Notas previas:
Ésta es la continuación de la historia de un personaje que hice para una campaña del juego de rol "El Señor de los Anillos", que mi hermano hace años iba a ambientar en la Primera Edad de la Tierra Media que J. R. R. Tolkien narró en su libro "El Silmarillion" (en base a textos recopilados por su hijo, quien fue también responsable de su edición).
Tras un desengaño amoroso borré la historia del personaje que narraba los primeros siglos de vida de un Elfo Noldo que había nacido en Valinor con el nombre de Taralmië, que siguió a Fëanor a la Tierra Media y que fue prisionero de los siervos de Morgoth en su fortaleza de Angband.
Tras haber tenido unos extraños sueños, se me ha ocurrido ésta continuación de aquella historia y de su protagonista, el Elfo Noldo que, tras escapar de su cautiverio en Angband gracias al poder de un anillo mágico, abandona su antiguo nombre y adopta el de Draugor (en sindarin significa "temor de lobo").
V
Kelethil entró en "El Pony Pisador" con bastante prisa. Al abrir la puerta todos los congregados en la planta baja de la posada, la más famosa de Bree, se giraron para observar a la extraña Elfa que había atravesado la entrada. Ella, deteniéndose sólo un instante para observar a los asistentes, se giró a continuación hacia el posadero, situado tras la barra.
- ¿Dónde está? ¿Dónde está "Él"?
- ¿Dónde está... quién? ¿Señorita... Elfa? ¡Un momento! ¡Una Elfa del Bosque Negro! ¡Hacía por lo menos...!
- Ahórreselo, sé que el común de las gentes apenas ha visto a los Elfos del Bosque Negro más allá de sus tierras, y mucho menos durante ésta Edad... ¿Donde está el Elfo albino, el Montaraz, el Exiliado... Aquel al que todos llaman Draugor?
- ¡Oh! Está allí al fondo, en la esquina, fumando su pipa. - dijo el posadero mientras señaló con un brusco movimiento de cabeza y una leve mirada hacia el lugar indicado para, a continuación, seguir limpiando uno de sus vasos.
Kelethil se apresuró a acercarse al sitio donde vio a una figura alta masculina, vestida con capa negra y embozada en su capucha, que se encontraba rodeado por el denso humo del tabaco que estaba fumando.
- ¡Hola! Me llamo Kelethil, hija de Kelethor, del Bosque Negro, he oído hablar mucho de ti, bueno, y también he leído algunas historias que te mencionan, pero me estaba preguntando...
- ¡Hola, Kelethil hija de Kelethor de "me importa un bledo"! - Le interrumpió la figura de la capucha negra desde la profundidad de su sombra - Si has oído y leído sobre mí sabrás entonces que no soy precisamente "amigo" de los Elfos. Y cuando digo "Elfos" me refiero a todos y cada uno de ellos... Pero ¡mira por dónde! ¡Tú eres una Elfa! Así que, no sé por qué tienes tanto interés en buscar a un proscrito como yo pero este es el final de la conversación, vuelve por donde hayas venido y adiós...
- ¡No! No, quiero decir que no me importa que seas un proscrito y un exiliado por los Elfos, quiero decir que tengo algo importante que contarte ¡una misión! ¡Una que creo que te resultará de lo más interesante!
- Ajá, una misión... ¿Despedazar a alguien? ¿Cazar a alguien para luego despedazarle? ¿O sólo se trata de darle un buen susto para que te devuelva la deuda? Supongo que sabrás que es el negocio al que últimamente me dedico, así que antes de hablar del quién y del cómo hablemos de dinero... ¿Cuánto vas a pagarme?
- ¿Qué? ¡No! ¡No, no, no, no! Primero, no es ése tipo de misión, segundo no voy a pagarte, vas a hacerlo gratis y estoy convencida de ello porque tienes un interés especial en ésta misión, créeme...
- ¿Cómo? Ya veo... estás completamente loca. Los Elfos del Bosque Negro te han exiliado porque has perdido la poca cordura que te quedaba y ahora, en tu extraña locura, has decidido venir a molestarme porque yo soy otro exiliado de los Elfos ¿no es así? Te lo he dicho y te lo repito: adiós. Es mi última palabra como no empieces a hablarme de dinero y de lo que yo ganaré con ésta... "misión".
