendida por el público general, sino que también podía ser rentable económicamente hablando.

Dune parte 2

"De aquellos polvos, estos lodos"... En todo éste "caldo de cultivo", un avispado director de cine como Denis Villeneuve vio su oportunidad, la oportunidad de volver a traer la historia de su novela de ciencia-ficción preferida a la gran pantalla. Pero claro, una cosa era decirlo y otra muy distinta hacerlo, porque Dune es una epopeya que transcurre durante varios años, con todo lo que eso añade de complejidad a la historia, porque en la novela ocurren cosas, muchas, muchas, muchas cosas, que hacen algo difícil y farragoso que el gran público pueda seguir fácilmente la historia general sin perder la atención o el interés.

Tal vez por eso decidió hacer sólo dos películas para tratar la novela, en lugar de hacer tres (lo que no logro entender) y lo que le hubiera permitido ser fiel a la narración de Dune, cosa que sólo ha hecho en gran parte durante la primera película. Porque, triste de mí, el mayor de los respetos con el que había tratado la obra original durante su Dune: parte 1, me hacían sospechar y esperar que Villeneuve, en su Dune: parte 2, sería igual de respetuoso con la novela... pero no, infelizmente he tenido que ver cómo ésta película, con todos sus muchos aciertos, tergiversaba, y mucho, la novela...

He leído algunas críticas sobre Dune: parte 2 en Fotogramas que la tachan de una película "efectista" pero "vacía" (he aquí las críticas a las que me refiero: https://www.fotogramas.es/noticias-cine/a60024030/dune-2-parte-dos-pelicula-fallo-error-guion-timothee-chalamet-zendaya/            https://www.fotogramas.es/peliculas-criticas/a60002714/dune-parte-dos-2-critica-pelicula/   ) y es ahí donde Denis Villeneuve ha fallado. En una de estas dos críticas puede leerse que a Villeneuve no le gustan los diálogos, y eso explica mucho. ¿Cómo vas a explicar correctamente la complejidad de lo mucho (e importante) que ocurre si no es con el don de la palabra?. Ése es el resumen de la crítica perfecta de Dune: parte 2: "visualmente poderosísima, pero pobre y vacía del contenido que sí tiene la novela." En fin, una oportunidad perdida más para ver bien reflejada, y como se merecía, la auténtica historia de Paul Muad'Dib Atreides en la gran pantalla del cine. Y me produce especial enfado y rabia porque lo había hecho todo bien, hasta que tuvo que reflejar el ascenso al poder del Mesías de Dune.

Dune parte 2

En Dune: parte 1 asistimos a dos grandes cambios con respecto a la novela, ambos insignificantes e irrelevantes para la historia más importante que cuenta el ascenso de Paul Atreides como el Kwuisatz Haderach, el Elegido, el Mesías de las Bene Gesserit. Uno de ellos era el cambio de sexo del Doctor Liet Kynes por la Doctora Liet Kynes. El otro, mucho más discreto e imperceptible para aquellos no conocedores de la novela, fue el hecho de que el Barón Vladimir Harkonnen no se trataba del inteligentísimo y hábil manipulador de la novela, sino un pez gordo más de las altas esferas del Imperio de la Humanidad, tal vez más despiadado y brutal que otros, pero a quien no le importaba matar con sus propias manos a Yueh Wellington, el Doctor Suk de la familia Atreides, a quien precisamente él había convertido en traidor.

En Dune: parte 2 ha habido muchos, muchos, muchos cambios, la mayor parte de ellos son menores e irrelevantes para la historia superior, como el hecho de que sólo haya dos Sietch, dos grandes tribus Fremen, en todo el planeta de Arrakis, el Sietch del norte y el Sietch del sur, cosa que en la novela no es así. Cosas como que Paul, en la novela, tiene que aceptar como esposa e hijos a la esposa y a los hijos de Jamis, el Fremen al que mató al final de la primera película, pues así lo marca la ley Fremen, y algo de lo que en la película, lógicamente, han prescindido. En la película también se le llega a dar el mando de Arrakis al Na-barón (el descendiente designado como siguiente Barón) personificado en Feyd-Rautha Harkonnen, cosa que tampoco ocurre durante la novela. Pero llegados aquí ya tenemos que hablar de los grandes cambios de la película con respecto a la novela, lo que a su vez también implica pequeños cambios con respecto a la historia. Son tres estos grandes cambios:

1) Toda la tragedia, toda la historia, sucede en menos de 1 año, cuando en la novela pasan más de seis años desde que el Duque Leto Atreides es asesinado hasta que su hijo, Paul Muad'Dib Atreides, consigue alzarse como el Dios Emperador de la Humanidad.

Esto, a su vez, lleva a otros pequeños cambios en la historia, puesto que, durante ése período Chani y Paul se casan y tienen sus primeros hijos, que son asesinados por tropas Harkonnen durante las Guerras de Especia entre los Fremen y los Harkonnen. Peeeeero, que todo suceda en menos de 1 año también nos lleva al segundo gran cambio de la película.

2) Santa Alia del Cuchillo, la hermana de Paul, no llega a nacer, y por lo tanto, no sabemos cómo, cuándo ni porqué conseguirá su sobrenombre ("del Cuchillo") ya que no está presente en la batalla final por Arrakis para matar al Barón Harkonnen (como sí ocurre en la novela) ni para rematar a los moribundos de ambos bandos en dicha batalla a las afueras de Arrakeen, que es de donde viene su sobrenombre.

No obstante, hay un tercer gran cambio, muy importante y que lleva a un desenlace de la película totalmente diferente del de la novela.

3) No aparece por ningún sitio el Conde Hasimir Fenring, el gran amigo personal del Emperador Padishah Shaddam IV. Puede parecer, así dicho, que la no inclusión de un personaje a priori bastante "random", no debiera afectar a la narración, a la historia "superior", pero el Conde Hasimir Fenring, para lo que la historia de Paul Atreides supone como Mesías y Kwuisatz Haderach, es de todo menos "random". Lo que no acabo de entender es que, habiendo introducido a su mujer, Lady Margot Fenring, como la Bene Gesserit a la que se le ordena ir a Giedi Prime para tener una hija con el Na-barón Feyd-Rautha Harkonnen, les hubiera resultado molesto la introducción de su marido.

Dune parte 2

Durante la escena en la que Feyd-Rautha mata esclavos Atreides en las arenas de combate de Giedi Prime, Lady Margot Fenring observa desde un palco, acompañada... por otras hermanas Bene Gesserit, en lugar de por su marido. Es un cambio que no logro entender. En la novela, en esa misma escena, es su marido, el Conde Hasimir Fenring, quien la acompaña. Podrían haber aprovechado para introducirnos así al personaje, de paso.

El Conde Fenring fue un intento anterior de las Bene Gesserit de conseguir despertar al Kwuisatz Haderach, o dicho de otra manera, el Conde Fenring es un Kwuisatz Haderach fracasado. Para evitar que su herencia genética dé lugar a aberraciones no deseadas por las Bene Gesserit, a éste se le ha esterilizado, no puede tener hijos (es un eunuco genético, como se le llama en la novela), algo que no es de dominio público (como tampoco es de dominio público que estuviera a punto de ser el Kwuisatz Haderach), por eso su mujer, Lady Margot, es una candidata idónea para preservar los genes Harkonnen, teniendo un hijo con el Na-barón, y estando el Conde Fenring totalmente al corriente de esto.

Hasimir Fenring, como posible Kwuisatz Haderach que ha sido, ha visto diferentes futuros, y en uno de esos futuros se desata una Guerra Santa por su culpa. Al igual que Paul, ha visto el desenlace de la Guerra Santa, lo que tardará en saber Paul es que ésa Guerra Santa ocurre cuando el Conde lo mata en combate singular por defender el honor de su amigo el Emperador Shaddam IV (interpretado por Cristopher Walken). He aquí que, al final de la película, cuando Shaddam IV no encuentra un candidato para que luche por él y se ofrece Feyd-Rautha, en la novela, el Emperador le pide primero a su amigo Hasimir Fenring que lo defienda y éste se niega en rotundo, porque ha visto a lo que conduciría ése combate, conduciría a que los Fremen, sin nadie que los lidere, deciden tomar por las armas el universo, matando a todo aquel que no sea de los suyos y provocando un genocidio de proporciones universales.

Dune parte 2

Es por eso que digo que Villeneuve no ha retratado el ascenso del Kwuisatz Haderach, sino que ha retratado el ascenso del anti-Kwuisatz Haderach. En la novela, Paul es capaz de tener éxito en su dominio de los poderes como Mesías de la Humanidad, y esto se ve en que logra detener el genocidio que tanto temía provocar. Es cierto que el propio escritor de la novela, Frank Herbert, se quejaba de que la gente viera en Paul a un héroe, porque era menos evidente que Paul, lo que había conseguido realmente, era perpetuar el sistema de poder injusto del Imperio Humano, siendo un Profeta autoimpuesto y autofabricado. Lo que se le olvidó a Frank Herbert es que no había escrito sobre el ascenso de un falso Profeta, sino que había escrito sobre el ascenso del auténtico Mesías de las Bene Gesserit, del auténtico Mesías de la Humanidad en su narración, que ha sobrevivido a innumerables pruebas mortales, consiguiendo finalmente su ansiada venganza y todo el poder, religioso, mesiánico, político y económico... Si es o no es un héroe legítimo eso no lo trató en su novela y le corresponde a cada lector decirlo o pensarlo, como lo mismo le hubiera correspondido a cada espectador de la película decir o pensar, si se hubiera sido respetuoso con el material original.

Dune es, por lo tanto, una historia autoconclusiva con un final abrupto y sin matices. Paul consigue su venganza, así como llegar a ser Emperador y Mesías al mismo tiempo. Puede haber dobleces, pero es una victoria sin peros, sin segundas partes. Debería ser el espectador, a posteriori, quien pudiera poner, o no, en tela de juicio el ascenso de un héroe como lo termina siendo Paul Muad'Dib Atreides. Supongo que lo que más rabia me da es que Villeneuve haya tratado a los espectadores como imbéciles, creyendo que no podrían hacerse preguntas capciosas sobre el ascenso de Paul, una vez que nos lo hubiera presentado como Frank Herbert lo hace en su novela.

Creo, también, que si Villeneuve no ha sido realmente fiel a la novela, es porque ha visto "el filón" y no ha querido terminar la historia como debería, para dejar un final abierto y continuar así la narración como más le guste. Pero para que todo el mundo lo sepa: NO ES CIERTO, NO HAY GUERRA SANTA, PAUL SE CONVIERTE EN EMPERADOR y se acabó, chimpóm, no hay más que contar, la historia se acaba ahí.

Dune parte 2

Pero es que, tras el exitazo literario que fue Dune, me imagino que todas las editoriales de EE.UU. presionaron a Frank Herbert en aquel pasado 1965 para que continuara una historia que no necesitaba ninguna secuela, y éste, estúpidamente, picó el anzuelo, y continuó narrando una historia que ya había acabado, que no necesitaba nada más, pero que hacía dinero ¿y qué importa el arte cuando lo que importa son los millones que puedes ganar estropeándolo? Por eso me pregunto, eufemísticamente hablando ¿cómo concluirá Villeneuve la historia cuando Chani está enfadada con Paul? ¿Cómo engendrarán entonces a Leto II? ¿O se atreverá Villeneuve a darle hijos a Paul con la Princesa Irulan Corrino, para terminar bien terminado el "estropicio"? ¿Qué aspecto le dará al Barón Harkonnen cuando éste resucite convertido en un gusano de arena? ¿Realmente era necesario que resucitara el Barón Harkonnen en las secuelas de Dune para Frank Herbert, y además de forma tan estrambótica? ¿Realmente era necesario escribir más sobre Dune? Yo lo tengo claro: NO, NO, NO, NO, NO, NO y NO... 

Realmente no me importa lo que haga Denis Villeneuve en una tercera parte, innecesaria e inventada por él mismo. En la pared de mi habitación he colgado dos pósteres, el de Dune: parte 1, que llevaba colgado desde 2020 esperando a la secuela, y finalmente el de Dune: parte 2, porque no hay nada más que contar. No colgaré un tercer póster. Iré al cine a ver la tercera parte de lo que sea que Villeneuve quiera hacer para continuar ésta historia tergiversada, claro que sí, y estoy seguro de que será una película buenísima, digna de todos los Óscar que le dejen ganar, pero lo que tengo claro es que no será Dune, porque por más que se empeñen, no había nada más que contar que lo que pudo haber contado en estas dos películas.

miércoles, 1 de noviembre de 2023

VORAL EL RECLAMADOR (UNA HISTORIA DE WARHAMMER 40.000) CAPÍTULO 3

 https://es.wikipedia.org/wiki/Warhammer_40_000

Gorval el Arcano

"Every single night long
dye black my heart
Any word that I swore was an illusion"
("Cada larga noche solitaria
tiño de negro mi corazón
Toda palabra que juro es una ilusión")

La monja mellada, de Dover


3. EL TRAIDOR ENTRE LOS TRAIDORES

Era su oportunidad y no la desaprovecharía. Los Abyectos, encabezados por su Comandante en jefe, Voral el Reclamador, atravesaron los enormes pasillos y las muchísimas salas del Voluntad de Hierro. Estuvieron precedidos siempre de los zombis, que se vieron obligados a combatir a una miríada de genestealers, xenos que habían estado hibernando en el pecio y que habían sido despertados repentinamente debido a la incursión de los Marines del Caos.

Llegaron ante una puerta blindada. La reliquia que el Arkífice les había ordenado recuperar se encontraba más allá de aquel punto. Sin miramientos se forzó la entrada con explosivos y todos lograron penetrar en la cámara que había servido antiguamente como "sancta sanctórum" de la nave. Allí dentro, Gorval observó cómo el psíquico de yelmo insectoide señalaba un voluminoso libro antiguo y encuadernado con gruesas tapas de cuero y metal, que descansaba en el interior de una vitrina.

A una señal suya, los Astartes traidores de la Legión Alpha, disfrazados de Abyectos, se coordinaron para separar a Voral y sus guardaespaldas de la vitrina, al mismo tiempo que se hacían con el objeto. Era la oportunidad que Gorval el Arcano había estado esperando desde que se unió a ésta banda de Marines del Caos escindida de la Legión Negra. Disparó con su pistola de plasma directamente a Voral el Reclamador, quien totalmente cogido por sorpresa, no supo reaccionar al ver como otros, que habían fingido seguir sus órdenes, se hacían con la reliquia que Vashtorr le había ordenado recuperar.

De inmediato, los zombis que Voral controlaba fueron entrando rápidamente en la cámara para proteger a su amo, pero Gorval y los de la Legión Alpha habían previsto éste movimiento. Quienes llevaban consigo el libro, y Gorval junto a ellos, lanzaron un buen número de granadas incendiarias. Pronto toda la sala se convirtió en un caos de cuerpos que se pisaban los unos a los otros, llamas por doquier y un humo denso que dificultaba sobremanera distinguir a los leales a Voral de los desleales. En éste caos y confusión es donde Gorval y los miembros de la Legión Alpha triunfaron. Cercenando y aplastando los cuerpos reanimados de decenas de cadáveres no-muertos, lograron salir de la cámara. Allí fue donde el propio Gorval sacó el Orbe de Kormaikos y recitó las palabras que lo activaron, sellando la entrada con una nueva puerta blindada, pero ésta llena de detalles demoniacamente grotescos, como tentáculos oscilantes, extrañas bocas monstruosas llenas de colmillos y enormes ojos animalescos y humanoides que parpadeaban sin orden ni concierto.

Gorval había hecho un grandísimo sacrificio a Tzeentch para hacerse con éste objeto, pero como había previsto en sus visiones, sabía que merecería la pena con creces, al impedir que Voral y sus guardaespaldas detuviesen lo que estaba por venir. El cambio era inevitable, así lo quería el todopoderoso Tzeentch, quien ahora debía estar más que satisfecho.

Con Voral y los suyos aislados, los zombis no fueron si no una pequeña molestia a la que apartar para regresar al Demonio Ensamblado; no así los genestealers, que fueron un desafío mucho mayor al que enfrentarse. No obstante, no todos los Abyectos habían seguido a su Comandante a lo más profundo del pecio abordado, una gran mayoría se había quedado custodiando el camino que los Marines espaciales del Caos necesitaban para mantener como vía de escape y regreso a su Nave Insignia. De esta manera, los Abyectos que estaban en retaguardia, al ver a camaradas en apuros, portando servoarmaduras con sus mismos colores, no dudaron ni un instante en apoyar agresiva y defensivamente a Gorval y los que lo acompañaban.

Genestealers


Por su parte, Voral, junto a sus camaradas más cercanos, trataba de abrir aquella nueva puerta blindada salida de la Disformidad. No les fue posible. Aquella maldita puerta estaba protegida con hechizos que la hacían inmune a casi todo el daño que se le pudiera hacer. Tardaron varios días en rendirse y saber que, a todas luces, no saldrían de allí si no observaban su problema desde otro ángulo.