- ¡Bueno! ¿Quieres empezar por ahí? Yo pretendía empezar por el principio, que es como toda buena historia empieza, pero está bien, tú lo has querido, te estropearé la historia... Si no estoy mal informada Maedhros el Alto te quitó tanto "El Anillo del Lobo" mágico, con el que escapaste de Angband, como la espada y el arco hechos por los Noldor que te había regalado ¿verdad? Eso fue antes de encadenarte y mantenerte como prisionero en las mazmorras de Himring durante bastantes décadas ¿No es así? ¿Y si te dijera que cuando acabe ésta misión tendrás de nuevo una espada mágica legendaria forjada por los Noldor? ¿Tal vez fuese más interesante si te dijera que consiste en matar a alguien a quien todo el mundo da por muerto pero que, técnicamente, no lo está? Alguien de quien tú te quieres vengar, Draugor, alguien con quien tienes una cuenta pendiente.
- Está bien, está bien... Siéntate. Has captado mi atención, te escucho, cuéntame ésa historia tuya desde el principio. Pero no fue Maedhros el Alto quien me dio ésa espada y el arco de los que hablas, fue Räegaryon, Comandante de Himring y lugarteniente de Maedhros, él fue quien me hizo ésos regalos. Pero que los detalles no te distraigan, adelante, cuéntame ésa historia...
Kelethil se sentó y sacó un libro finamente encuadernado con tapas de cuero.
- ¿Qué es eso? - Preguntó Draugor.
- Mi libro de notas, no me interrumpas, por favor. Bien... ¿Qué recuerdas de la Caída de Gondolin?
- Pues que fue una auténtica matanza de Elfos (entre los que se encontraba Turgon) por parte de las tropas de Morgoth en las que estaban los Orcos, los Balrogs y los Dragones... Y que Tuor escapó junto a Idril, su esposa, y a Eärendil, su hijo... ¿Me olvido de algo?
- ¡Te olvidas de mucho! - Kelethil abrió su libro de notas. - Para empezar ¿recuerdas que el lugar exacto donde se encontraba Gondolin era uno de los mejores secretos de las Edades Pasadas, no? ¿Cómo supo Morgoth dónde estaba la ciudad para poder atacarla con precisión? ¿Acaso no recuerdas a Maeglin, Comandante de Gondolin, lugarteniente y mano derecha de Turgon, Rey de los Noldor? ¿No recuerdas que Maeglin, junto a sus soldados más cercanos y leales, fueron capturados por Morgoth? ¿Recuerdas acaso que éste los torturó a todos para sonsacarles cual era el lugar exacto de la ciudad y los sitios por donde entrar a ella?
- Bueno... No lo recordaba, no... - Admitió Draugor.
- Como supongo que tampoco recuerdas que, según las historias que se cuentan, Morgoth soltó a Maeglin, pues éste colaboró con Morgoth por los celos que sentía hacia Turgon y Tuor, ya que quería poseer a Idril Celebrindal, esposa de Tuor, el Atan. ¿Y si te dijera que he descubierto que puede que todo esto que nos han contado no sea del todo correcto? ¿Y si te dijera que Maeglin no colaboró con Morgoth tanto como nos lo pintan las historias y que el Señor Oscuro tuvo que recurrir a la magia negra para doblegar su voluntad y la de los suyos? ¿Y si te dijera que, a causa de ésa magia Maeglin aún sigue viviendo y no murió despeñado durante la batalla? ¿Acaso no recuerdas quién fue el Comandante de Gondolin que te impidió conquistar Tol Sirion, cuando ésta estaba tomada por Sauron? ¡Si! Estoy hablando de ése mismo Maeglin, no hay otro...
- Pero... ¿cómo? ¿dónde? No entiendo muy bien lo que me estás contando ni a dónde quieres llegar. De todas maneras eso pasó hace muchísimo tiempo y yo era diferente... Bueno, no pensaba con claridad, "El Anillo del Lobo" me estaba corrompiendo y yo no quería reconocerlo...