- No queda más remedio, tengo que rezar a los Dioses del Caos para que me presten su ayuda y podamos salir de aquí. Es algo que no pretendía hacer en mi vida, pero no veo otra solución. - Dijo el Comandante de los Abyectos.
- Si, creo que no queda otra solución, pero ¿a cuál de los Cuatro rezar? - Respondió Ioxus.
- ¡A Khorne! Él nos prestará fuerza sobrehumana para reventar esa puerta. - Opinó Baradok.
- ¿Rezar a Khorne para "luchar" contra una puerta? No, no funcionaría. Creo que lo más inteligente sería invocar el poder del Señor del Cambio, Tzeentch. Creo que ésa puerta es el resultado de su magia y su magia puede ser la única solución. Preparad el ritual y traedme al psíquico.

El psíquico protestó de forma un tanto patética, sollozando y suplicando por su vida mientras pintaban los pentagramas y los extraños símbolos cabalísticos en el suelo. Usaron algunas de las reliquias que aquel sancta sanctórum del Adeptus Mechanicus contenía como teas y antorchas, con las que hacer un apropiado círculo de llamas, y entonces, cuando todo fue dispuesto, Voral rezó a Tzeentch. Con una mano apretó el cuello del psíquico hasta partírselo y con la otra alzó su espada maldita, Kuzuk la Reclamadora, a través de la cual liberó las almas de todos los zombis que controlaba como ofrenda al Dios de la Transformación.

Durante unos instantes no ocurrió nada, pero de repente, un aura azulada surgió del cadáver del psíquico y se arremolinó entorno a sus ojos sin vida. Fue entonces cuando una fuerza invisible y descomunal empujó a Voral desde el cuerpo inerte que sujetaba y lo tiró al suelo. Los ojos del cadáver, imbuidos en un tremendo brillo azulado, miraron al Comandante de los Abyectos y de su boca surgieron palabras.

- ¡¡Jajajajajajajajaja!! Mírate, Voral el Reclamador, tú que juraste no rezar a ningún Dios del Caos, ahí tirado, suplicando mi ayuda ¿No es irónico? ¿No es sublime? Las almas de aquellos que tu poder retenía han conseguido invocarme ¡Acepto tu sacrificio! excepto las almas de los Marines de Plaga, todos esos volverán a tu control, al fin y al cabo es lo que ellos deseaban desde un principio, servir a mi hermano Nurgle, y así es como han acabado, víctimas de su propio poder. Dime ¿cómo te puede ayudar el Amo del Destino?

Voral adoptó una postura servil, arrodillándose en el mismo suelo en el que se encontraba tendido, y agachó la cabeza.

- Es cierto que juré no rezar ni rendir servidumbre a ninguno de los Cuatro, todopoderoso Amo de la Transformación, pero estoy atrapado aquí con mis fieles guardaespaldas. Necesito poder salir de ésta cámara, necesito regresar a mi nave, el Demonio Ensamblado, para seguir guiando a los Abyectos en los designios que tú hayas decidido para nosotros.

Tzeentch


El cadáver del psíquico, ahora poseído por la voluntad de Tzeentch, flotaba en el aire mientras la misteriosa aura azulada se arremolinaba entorno suyo, y se giró un segundo para darle la espalda a Voral, fingiendo meditar sus palabras, aunque al momento volvió a enfrentar al Marine del Caos y contestó.

- Sabes de sobra que yo te pediré algo a cambio, Líder de los Abyectos, y será algo que no te va a gustar en absoluto, pero ¿qué otra alternativa tienes? Quiero que te des cuenta de lo que mi Poder es capaz de conseguir, quiero que sepas que yo, y sólo yo, soy quien decidirá el destino de los Abyectos, como ya lo he hecho en el pasado hasta llegar a éste preciso momento, como está ocurriendo en éste mismo presente, como seguiré haciéndolo en cualquiera de los futuros posibles. Voy a exponerte mis condiciones, si te niegas te quedarás aquí encerrado para siempre hasta el día de tu inútil muerte; si aceptas, Voral el Reclamador, conseguirás un gran futuro lleno de éxitos, tanto para ti como para los tuyos. Escúchame bien:
El primero de mis deseos es que mi siervo, Gorval el Arcano, el responsable de que te hayas visto forzado a invocarme, siga siendo el Comandante de los Abyectos en tu lugar. No llevarás a cabo ninguna represalia en contra suya y lo tratarás como tu hermano y tu superior.

Voral se mordió el labio henchido de rabia, pero mantuvo la disciplina y ni un solo músculo más de su cuerpo se movió, con una rodilla apoyada en el suelo y con la cabeza gacha. Siguió escuchando las exigencias de Tzeentch.

- El segundo de mis mandatos es que mi poder tocará esa espada maldita que portas y que has forjado. Ya no obedecerá enteramente tu voluntad, si no la mía. Perderá los poderes que ahora tiene, pero ganará otros.
En tercer lugar deseo que viajes a un planeta, allí esperaras a mi siervo Gorval junto al resto de los Abyectos, quienes ya están viajando a ese planeta en el Demonio Ensamblado. Ése lugar al que irás será infestado por los alienígenas que vivían en letargo en ésta nave en la que te encuentras. Allí deberéis fortaleceros en el fuego de la batalla purgando alienígenas, hasta que yo vuelva a manifestarme entre vosotros y llamaros para la Guerra.
Eso es todo, acéptalo y no sólo abriré esa puerta, si no que crearé un portal disforme que llevará ésta nave, en la que ahora mismo te encuentras, hasta el planeta donde quiero que te exilies, junto al resto de los Abyectos. Niégate y te quedarás aquí encerrado, junto a tus guardaespaldas, para tener una muerte lenta y miserable. Traicióname o tergiversa un ápice estas condiciones y os convertiré a vosotros cinco en asquerosos Engendros del Caos, además de hacer que el Demonio Ensamblado se pierda para siempre en el espacio disforme ¿Aceptas?

Voral apretó fuertemente los puños y los dientes antes de contestar:

- Acepto, pero tengo una pregunta antes de que te vayas, oh poderoso Tzeentch ¿Cómo se llama ese planeta en el que debemos exiliarnos?
- Typhon Prime. - Dijo el cadáver del psíquico, justo antes de que el aura azulada que lo animaba desapareciera de forma súbita, cayendo estrepitosamente en el suelo de la cámara.

Al momento, la puerta blindada y llena de mutaciones disformes que encerraba a Voral y los suyos en la cámara sagrada del Voluntad de Hierro, se abrió. No tardaron en notar los sutiles cambios que denotaban que el pecio había entrado en la Disformidad, cambios que sólo aquellos que habían viajado incontables veces por el Inmaterium eran capaces de percibir. Voral se incorporó.

- Habrá que encontrar un cogitador que pueda indicarnos dónde está ese Typhon Prime. Solo entonces podremos empezar a comprender el alcance del nuevo problema en el que nos hemos metido.

viernes, 10 de marzo de 2023

VORAL EL RECLAMADOR (UNA HISTORIA DE WARHAMMER 40.000) CAPÍTULO 2


 https://es.wikipedia.org/wiki/Warhammer_40_000

Larov Heserus

"(...) La arena cae sobre mí y sigo aquí sentado,
sosteniendo flores raras en una tumba...
floreciendo."

Down in a Hole de Alice in Chains


2. LA PRIMERA LÍNEA DE DEFENSA

Larov se levantó y disparó su última ráfaga de munición a tres cultistas del Caos que trataban de tomar posiciones a escasos metros de la trinchera. Pretendían ser los primeros en asaltarla esa misma noche. Uno recibió el impacto en la cabeza y ahora tan sólo era un cuerpo inerte en el barro del campo de batalla. Un segundo cultista recibió dos impactos, uno en el hombro derecho y otro en el estómago. Aún no había muerto y Larov seguía escuchando sus gemidos de agonía mientras luchaba contra su propio cuerpo por arrastrarse hacia la primera línea del frente. No le debían quedar más que unos pocos minutos de vida. El tercer cultista no recibió ningún impacto. Por más que Larov apretara el gatillo, ninguna bala sagrada salía de su pistola bólter. El cultista que había tenido la suerte de sobrevivir a su arma de fuego, llegó hasta él y trató de golpearle en el cuello con su espada sierra. Larov logró detener el impacto con el dorso de su puño de combate, y lo golpeó con una rápida patada que lanzó cinco metros atrás al hombre alto y fornido, que se atrevía a compararse con un Marine Espacial en combate cuerpo a cuerpo. Acto y seguido, y con un movimiento anormalmente rápido para el gigante blindado de más de dos metros que era Larov, llegó a su oponente de un salto y la fuerza del impacto que causó su puño de combate aplastó finalmente su cráneo. Ya estaba. Todos los oponentes, por el momento, habían sido abatidos. Solo podía esperar que el enemigo se decidiera a atacar una vez más. Entonces tendría que combatir de nuevo con su espada de energía y su puño de combate. No le preocupaban los cultistas del Caos, los que le preocupaban eran los engendros que llevaban consigo, aberraciones creadas por el Adeptus del Mechanicum Oscuro, salidos del cercano planeta de Fénagos, ahora totalmente en manos del Caos, y que, al parecer, servía como nuevo campo de experimentación de la contrapartida degenerada y herética del Mechanicum de Marte.

Él era el último, al menos en ésta sección de las trincheras. Todos los demás habían muerto. Sigis, Halbrand, Krucius, Tégemak, Yornah, Guerual, Karnek, Óritax y su sargento, Tolmain "el Puño", el más veterano de su escuadra. La mayor parte de ellos había muerto en las garras y las cuchillas de aquellos enormes ciborgs mutados totalmente locos e insensibles al dolor. Por supuesto que no era el único soldado allí, puesto que aún quedaban unos quinientos soldados de la Guardia Imperial, pero sí que era el último de los Marines Espaciales que quedaban en toda la sección de las trincheras que iban del Búnker 1 al 3.

Para conseguir más munición debería regresar a la ciudad que estaban defendiendo, debería regresar a Isper. Pero eso supondría dejar totalmente indefensos a los soldados de la Guardia Imperial que trataban de proteger toda aquella sección de trincheras. Él no haría aquello, él era un miembro de los Salamandras, y los Salamandras jamás dejarían desprotegidos a ningún humano. Por mucha que fuera la desventaja, por muy penosa que fuera su situación, jamás dejaría de defender la vida de un pobre soldado si le era posible, aunque eso le costara reunirse con sus hermanos de batalla en la otra vida.

No habían dejado de atacar durante los últimos veinte días. Por el día sufrían intermitente fuego de mortero y de munición ligera. Durante la noche, los más locos de entre los cultistas y sus aberraciones pseudomecánicas, asaltaban las trincheras para tratar de tomarlas cuerpo a cuerpo. Ésta noche sería la veintiunava noche. Ésta noche combatiría, una vez más, con espada y con puño, con valor y con fe. Y apenas quedaban una o dos horas, como mucho, para que eso sucediera.

Apoyó su cuerpo en una de las paredes interiores de la trinchera, se quitó el casco y dio un mordisco a una ración seca de combate en forma de barra. No sabía a nada. Ya nada tenía sentido, ni sabor, ni color. Todo se había reducido a un constante disparar y ser disparado, matar y evitar ser matado. Una espiral sin sentido para la que su psicoadoctrinamiento debía haberlo preparado. Y debía haberlo hecho bien, puesto que vio a soldados de la Guardia Imperial, a mujeres y a hombres, volverse locos y suicidarse.

Vio a otros quedar reducidos a meros ovillos humanos gritando y babeando mientras no dejaban de temblar. Él estaba preparado, él era un Marine Espacial, y eso no le ocurriría nunca. Larov dejó de oír los gritos del cultista. Volvió a ponerse el casco y asomó tímidamente la cabeza por encima de la trinchera. A dos metros de distancia, el cuerpo del cultista se había detenido. El Marine Espacial salió de la trinchera y recibió un disparo que rebotó en su armadura. Solamente las balas bólter o las ráfagas de plasma podrían agujerear su servoarmadura y aquellos malditos cultistas usaban unos rifles arcaicos, inofensivos para la superioridad tecnológica de su equipamiento.

Llegó hasta el cuerpo inmóvil del cultista recibiendo varios balazos más en su armadura, casi sin sentir los impactos, y pisó la cabeza a su enemigo, que estalló en medio de un charco de sangre como si de una gran fruta madura se tratara. Larov no quería sorpresas aquella noche y, si bien era muy poco probable que el cultista siguiera con vida, no podía correr el riesgo de que estuviera fingiendo y que lo atacara por la espalda cuando ya lo había dado por muerto.

Regresó a la trinchera recibiendo más balazos inofensivos mientras a escasos metros estalló el fuego de un mortero. Volvió a apoyar la espalda donde la había apoyado hacía escasos minutos cuando volvió a escuchar la explosión de varios morteros más que caían en las cercanías.

- ¡Habéis fallado, malditos herejes! ¡¿Queréis matar a un Marine Espacial?! ¡Tendréis que venir hasta aquí e intentarlo cara a cara, sucios bastardos!

Cuando Larov había terminado de gritar éstas palabras, dirigidas a los enemigos que no podían escucharle, se dio cuenta de que estaba siendo observado. Un chico que apenas tendría unos veinte años, vestido con el uniforme de soldado de la Guardia Imperial, lo estaba mirando fijamente a escasos metros.

- ¿Hola? - Se atrevió a mascullar Larov. - ¿Puedo ayudarte?

- He visto que tenías comida. Me estaba preguntando si... si era posible que... vamos yo...

- ¿Quieres mi barrita energética? ¡Claro, hombre!

Larov sacó lo que quedaba de la ración que había estado mordisqueando y la tendió hacia el chico. Éste le arrebató rápidamente la comida y se la llevó a la boca de forma ávida. Recordó que los suministros en la ciudad de Isper no sólo deberían proveerles de munición, si no también de alimento.


Hensik Fainsook


- ¿Dónde está el Comisario Ventrude? Hace horas que debería haber ordenado a un par de pelotones retroceder hacia Isper y traer municiones y comida.

El chico habló sin mirarle si quiera, muy concentrado en seguir devorando la ración de combate.

- El Comisario Ventrude ha muerto... Hace unas tres horas... Una explosión de mortero... Mala suerte... El Cabo Urven Urwell es quien está al mando ahora... - Dijo el chaval con la boca llena, entre bocado y bocado.

- Maldita sea... ¿Dónde está ése Cabo? Tengo que hablar con él.

- En el Búnker 2... o tal vez en el Búnker 3, no lo sé con seguridad.

- Gracias, chico. Me llamo Larov Heserus, por cierto ¿y tú te llamas?

- Fainsook. - Acertó a decir. - Soldado Hensik Fainsook de los "Cangrejos de Mírsel". - Hizo torpemente el saludo militar.

- Encantado de conocerte, Hensik. Ya sabes lo que hay que hacer, "cabeza baja y mirada alta". Estate alerta, hijo, en un par de horas, como mucho, esos bastardos tratarán de tomar éstas trincheras.

Hensik asintió mientras se terminaba la ración de combate y Larov se giraba para dar con el nuevo oficial al mando de la primera línea de defensa.

Tardó más de lo esperado en encontrar al tal Cabo Urven Urwell. Y cuando dio con él pudo ver a un chico poco mayor que el soldado con el que había intercambiado unas pocas palabras hacía unos treinta minutos. Estaba observando un mapa junto a otros dos soldados, un hombre y una mujer. Larov observó los rostros cansados y sucios y atisbaba en ellos la sombra del miedo. Al verle, el nuevo oficial al mando se irguió sorprendido y sus ojos se abrieron de par en par.

- Vaya, aún queda un miembro de los Salamandras en pie. Pensé que todos habíais muerto.

- Si, sólo quedo yo. El resto han muerto. Nueve Marines Espaciales, contando a un sargento. Pero eso no es importante ahora, la cuestión es que estamos sin munición ni comida. ¡Tus tropas están faltas de munición y comida! Me gustaría saber si se ha enviado a alguien a Isper para traernos ambas cosas.

- No, no se ha enviado a nadie. Ya no merece la pena, la primera línea de defensa de Isper ha caído y tú mismo eres la prueba de que no hay mucho más que podamos hacer aquí. Tan sólo nos queda dar la vida honorablemente por el Emperador. He dado la orden de colocar cargas explosivas a lo largo y ancho de estas tres franjas de trincheras. - Un dedo enguantado señaló el mapa. - Cuando esos malditos herejes avancen y tomen ésta posición los haremos saltar por los aires mientras aún estén entretenidos luchando con nosotros. Ya he dado las órdenes pertinentes y te has tenido que cruzar con los tres soldados que he enviado para transmitirlas.

- Un momento ¿no se podría hacer un repliegue táctico? ¿vas a matar a cientos de soldados de forma tan suicida?