- Escucha, tengo pruebas de que Morgoth creó una nueva criatura en la profundidad de Angband de la que hasta ahora no teníamos noticias más que de forma indirecta, un parásito. Todavía no puedo saber exactamente cómo lo llamó Morgoth en origen, pero he conseguido manuscritos de Sauron hablando de éstas criaturas, él las llama "Moraumangajum", las "Arañas del Sueño", también usa el término "Vîz-bolvag" o "El Insecto de la Maldición". Es una alimaña, el cruce horripilante entre un cangrejo y una araña, inteligente y con voluntad propia, que se inserta en la espalda del sujeto y se adhiere a su columna vertebral, de ésta manera la criatura toma el control de su huésped, quien, a partir de entonces está condenado a ser una marioneta del Insecto en cuestión, o como quieras llamarlo...
Lo más interesante es que, en sus escritos, Sauron menciona que su "maestro" ya había probado éstas criaturas en Maeglin y otros. ¡Pero eso no es todo! Fueron descubiertos, pues algunos de los supervivientes de Gondolin recordaron haberse enfrentado a esas criaturas y fabricaron dos armas para combatirlas de forma eficaz. Un enorme arco al que llamaron "Anancacúaina" o "El Arco Sagrado de las Mandíbulas Largas", yo prefiero "Mandíbulas Largas", o "Ananca" simplemente, para abreviar... Y una larga espada que se blande a dos manos llamada "Daerist" o "Hendedora de Sombras".
La cuestión es que éste parásito, éste Insecto maldito, introduce a sus posibles víctimas y rivales en una peligrosa ensoñación, en una pesadilla, de la que es muy difícil salir vivo o sin ser infectado terrible e irreversiblemente por esas criaturas. Por lo tanto, hacen falta dos para combatir a esos bichos, uno que dispare las flechas de "Ananca" e inutilice al huésped y otro que blanda a "Daerist" y se enfrente a esas criaturas en su terreno, en su pesadilla inducida y pensada para matarte ¡Ése eres tú, Draugor! ¡Tú debes blandir a "Daerist"! Yo no soy mala arquera, podría inutilizar al huésped disparando flechas con "Ananca". Espera que ahora viene mi parte preferida, resulta que "Daerist" tiene engarzada una joya mágica, una esmeralda en realidad, en nuestro mundo la esmeralda mágica es verde pero en las pesadillas de los Insectos la esmeralda cambia de color y se vuelve azul, de ésta manera quien blande a "Daerist" no puede ser sorprendido y sabe en todo momento si lo que está viendo es real o no. ¿No me digas que no te gusta?
- Vale, bien... - Comenzó a balbucear Draugor, aturdido por toda la información y datos que acababa de recibir. - A ver si lo he entendido... ¿Quieres que recuperemos dos armas mágicas de a saber qué oscura mazmorra para que combatamos a Maeglin, que sigue vivo y que no tengo ni idea de en qué horrible antro se esconderá, para matar así también a la criatura que lo controla y que Morgoth colocó en él pocos años antes de morir en "La Guerra de la Cólera"?
- Si, eso es. - Dijo una sonriente Kelethil.
- ¡¡Jajajajajajajajajaja!! - Comenzó a retorcerse de risa el alto Elfo albino. - ¡Antes dije que estabas loca en plan broma pero ahora lo pienso de verdad! ¡¡Jajajajaja!! ¡Es el mejor y más desternillante chiste que he escuchado en muchos años, créeme, en muuuuchos años! ¡¡Jajajajajajajajajajajajajajajajaja!!
- Pues a mí no me hace gracia, he corrido demasiados peligros y recorrido incontables millas no sólo para averiguar todo esto, sino también para venir a verte. Deberías agradecerme que te haya brindado ésta oportunidad. No abundan los Elfos nacidos durante la Primera Edad, capaces de blandir una espada mágica forjada en aquella época y capaces también de usar su inmenso poder ¿sabes? Además, aún no te lo he contado todo... No sabes dónde están las armas ni dónde podremos encontrar a Maeglin, sirviendo aún hoy en día a fines malvados para su "nuevo" Señor Oscuro.
- Muy bien, cuéntame más anda, termina de alegrarme el día ilustrándome sobre la misión que quieres emprender conmigo y que hasta ahora parece una auténtica locura suicida.