- Deberías saber, amigo mío, que si retrocedemos, los Comisarios que defienden las secciones de retaguardia ordenarán que se nos dispare a matar, por cobardes. No malgastaré tan inútilmente las vidas de mis soldados, de mis compañeros. Así es la vida en el Astra Militarum, amigo, o todo o nada, y ésta vez ha sido lo segundo. Pero tú eres un "todopoderoso" Astarte, los humanos normales y corrientes somos insignificantes para ti. Tú puedes retroceder si quieres, a ti no te dispararán, y aunque lo hicieran, necesitarían un milagro para conseguir atravesar tu servoarmadura y matarte.

- Yo soy un miembro de los Salamandras, los humanos normales y corrientes no son insignificantes para mí. Todo lo contrario. - Se defendió Larov. - He sido creado y estoy viviendo y luchando para defender a la Humanidad, y eso incluye a todos, especialmente a los indefensos y a los débiles. No voy a retroceder, si ésta posición ha de explotar mientras combato codo con codo con otros defensores de la Humanidad, que así sea. Es una lástima que las preciosas vidas de seres humanos tan jóvenes se desperdicien de ésta manera, pero no estoy en posición jerárquica ni moral para discutir las órdenes. Y si he de morir aquí con vosotros, y reunirme con mis hermanos caídos en el otro mundo, que así sea también.

Habiendo dicho esto, el Marine Espacial salió del Búnker 2 y regresó a la primera línea de las trincheras. El Cabo Urven Urwell esperó la ausencia de Larov para hacer un pequeño comentario gracioso acerca de él.

- Se subestima demasiado si cree que un Marine Espacial de los Salamandras morirá por la explosión que vamos a provocar. ¿O acaso no sabe que su Primarca, de quien posee sus genes, es absolutamente indestructible? estoy convencido de que su armadura y su cuerpo aguantarían incluso el impacto indirecto de una bomba nuclear. En fin, está bien saber que alguien de nosotros sobrevivirá al infierno que vamos a desatar aquí para rematar a los enemigos que sobrevivan a la explosión.

Pasaron los minutos, y con el ocaso y la progresiva falta de luz, cualquier movimiento, cualquier larga sombra que reptaba, parecía una amenaza, un posible enemigo agazapado, esperando el más mínimo descuido para abalanzarse sobre los defensores y rajarles la garganta sin contemplaciones.

Se hizo de noche cerrada y entonces fue cuando cayeron bombas de humo tiradas adrede por el enemigo, con el objetivo de impedir disparos claros contra el avance de los atacantes, quienes tenían más ventaja táctica en la refriega del cuerpo a cuerpo.

Fue de ésta manera cómo una de aquéllas criaturas, horriblemente transformadas en ciborgs enloquecidos, se le abalanzó, casi sin darle tiempo de hacer un movimiento defensivo. Larov cayó entonces al suelo e, inmediatamente, se vio obligado a esquivar lo más rápido que pudo una de las dos garras de energía con las que el ciborg estaba armado y que descendió sobre él, con la intención de ensartarlo. Aquellas criaturas habían matado, uno a uno, a todos sus hermanos de batalla, y aunque no las temía, era consciente de que aquellos horrores suponían el único tipo de rival que el enemigo poseía capaz de matarle.


Hellbrute


Larov se incorporó de forma asombrosamente rápida y descargó un golpe con su espada de energía dirigido a la cabeza del engendro pseudomecánico, pero éste lo detuvo fácilmente con el dorso de una de sus garras de energía. Cuando el Marine Espacial pretendía descargar otro poderoso golpe con su puño de combate, de la garra libre del ciborg salió una ráfaga de disparos bólter que estallaron contra su servoarmadura y lo obligaron a retroceder. Escuchó la maligna carcajada del engendro cuando se abalanzó sobre él, confiado en que había aturdido a su rival lo suficiente como para darle el golpe de gracia.

El ciborg subestimó claramente a Larov, que giró cuando éste trató de asestarle un terrible golpe lateral, destinado a atraparlo entre sus garras y triturarlo definitivamente, poco a poco. Larov se encontró espalda con espalda con su enemigo, así que dejó caer su espada para cogerla del revés, hundiéndola posteriormente en el cuerpo del engendro.

El Marine escuchó un leve gimoteo de boca de su rival, sacó rápidamente la espada del cuerpo pseudomecánico y se giró para asestar un golpe con su puño de energía. El ciborg no murió inmediatamente, pero ya no disponía de la fuerza necesaria para luchar y no fue rival para la espada de Larov, cuando ésta partió finalmente su cabeza en dos.

Aquellas abominaciones estaban por todas partes, masacrando a los soldados de la Guardia Imperial. Larov tuvo la oportunidad de matar al menos a una más de ellas, cuando ésta estaba distraída disparando a sus compañeros humanos. El Marine llegó por detrás de la criatura y descargó su puño de combate sobre ella, sin que ésta se enterara, matándola en el acto.

Larov, entonces, decidió ignorar a los cultistas y buscar a otro ciborg que destruir... cuando sucedió. El sonido fue ensordecedor, la incomprensión de lo que estaba ocurriendo fue total. El Marine Espacial de los Salamandras sintió cómo su cuerpo se elevaba en el aire al mismo tiempo que una cegadora luz amarilla empañó los sensores de su casco, privándolo unos instantes del sentido de la vista. Notó un tremendo golpe al caer sobre lo que supuso que era el suelo de las trincheras. Era difícil de decir, puesto que la oscuridad era total. Una infinidad de metros cúbicos de barro y tierra cayeron sobre él. Hasta un tablón que había servido para afianzar los terraplenes de las trincheras lo golpeó en la espalda, con más furia y fuerza que muchos de los enemigos que lo habían golpeado en una decena de Guerras anteriores.

Poco a poco, Larov consiguió levantarse y vislumbrar el campo de batalla, aún envuelto en la espesa niebla de tierra que llovía del cielo. Desperdigados, allí y allá, se encontraban los cadáveres de cultistas del Caos junto a soldados de la Guardia Imperial. Muchos de los engendros pseudomecánicos seguían vivos, todos luchaban por levantarse, ya que se encontraban en posturas para las que no habían sido diseñados. Él se encargó de que todos aquellos que encontraba a su paso dejaran de moverse definitivamente. Pero, de forma totalmente sorpresiva, a una decena de metros logró ver, de repente, un brazo humano que apareció saliendo de un cúmulo de tierra recién removida, intentando hacer emerger al resto de su cuerpo enterrado. El Marine Espacial se acercó y corroboró que la manga de la camisa del soldado, aunque tremendamente sucia y ensangrentada, era la de un Guardia Imperial. Por eso Larov luchó por desenterrar al pobre chico que seguía con vida y que resultó ser el soldado que hacía unas horas se había quedado con su ración de combate: Hensik Fainsook, de los Cangrejos de Mírsel.

El cuerpo del chaval no tenía buena pinta. Su brazo izquierdo colgaba inerte, presa de una terrible herida de espada-sierra en el hombro y que a punto estuvo de haberle arrancado la extremidad por completo. Por si fuera poco, carecía de pierna derecha de la rodilla para abajo, seguramente arrancada durante la explosión de las trincheras.

El chico trató de hablar, pero Larov le aconsejó no hacerlo ya que necesitaba ahorrar fuerzas, y buscó su cantimplora, que encontró debajo del maltrecho cuerpo del muchacho. Las enormes manos del Marine Espacial, enfundadas en su servoarmadura, no estaban diseñadas para una tarea tan delicada como la de apartar la tierra pegada a la cara de un hombre joven, pero Larov se las ingenió para verter un poco de agua en el rostro de Hensik y luego arrimó el recipiente con delicadeza a sus labios, para que el pobre chico pudiera beber.

- ¡¡Aguanta, Hensik, aguanta!! ¡¡Saldrás de ésta, yo me encargaré!!

El Marine Espacial cargó sin dificultad el pequeño cuerpo del soldado sobre su hombro y avanzó hacia la retaguardia de la primera línea de defensa de Isper, orientándose gracias a la gigantesca silueta de la Ciudad Colmena. Había recorrido poco más de un kilómetro a toda prisa, cuando el fogonazo de un rifle bólter lo sobresaltó disparando hacia su posición. Con los instintos de guerra sumamente afilados del Adeptus Astarte que era, antes de un segundo, Larov había hincado una rodilla en tierra y su mano derecha se había deslizado hacia la cartuchera vacía de su cinturón de combate, en busca de su pistola bólter. Entonces, el Marine Espacial, recordó haber perdido su sagrada arma de fuego durante la explosión. No importaba, de todas maneras carecía completamente de munición, así que se relajó y trató de dejar a Hensik en el suelo de la manera más delicada que le fue posible.

Cuando pudo observar el cuerpo del muchacho, descubrió amargamente que el disparo de rifle bólter no le había tenido como objetivo a él. El pecho de Hensik había estallado cuando la sagrada bala había penetrado en su caja torácica, desde la espalda, matándolo al instante. Larov observó la sangre del joven soldado que bañaba la pintura verde de su hombrera izquierda. Se levantó, siguió avanzando hacia la retaguardia, y determinó con facilidad que el disparo había venido de las posiciones defensivas de la ciudad. Alguien, un francotirador, seguramente de la propia Guardia Imperial, había ejecutado a sangre fría a su compañero. Y por más que le diera vueltas al asunto, Larov no lograba entender por qué los soldados humanos habían asesinado de manera tan cobarde a uno de los suyos.

Al fin, no tardó en llegar al segundo conjunto de trincheras que se habían montado como segunda línea defensiva de Isper. Allí buscó al Comisario de la Guardia Imperial responsable de las tropas que habían disparado a Hensik, sólo con la intención de tratar de comprender. Finalmente se encontró con el Comisario Jensen Ludgor, de los Gloriosos Hermanos.

- ¿Sabe usted que uno de sus francotiradores mató al soldado herido que yo traía de la primera línea de defensa?

- Si, por supuesto que lo sé, yo mismo di la orden.

- ¿A si? ¡¿Por qué hizo eso?! ¡Aún estaba vivo! ¡Aún podía haber combatido otro día más, y con más fuerza si cabe! ¡¡Podría haber llegado a ser mejor soldado que tú!!

- Tú eres un  miembro del Adeptus Astartes, y además de los Salamandras, por lo visto, así que jamás entenderás lo que voy a decirte. En la Guardia Imperial se combate hasta morir y el que no perezca combatiendo al Enemigo no merece vivir ni un día más. Aquí se vive y se muere con honor, o no se vive, sin más. En los días que vivimos la Humanidad carece de muchas cosas, Marine Espacial, pero lo que le sobra, y con creces, son humanos. ¿Tienes idea de cuántos soldados de los Gloriosos Hermanos tengo el honor de comandar aquí, en segunda línea? No respondas, era sólo una pregunta retórica. Somos cien mil. Apenas hay comida y agua para todos. ¿Crees que un soldado más habría marcado la diferencia para luchar contra el Enemigo? Mucho me temo, amigo, que tu ascensión como post-humano te ha alejado demasiado de la realidad de la Guerra.

Una extraña rabia inundó la mente de Larov Heserus el Puño, así que se tomó unos instantes para despejar su mente y, cuando creyó pensar con la suficiente claridad, contestó al fin.

- Mucho me temo, Comisario Ludgor, que si realmente no sabe por qué está luchando, usted está demasiado alejado de la Humanidad. Aunque no tengo que pedirle ningún permiso, puesto que tengo la suerte de no estar sirviendo bajo sus órdenes, le comunico que regreso a la Ciudad Colmena. No creo que merezca la pena jugarse el tipo por y para la clase de soldados que hay aquí, en segunda línea.

Una vez dicho esto, Larov volvió a colocarse el casco y salió del búnker.


Comisario Jensen Ludgor, de los Gloriosos Hermanos



lunes, 13 de febrero de 2023

VORAL EL RECLAMADOR (una historia de Warhammer 40.000). CAPÍTULO 1.

https://es.wikipedia.org/wiki/Warhammer_40_000 

Voral el Reclamador

"(...) Bienaventurados sean los hombres de la raza de Noé que construyeron

sus pequeñas arcas, que aunque frágiles y pobremente pertrechadas,

navegan atravesando vientos contrarios hacia un espectro,

el rumor de un puerto adivinado por la fe. (...)"

J.R.R. Tolkien, "Mitopoeia"


1. EL COMANDANTE DE LA NAVE

Voral terminó su meditación en medio de los gritos de los demonios y los susurros y voces de las almas perdidas de la Disformidad. Le gustaba pensar que esas voces eran las almas de aquellos a los que había condenado a algo peor que la muerte, sus criaturas, su colección. Abrió los ojos y allí los vió.

El antaño Kaudillo Orko Morg-Grak-Zagos, del Wagh de las Siete Lunas. El Teniente de los Astartes Ultramarines, Sernius Jove. El Comisario de los "Tozudos de Gersenia", Maxtor Estios, de la Guardia Imperial. El líder de un escuadrón de Marines de la Plaga, Xagar el Despiadado, embutido en su armadura de Exterminador del Caos. Y cómo olvidarse de la primera adhesión importante a su colección, la bella Shiranna, Exarca Aeldari del extinto Mundo Astronave Saur-Yan.

Sólo los líderes y comandantes de los ejércitos que había derrotado podían contarse entre las "Joyas" de su colección, pero había otras muchas fuerzas armadas a las que había combatido sin haber podido añadir ni uno solo de sus soldados a sus filas como no-muertos. Los Tiránidos y los Necrones no poseían alma y, por lo tanto, jamás podría reclamarlos para sus filas de zombis. Pues ése era su sobrenombre, el Reclamador, Comandante de sus Abyectos, quien si lograba matarte con su espada demoníaca, llamada Kuzuk la Reclamadora, podía reclamar tu alma y tu cuerpo para toda la eternidad.

Solo uno de los líderes de su colección había logrado vencer a sus tropas en combate, y ése no era otro que Sernius Jove, el Teniente de los Ultramarines. Éste le tomó por sorpresa con los Astartes que comandaba, cuando sus Abyectos habían desembarcado del Demonio Ensamblado al planeta agrícola imperial de Ensiris VIII, para tomar cautivos y reponer suministros.

No obstante, Sernius Jove era el Astarte leal al Emperador de más alto rango que había logrado matar directamente en combate cuerpo a cuerpo y, por lo tanto, merecía el honor de encontrase entre sus "Joyas".

Quien había supuesto mayor dificultad en "ser reclamada" había sido la Exarca Aeldari Shiranna, pues antes de matarla, Voral se vio obligado a destruir una a una las "joyas del alma" con las que la Comandante de la desaparecida Saur-Yan se vestía. Pues bien sabido es que, si un Aeldari muere en combate, su alma se deposita en una de estas "joyas de almas", para evitar ser consumida por Slaneesh, la Diosa del Exceso y la Depravación. Tal vez por eso, por la extraña rareza y exclusividad de poseer el alma de uno solo de los Aeldari, Shiranna podría ser su "Joya" favorita, aunque Voral nunca conseguía ponerse de acuerdo consigo mismo a éste respecto.

"Quiero más", escuchó la demoníaca voz de Kuzuk en su cabeza. "Si, lo sé, tú siempre quieres más", le respondió Voral. "Nunca puedo deleitarme con mis Joyas sin que me molesten tus ansias de matanza. Nunca puedo alegrarme por lo que hemos conseguido". "Nunca", pareció contestarle el alma demoníaca atrapada en su espada, aunque no pudo precisar si se trataba de una afirmación desinteresada a sus palabras o una burla capciosa.

Voral no había sido siempre el Campeón del Caos por derecho propio que ahora era, no. Antaño, hacía ya más de cinco mil años, en otra vida, en otro mundo, había sido Larov Heserus el Puño, de los Adeptus Astartes Salamandras, leales al falso Dios y, mal llamado, Emperador. En muchas ocasiones, su locura, o tal vez la maldición a través del control mental recíproco que tenía con su espada, le hacía volver a revivir los hechos de aquella vida, y sí, "revivir" es la palabra correcta, y no "recordar", pues se veía inmerso en las vivencias más angustiosas y perturbadoras de su antigua vida como Astarte leal y peón del Imperio de la Humanidad.

Aquella era una de las muchas penitencias que debía soportar por haber alcanzado la parodia de lo que, en su fuero interno, llamaba libertad. Frecuentemente se justificaba a sí mismo diciéndose que no había tenido elección, que las circunstancias de su vida, como instrumento de guerra, lo habían llevado a aquel desenlace. Pero sabía de sobra que aquellos pensamientos no eran toda la verdad, pues el Caos era un camino realmente duro y exigente, en el que sólo los más fuertes lograban prosperar, pero también, simplemente sobrevivir... y él no sólo había sobrevivido, no sólo había prosperado en el seno del Caos, también había renacido como un maldito, como un Campeón y un Comandante, ajeno a sus antiguos compromisos con la Humanidad y el Emperador, pero cargado con otros compromisos, con sus propias responsabilidades, con sus propias taras, con sus propias cargas, con sus propias locuras, con sus propias penitencias...