- ¿Qué sabes de los licántropos de Sauron? Se cuenta que al caer Tol Sirion, el discípulo de Morgoth abandonó la práctica de la licantropía y su perniciosa magia, pero yo no estoy segura del todo, de hecho he oído de unas grutas en las montañas occidentales del Mar de Rhûn, y de los extraños espías y criaturas que allí moran por orden de Sauron, para mantener vigilados a los poquísimos Beórnidas que aún viven y, sobretodo, a los Elfos Teleri que aún moran en las costas del Mar Oriental. Dicen que para combatir eventualmente a los Beórnidas cambiaformas, Sauron desplegó allí a sus propios cambiaformas: los licántropos. Dicen que en esas grutas custodiadas por malsanas y malignas criaturas, el Señor Oscuro esconde de los Elfos y de los Hombres multitud de antiguos tesoros y armas de la antigua Gondolin, para que no puedan regresar a las manos de aquéllos que sí pueden empuñarlas. No tengo pruebas pero me jugaría lo que quieras a que encontraremos las armas que pueden destruir a esos Insectos Malditos en ésas grutas. - Explicó la Elfa del Bosque Negro.
- ¿El Mar de Rhûn? ¿Tienes idea de lo lejos que está? ¿Qué comeremos? ¿Tienes provisiones?
- ¿No se supone que eres un Montaraz? No sé... Cazaremos para comer... Supongo...
- Bueno... - suspiró Draugor - Pues teniendo en cuenta que hace mucho tiempo que no recibo encargos y que no tengo dinero ni para pagar una mísera pinta de cerveza más en ésta posada, supongo que no tengo mejor cosa que hacer que comprobar si esas grutas en el lejano oriente de las que hablas contienen realmente tesoros que valgan la pena ¿Cuándo quieres partir?
- ¿Que cuándo...? ¡Ahora mismo! - contestó Kelethil.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Al anochecer un horrendo murciélago gigante descendió del cielo para posarse cerca de la entrada a la cueva. Allí, Horrac, el Vestido de Hierro, lo estaba esperando y sabía muy bien que no era un murciélago cualquiera. Antes de tocar el suelo la horrenda criatura voladora cambió, transformándose rápidamente en un alto Elfo con exquisita túnica blanca que llevaba un báculo de oro y tenía la mitad de la cabeza y el rostro cubiertos por una amplia máscara dorada. Al poner los pies en la tierra el Elfo cubrió su maltrecho rostro con la capucha blanca, avanzó majestuosamente y miró con altanería a los dos orcos que le estaban esperando. Entonces, Horrac y Vîtar, el Viejo, se adelantaron y ambos hincaron una rodilla para agachar la cabeza a continuación.
- Dejémonos de formalismos ¿queréis? levanta Horrac y dime ¿Qué ha visto Vogaumtar? ¿Qué es lo que ha percibido del Anillo?
- Puedo deciros, mi Señor, que ésta vez querréis oír lo que ha visto el Silencioso, buenas noticias, muy muy buenas noticias.
- Entonces que venga mi discípulo y que me lo diga en persona.
De la entrada en penumbra de la cueva, surgieron tres figuras, eran el propio Vogaumtar, Kûrr Môsh, el Mocoso de la Púa, y Zuzar, el licántropo, en su forma medio antropomorfa medio animal.
- Mi Señor... - susurró el orco que se encontraba en el medio de los tres, y que llevaba el atuendo y las pinturas de alto chamán del Clan de la Mano Ensangrentada. - Ya viene, lo he visto, el Anillo me lo ha mostrado. - Y mientras decía esto Vogaumtar, el Silencioso, levantó con ceremonia el Anillo del Lobo que antaño hubiera llevado puesto aquél que se hizo llamar Draugor.
- ¿Dónde está... quién? ¿Señorita... Elfa? ¡Un momento! ¡Una Elfa del Bosque Negro! ¡Hacía por lo menos...!
- Ahórreselo, sé que el común de las gentes apenas ha visto a los Elfos del Bosque Negro más allá de sus tierras, y mucho menos durante ésta Edad... ¿Donde está el Elfo albino, el Montaraz, el Exiliado... Aquel al que todos llaman Draugor?
- ¡Oh! Está allí al fondo, en la esquina, fumando su pipa. - dijo el posadero mientras señaló con un brusco movimiento de cabeza y una leve mirada hacia el lugar indicado para, a continuación, seguir limpiando uno de sus vasos.