Nurgle deseaba su muerte, más que la de ningún otro Campeón del Caos, pues era el responsable de haber asesinado a una de sus sirvientas predilectas, la bruja Kuzuk, cuya alma había encerrado en la espada que tanto le había costado forjar, y cuyos poderes demoníacos ahora servían a los únicos intereses de Voral; Slaneesh deseaba que le sirviera sólo a ella, pues veía en su obsesión por coleccionar las almas de sus enemigos una razón de sobra para reclamar su derecho de adoración exclusiva; Tzeentch, por su parte, creía que Voral ya le estaba sirviendo, le gustase o no, directa o indirectamente, puesto que los actuales poderes del líder de los Abyectos debilitaban ya, en gran medida, el poder de su mayor antagonista, el Dios de la Plaga Nurgle.

Khorne, sin embargo, era totalmente indiferente hacia su persona, pues Voral no derramaba sangre en nombre del Dios de la Sangre, ni reclamaba cráneos para el Trono de Cráneos, así que, para lo que a Khorne le importaba, Voral era totalmente irrelevante e insignificante; tal vez, si acaso, era el objeto de un futuro sacrificio en su nombre, cuando uno de sus auténticos sirvientes lograra matar a Voral en combate singular y en nombre del Dios de la Guerra.

Pero Voral el Reclamador no adoraba a ninguno de estos dioses. Estaba totalmente convencido de que, hoy más que nunca, era libre, o tan libre como lo puede ser un arma diseñada y construida para matar. Estaba convencido de que, en su pasado siempre había servido a causas más grandes y nobles que él mismo, pero esas causas no eran las suyas, si no las de otros. Primero sirvió al Emperador, y la que entonces creyó como la causa más noble de todas: servir y proteger a la Humanidad, y esto cuando logró transformarse en un Marine Espacial, hacía tantos milenios ya, en el lejano Nocturne. A continuación sirvió a los fines de Abaddon el Saqueador y su causa: la de tomar por la fuerza el Imperio de la Humanidad, pues sus dirigentes no eran dignos de ostentar su gobierno, como tampoco era digna su falsa fe en su falso Dios. Esto ocurrió cuando fue aceptado en las filas de la Legión Negra, como un Marine Espacial renegado más, uno de tantos otros. 

Pero actualmente, Voral estaba convencido de estar sirviendo a quien podría convertirse en un quinto Dios del Caos, estaba sirviendo a Vashtorr el Arquífice, pues a él le debía Voral el haber forjado su espada maldita; a Vashtorr, y no a otra entidad, le debía Voral su actual estatus como líder de una nueva legión de Marines Espaciales del Caos: los Abyectos; y por último, pero no por ello menos importante, a Vashtorr era a quien le debía la nave insignia que Voral comandaba, el Demonio Ensamblado, que se trataba, nada más y nada menos, que de un Arca del Augurio.

Y sirviendo a Vashtorr servía también a sus propios intereses egoístas, algo que nunca creía haber hecho hasta éste momento, con lo que era consciente de estar sirviendo también a un Amo que lo estaba esclavizando poco a poco y, paradójicamente, se sentía ahora más a gusto con su cometido y más libre que nunca. Había nacido, crecido, vivido y sufrido por y para la Guerra; para matar en nombre de todas las causas a las que había servido, y ahora, por fin, había encontrado su verdadero ser, su verdadera forma. Pues nunca antes la libertad de matar por y para sí mismo le había sabido tan genuina, tan verdadera, tan propia de su mismo ser...

"Viene hacia ti", le dijo Kuzuk, su traicionera y omnipresente espada, de forma telepática y directa a su cabeza. "¿Quién?" preguntó él. Pero antes de que la espada pudiera responder, uno de los Marines del Caos de su guardia personal llamó a través del comunicador de la puerta.

- Mi Señor, el líder del Cónclave de Psíquicos quiere verle, dice que tiene información exclusiva para usted. - A pesar del tono metálico de la voz reconoció a Ioxus.

De tres zancadas, Voral llegó a la puerta y la abrió sin contemplaciones. De esta manera logró ponerse cara a cara con sus guardaespaldas. A un lado, una pequeña figura humanoide, cuya cabeza se encontraba en el interior de un enorme, desproporcionado y barroco yelmo que le daba el aspecto de un extraño insecto alienígena, dio un paso al frente.

- Bien, Ioxus, Baradok, seguid vigilando ésta puerta y que nadie se aproxime a ella sin autorización o sin una razón lo suficientemente buena. - Dijo el Comandante en jefe de los Abyectos.

Ioxus y Baradok asintieron mientras Voral cerraba la puerta tras hacer entrar a la diminuta figura humana con enorme yelmo insectoide.

- Decidme...- Quiso saber el Campeón del Caos.

- Estamos cerca, muy cerca de nuestro objetivo. Se trata de un pecio a la deriva, precisamente una nave que antaño perteneció al Adeptus Mechanicus de Marte, en el que trasladaban reliquias y otros objetos valiosos a su planeta capital, lo que el Mechanicum del Imperio llama "Arca". Entre esas reliquias se encuentra aquello que debemos enviar al Arquífice. La nave recibió en su día el nombre de Voluntad de Hierro y se perdió para siempre en la Disformidad, pero misteriosamente salió del Inmaterium hace más de dos milenios. Desde entonces la nave ha sido abordada en diferentes ocasiones por saqueadores Aeldari y piratas Orkos, pero lo que debemos recuperar sigue en el interior de ésa nave. Es todo lo que mis compañeros y yo hemos podido averiguar de nuestras visiones. Debemos salir de la Disformidad de inmediato. - Dijo la extraña voz, anormalmente distorsionada por el yelmo de grandes proporciones.

- Vayamos al puente y demos la orden entonces.

- No es necesario, mis compañeros ya están allí, puedo pedirles que le ordenen al Navegante, en vuestro nombre, por supuesto, detener nuestro viaje por el Inmaterium desde aquí mismo, gracias a mis poderes psíquicos. Se tardan unas dos horas en llegar al puente desde éste punto del Demonio Ensamblado, que es el tiempo que yo he estado caminando desde allí para llegar hasta vos. Estimo que podemos acabar demasiado lejos del Voluntad de Hierro si tardamos mucho más.

Tras escuchar la voz distorsionada por el yelmo insectoide, y pensar en lo poco que le gustaba lo muy independientes que eran aquellos servidores de Vashtorr, Voral asintió.

- Hacedlo entonces, tenéis mi permiso, todo sea por nuestra misión para el Arquífice.

El pequeño y peculiar psíquico inclinó la enorme cabeza de insecto un instante y al siguiente volvió a levantarla.

- Ya está hecho.

Un par de segundos más tarde, el rumor bajo, lejano y continuo del viaje a través de la Disformidad se detuvo. No cabía duda de que se encontraban por fin en el mundo físico y material.

- De todas maneras ahora sí debemos llegar al puente, desde allí he de asegurar nuestro abordaje a ésa Voluntad de Hierro y avisar de mis órdenes a mis Abyectos.

- Si, es cierto. - Asintió el psíquico.


El Demonio Ensamblado

Como éste había dicho, ambos tardaron unas dos horas caminando en llegar al corazón y el cerebro del vehículo espacial en el que viajaban. Dos horas de atravesar pasillos interminables de metal, cuyos enormes ventanales góticos dejaban ver una pléyade de lejanas estrellas y extrañas constelaciones. Dos horas de atravesar una multitud de enormes compuertas selladas y abiertos y bostezantes arcos apuntados. Dos horas de subir por varios elevadores de rechinante zumbido eléctrico. Dos horas de cruzarse con decenas y decenas de Marines Espaciales del Caos, la mayoría de los cuáles les seguían allí donde fueran, pues sabían que habían salido de la Disformidad y pronto su líder los convocaría para la batalla. Deseaban estar presentes cuando recibieran sus órdenes, y oírlas en directo y de viva voz de su impío Comandante.

Así fue cómo Voral llegó al puente. Observó por las cristaleras la enorme nave, antiguamente conocida como Voluntad de Hierro, y tras supervisar la aproximación y acople al pecio, convocó a sus soldados por los comunicadores conectados a lo largo y ancho del navío.

- Al habla el Comandante del Demonio Ensamblado y vuestro líder: Voral el Reclamador. Os informo de que acabamos de acoplarnos a un pecio que hace miles de años perteneció a la rama del Adeptus Mechanicus leal al maldito Emperador de la Humanidad. En aquel entonces ésa nave se llamaba Voluntad de Hierro, pero después de una eternidad vagando por la Disformidad ya no merece ése nombre.