Kelethil se apresuró a acercarse al sitio donde vio a una figura alta masculina, vestida con capa negra y embozada en su capucha, que se encontraba rodeado por el denso humo del tabaco que estaba fumando.
- ¡Hola! Me llamo Kelethil, hija de Kelethor, del Bosque Negro, he oído hablar mucho de ti, bueno, y también he leído algunas historias que te mencionan, pero me estaba preguntando...
- ¡Hola, Kelethil hija de Kelethor de "me importa un bledo"! - Le interrumpió la figura de la capucha negra desde la profundidad de su sombra - Si has oído y leído sobre mí sabrás entonces que no soy precisamente "amigo" de los Elfos. Y cuando digo "Elfos" me refiero a todos y cada uno de ellos... Pero ¡mira por dónde! ¡Tú eres una Elfa! Así que, no sé por qué tienes tanto interés en buscar a un proscrito como yo pero este es el final de la conversación, vuelve por donde hayas venido y adiós...
- ¡No! No, quiero decir que no me importa que seas un proscrito y un exiliado por los Elfos, quiero decir que tengo algo importante que contarte ¡una misión! ¡Una que creo que te resultará de lo más interesante!
- Ajá, una misión... ¿Despedazar a alguien? ¿Cazar a alguien para luego despedazarle? ¿O sólo se trata de darle un buen susto para que te devuelva la deuda? Supongo que sabrás que es el negocio al que últimamente me dedico, así que antes de hablar del quién y del cómo hablemos de dinero... ¿Cuánto vas a pagarme?
- ¿Qué? ¡No! ¡No, no, no, no! Primero, no es ése tipo de misión, segundo no voy a pagarte, vas a hacerlo gratis y estoy convencida de ello porque tienes un interés especial en ésta misión, créeme...
- ¿Cómo? Ya veo... estás completamente loca. Los Elfos del Bosque Negro te han exiliado porque has perdido la poca cordura que te quedaba y ahora, en tu extraña locura, has decidido venir a molestarme porque yo soy otro exiliado de los Elfos ¿no es así? Te lo he dicho y te lo repito: adiós. Es mi última palabra como no empieces a hablarme de dinero y de lo que yo ganaré con ésta... "misión".
- ¡Bueno! ¿Quieres empezar por ahí? Yo pretendía empezar por el principio, que es como toda buena historia empieza, pero está bien, tú lo has querido, te estropearé la historia... Si no estoy mal informada Maedhros el Alto te quitó tanto "El Anillo del Lobo" mágico, con el que escapaste de Angband, como la espada y el arco hechos por los Noldor que te había regalado ¿verdad? Eso fue antes de encadenarte y mantenerte como prisionero en las mazmorras de Himring durante bastantes décadas ¿No es así? ¿Y si te dijera que cuando acabe ésta misión tendrás de nuevo una espada mágica legendaria forjada por los Noldor? ¿Tal vez fuese más interesante si te dijera que consiste en matar a alguien a quien todo el mundo da por muerto pero que, técnicamente, no lo está? Alguien de quien tú te quieres vengar, Draugor, alguien con quien tienes una cuenta pendiente.
- Está bien, está bien... Siéntate. Has captado mi atención, te escucho, cuéntame ésa historia tuya desde el principio. Pero no fue Maedhros el Alto quien me dio ésa espada y el arco de los que hablas, fue Räegaryon, Comandante de Himring y lugarteniente de Maedhros, él fue quien me hizo ésos regalos. Pero que los detalles no te distraigan, adelante, cuéntame ésa historia...
Kelethil se sentó y sacó un libro finamente encuadernado con tapas de cuero.
- ¿Qué es eso? - Preguntó Draugor.
- Mi libro de notas, no me interrumpas, por favor. Bien... ¿Qué recuerdas de la Caída de Gondolin?
- Pues que fue una auténtica matanza de Elfos (entre los que se encontraba Turgon) por parte de las tropas de Morgoth en las que estaban los Orcos, los Balrogs y los Dragones... Y que Tuor escapó junto a Idril, su esposa, y a Eärendil, su hijo... ¿Me olvido de algo?