    Nuestra misión es sencilla, pero no por ello menos peligrosa: se trata de llegar hasta la reliquia que Vashtorr el Arquífice nos ha ordenado extraer de ésa nave y traerla de vuelta al Demonio Ensamblado, nada más y nada menos. No toleraré saqueos innecesarios, no toleraré retrasos ni demoras injustificadas, todo aquel que incumpla estas órdenes sabe de sobra cuál será mi castigo por desobedecerlas.

    A partir de ahora mismo tenéis veinticuatro horas para reuniros conmigo delante de la puerta que lleva al Hangar de los Zombis, en la subcubierta C15-A-589-B. Dentro de veinticuatro horas exactas asaltaremos ésa nave. Sabéis de sobra cuál será la estrategia a seguir, ya la ejecutamos cuando tomamos por la fuerza ésta nave, la que hoy en día es nuestro buque insignia. Pero ésta vez no se trata de tomar por completo el pecio, se trata de entrar, recuperar y salir, una extracción en toda regla. Mandaremos a los zombis por delante de nosotros para que obstaculicen a cualquier enemigo y criatura hostil con los que nos pudiéramos encontrar. Justo por detrás iré yo mismo, acompañado de todo el que se digne a seguirme y del psíquico especialista que Vashtorr nos ha legado, quien me indicará cuál será el camino correcto a seguir dentro de los corredores de la nave.

    Una vez que eliminemos los obstáculos y nos hagamos con el artefacto, regresaremos exactamente por el mismo camino que hayamos tomado para entrar, sin desvíos, sin atajos, sin explorar innecesariamente ninguna otra zona del pecio. Estas son mis órdenes ¡Preparaos para la batalla, Abyectos de Voral! ¡Ya lo habéis hecho decenas de veces en el pasado, hacedlo una vez más! ¡Ganaos el título que llevamos por derecho propio y haced que me sienta orgulloso de nuevo! ¡Por Vashtorr! ¡Por el Caos! ¡Por la gloria!

Tras decir estas palabras, un tremendo desenfreno de vítores y hurras tronó por todo el puente del Demonio Ensamblado. Un centenar de Marines Espaciales del Caos, que llevaban en sus armaduras los colores de los Abyectos de Voral, se habían congregado allí y celebraban de esa manera el poder servir a sus señores oscuros una vez más.

Voral, por su parte, se acercó al líder del Cónclave de Psíquicos y le ordenó directamente que se reuniera con él dentro de veinticuatro horas, justo donde había convocado a sus soldados. Acto seguido, cargó su espada maldita al hombro y caminó hacia allí, donde esperaba comandar a sus tropas hacia una nueva victoria. El Comandante de los Abyectos había descansado durante ocho horas seguidas aquél mismo día y, siendo como era, un Marine Espacial, ya estaba listo para presentar batalla durante semanas o meses seguidos y sin descanso, si es que llegaba a ser preciso. Así que, tras seis horas de caminata por la nave que comandaba, llegó al lugar que todos habían convenido en llamar "el Hangar de los Zombis". Allí esperó de pie, apoyado en su inmensa espada, a que el tiempo que había dado a sus tropas para prepararse finalizara.

Aquella espada era como ninguna otra, de un solo filo y vagamente similar a un inmenso alfanje, tenía el tamaño perfecto para ser la espada corta de un terrible gigante. Su mango sobresalía muy por encima de la cabeza descubierta de casco de su portador, que ya era enorme de por sí al ser un Marine Espacial, con sus casi dos metros treinta de altura. Semejante tamaño hacía que, éste arma, no sólo fuera imposible de ser blandida por un hombre normal y corriente, por muy alto y fuerte que éste fuera, si no que también la hacía imposible de poder ser levantada. Tenía la guarda mecanizada de una espada sierra, pero muy modificada y con extraños tubos de inquietante apariencia orgánica que se unían de la guarda al filo. Muy cerca de la punta curva, incrustadas en la hoja, tenía a ambos lados del filo un par de pequeñas calaveras ornamentales, pero en cuyas cuencas vacías ardía continuamente el fulgor de una vida inhumana y antinatural. El arma no estaba diseñada para dañar de gravedad física a sus oponentes, si no que había sido construida, principalmente, para arrancar el alma a sus víctimas, alma que Voral usaba para animar de forma impía los cuerpos inertes de sus enemigos y convertirlos así en sus esclavos no-muertos.

A pesar de su gran tamaño, Voral blandía aquella arma con una sola mano, soliendo usar la otra para disparar su antiquísima pistola de plasma, que llevaba usando en combate desde sus días en los Salamandras, habiéndola adquirido durante las cruentas y lejanas Guerras de Thasintre, hacía ya casi cinco mil años.

Si uno viera, sin prestar demasiada atención, la figura inmóvil del líder de los Abyectos, ahí parado y apoyado en su enorme espada maldita, hubiera jurado que éste, embutido en su servoarmadura de Marine del Caos, no era más que un elemento decorativo del pasillo, sin vida ni conciencia. Pero al fijarse más detenidamente, uno hubiera descubierto las energías vivas y caóticas de la Disformidad bullendo por cada fibra de semejante semidiós blindado. Los demonios atrapados en su armadura habían logrado esculpir, con el tiempo, sus cornudas y grotescas caras gesticulantes en las hombreras; pinchos de diferentes tamaños y grosores sobresalían por cualquier parte, sin orden ni concierto, y por último, el aura que desprendía la figura de Voral el Reclamador estaba imbuida de una extraña energía palpitante e impía, lo que conseguía diferenciarlo totalmente de una armadura decorativa y desprovista de vida.


Voral el Reclamador

Algunos de los primeros soldados que llegaron para unirse a su vigilia fueron sus guardias de honor, sus capitanes y subordinados de mayor confianza, como el estratega inteligente de Ioxus, con su lanzallamas transmutado y corrompido por las energías caóticas de la Disformidad, lo que proveía al arma de promethium inagotable y transformándolo en un lanzallamas insustituible de vida útil infinita; el iracundo en la lucha, pero paciente a la llegada de la batalla, Baradok, con su enorme y temible hacha sierra y su fiable pistola de plasma; el loco, leal e implacable combatiente cuerpo a cuerpo llamado Segaros, con sus terribles cuchillas relámpago; y no podía faltar el siempre pendenciero Dolkreg, con su pistola bólter y su puño de combate, ansioso continuamente por probarse en combate y matar y destruir a todo y a todos los que se cruzaran en su camino.

Pasaron las horas y llegó el tiempo convenido. El líder del Cónclave de Psíquicos apareció y Voral le ordenó quedarse siempre lo más cerca posible de él mismo, para que le fuera informando en todo momento de a dónde dirigirse, una vez que penetraran en el pecio a la deriva.

Al abrir la gigantesca compuerta del hangar vieron una escena dantesca, pero esperada: cientos y cientos de zombis, la mayoría cubiertos total o parcialmente en llamas, que deambulaban por el inmenso espacio vacío destinado a enormes naves ausentes.

La razón de que la mayoría de los zombis creados por Voral estuvieran cubiertos de llamas que ardían continuamente sin agotarse, pero también sin consumir nunca ni un ápice a éstas criaturas, se encontraba precisamente en la extraña combinación de los poderes de la espada Kuzuk con los poderes de "Siempre Hambriento", el lanzallamas transmutado por el Caos de Ioxus. Resulta que los  poderes de reanimación de Kuzuk la Reclamadora incluían el regenerar continuamente las heridas hechas por cualquier fuente de daño, y esto servía también para el promethium mágico, eternamente inflamado e inagotable, de Siempre Hambriento. Por ésta razón, Voral no solía unir sus "Joyas" al resto de los zombis de "bajo rango" que mantenía siempre encerrados en éste hangar, al menos que las fuerzas de los Abyectos se encontraran desplegadas en un planeta o en plenas maniobras de invasión del mismo. Era por esto que, cuando Voral deseaba hacerse con el alma y el cuerpo de un combatiente específico, solía retar a sus enemigos a un duelo singular, ordenando a Ioxus que se abstuviera de ayudarle a ganar el combate, bajo ninguna circunstancia. Ya fuera por pura fuerza bruta o por los Poderes, siempre caprichosos, del Caos, Voral no había perdido aún uno de estos combates.

Al abrir la gigantesca compuerta opuesta del hangar que daba a los pasillos oscuros y fríos del Voluntad de Hierro, el Comandante del Demonio Ensamblado alzó su enorme y demoníaca espada por encima de la cabeza, ordenando con un grito a sus zombis avanzar hacia el pecio abandonado. Entonces, lo que antaño hubieran sido unos doscientos Orkos, unos cien Guardias Imperiales, treinta y dos Marines de la Plaga, veintiún Ultramarines y cinco Marines de la Legión Negra, se lanzaron hacia delante moviéndose como uno solo.