- ¡Te olvidas de mucho! - Kelethil abrió su libro de notas. - Para empezar ¿recuerdas que el lugar exacto donde se encontraba Gondolin era uno de los mejores secretos de las Edades Pasadas, no? ¿Cómo supo Morgoth dónde estaba la ciudad para poder atacarla con precisión? ¿Acaso no recuerdas a Maeglin, Comandante de Gondolin, lugarteniente y mano derecha de Turgon, Rey de los Noldor? ¿No recuerdas que Maeglin, junto a sus soldados más cercanos y leales, fueron capturados por Morgoth? ¿Recuerdas acaso que éste los torturó a todos para sonsacarles cual era el lugar exacto de la ciudad y los sitios por donde entrar a ella?
- Bueno... No lo recordaba, no... - Admitió Draugor.
- Como supongo que tampoco recuerdas que, según las historias que se cuentan, Morgoth soltó a Maeglin, pues éste colaboró con Morgoth por los celos que sentía hacia Turgon y Tuor, ya que quería poseer a Idril Celebrindal, esposa de Tuor, el Atan. ¿Y si te dijera que he descubierto que puede que todo esto que nos han contado no sea del todo correcto? ¿Y si te dijera que Maeglin no colaboró con Morgoth tanto como nos lo pintan las historias y que el Señor Oscuro tuvo que recurrir a la magia negra para doblegar su voluntad y la de los suyos? ¿Y si te dijera que, a causa de ésa magia Maeglin aún sigue viviendo y no murió despeñado durante la batalla? ¿Acaso no recuerdas quién fue el Comandante de Gondolin que te impidió conquistar Tol Sirion, cuando ésta estaba tomada por Sauron? ¡Si! Estoy hablando de ése mismo Maeglin, no hay otro...
- Pero... ¿cómo? ¿dónde? No entiendo muy bien lo que me estás contando ni a dónde quieres llegar. De todas maneras eso pasó hace muchísimo tiempo y yo era diferente... Bueno, no pensaba con claridad, "El Anillo del Lobo" me estaba corrompiendo y yo no quería reconocerlo...
- Escucha, tengo pruebas de que Morgoth creó una nueva criatura en la profundidad de Angband de la que hasta ahora no teníamos noticias más que de forma indirecta, un parásito. Todavía no puedo saber exactamente cómo lo llamó Morgoth en origen, pero he conseguido manuscritos de Sauron hablando de éstas criaturas, él las llama "Moraumangajum", las "Arañas del Sueño", también usa el término "Vîz-bolvag" o "El Insecto de la Maldición". Es una alimaña, el cruce horripilante entre un cangrejo y una araña, inteligente y con voluntad propia, que se inserta en la espalda del sujeto y se adhiere a su columna vertebral, de ésta manera la criatura toma el control de su huésped, quien, a partir de entonces está condenado a ser una marioneta del Insecto en cuestión, o como quieras llamarlo...
Lo más interesante es que, en sus escritos, Sauron menciona que su "maestro" ya había probado éstas criaturas en Maeglin y otros. ¡Pero eso no es todo! Fueron descubiertos, pues algunos de los supervivientes de Gondolin recordaron haberse enfrentado a esas criaturas y fabricaron dos armas para combatirlas de forma eficaz. Un enorme arco al que llamaron "Anancacúaina" o "El Arco Sagrado de las Mandíbulas Largas", yo prefiero "Mandíbulas Largas", o "Ananca" simplemente, para abreviar... Y una larga espada que se blande a dos manos llamada "Daerist" o "Hendedora de Sombras".
La cuestión es que éste parásito, éste Insecto maldito, introduce a sus posibles víctimas y rivales en una peligrosa ensoñación, en una pesadilla, de la que es muy difícil salir vivo o sin ser infectado terrible e irreversiblemente por esas criaturas. Por lo tanto, hacen falta dos para combatir a esos bichos, uno que dispare las flechas de "Ananca" e inutilice al huésped y otro que blanda a "Daerist" y se enfrente a esas criaturas en su terreno, en su pesadilla inducida y pensada para matarte ¡Ése eres tú, Draugor! ¡Tú debes blandir a "Daerist"! Yo no soy mala arquera, podría inutilizar al huésped disparando flechas con "Ananca". Espera que ahora viene mi parte preferida, resulta que "Daerist" tiene engarzada una joya mágica, una esmeralda en realidad, en nuestro mundo la esmeralda mágica es verde pero en las pesadillas de los Insectos la esmeralda cambia de color y se vuelve azul, de ésta manera quien blande a "Daerist" no puede ser sorprendido y sabe en todo momento si lo que está viendo es real o no. ¿No me digas que no te gusta?
- Vale, bien... - Comenzó a balbucear Draugor, aturdido por toda la información y datos que acababa de recibir. - A ver si lo he entendido... ¿Quieres que recuperemos dos armas mágicas de a saber qué oscura mazmorra para que combatamos a Maeglin, que sigue vivo y que no tengo ni idea de en qué horrible antro se esconderá, para matar así también a la criatura que lo controla y que Morgoth colocó en él pocos años antes de morir en "La Guerra de la Cólera"?
- Si, eso es. - Dijo una sonriente Kelethil.
- ¡¡Jajajajajajajajajaja!! - Comenzó a retorcerse de risa el alto Elfo albino. - ¡Antes dije que estabas loca en plan broma pero ahora lo pienso de verdad! ¡¡Jajajajaja!! ¡Es el mejor y más desternillante chiste que he escuchado en muchos años, créeme, en muuuuchos años! ¡¡Jajajajajajajajajajajajajajajajaja!!
- Pues a mí no me hace gracia, he corrido demasiados peligros y recorrido incontables millas no sólo para averiguar todo esto, sino también para venir a verte. Deberías agradecerme que te haya brindado ésta oportunidad. No abundan los Elfos nacidos durante la Primera Edad, capaces de blandir una espada mágica forjada en aquella época y capaces también de usar su inmenso poder ¿sabes? Además, aún no te lo he contado todo... No sabes dónde están las armas ni dónde podremos encontrar a Maeglin, sirviendo aún hoy en día a fines malvados para su "nuevo" Señor Oscuro.
- Muy bien, cuéntame más anda, termina de alegrarme el día ilustrándome sobre la misión que quieres emprender conmigo y que hasta ahora parece una auténtica locura suicida.
- ¿Qué sabes de los licántropos de Sauron? Se cuenta que al caer Tol Sirion, el discípulo de Morgoth abandonó la práctica de la licantropía y su perniciosa magia, pero yo no estoy segura del todo, de hecho he oído de unas grutas en las montañas occidentales del Mar de Rhûn, y de los extraños espías y criaturas que allí moran por orden de Sauron, para mantener vigilados a los poquísimos Beórnidas que aún viven y, sobretodo, a los Elfos Teleri que aún moran en las costas del Mar Oriental. Dicen que para combatir eventualmente a los Beórnidas cambiaformas, Sauron desplegó allí a sus propios cambiaformas: los licántropos. Dicen que en esas grutas custodiadas por malsanas y malignas criaturas, el Señor Oscuro esconde de los Elfos y de los Hombres multitud de antiguos tesoros y armas de la antigua Gondolin, para que no puedan regresar a las manos de aquéllos que sí pueden empuñarlas. No tengo pruebas pero me jugaría lo que quieras a que encontraremos las armas que pueden destruir a esos Insectos Malditos en ésas grutas. - Explicó la Elfa del Bosque Negro.
- ¿El Mar de Rhûn? ¿Tienes idea de lo lejos que está? ¿Qué comeremos? ¿Tienes provisiones?
- ¿No se supone que eres un Montaraz? No sé... Cazaremos para comer... Supongo...
- Bueno... - suspiró Draugor - Pues teniendo en cuenta que hace mucho tiempo que no recibo encargos y que no tengo dinero ni para pagar una mísera pinta de cerveza más en ésta posada, supongo que no tengo mejor cosa que hacer que comprobar si esas grutas en el lejano oriente de las que hablas contienen realmente tesoros que valgan la pena ¿Cuándo quieres partir?
- ¿Que cuándo...? ¡Ahora mismo! - contestó Kelethil.
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Al anochecer un horrendo murciélago gigante descendió del cielo para posarse cerca de la entrada a la cueva. Allí, Horrac, el Vestido de Hierro, lo estaba esperando y sabía muy bien que no era un murciélago cualquiera. Antes de tocar el suelo la horrenda criatura voladora cambió, transformándose rápidamente en un alto Elfo con exquisita túnica blanca que llevaba un báculo de oro y tenía la mitad de la cabeza y el rostro cubiertos por una amplia máscara dorada. Al poner los pies en la tierra el Elfo cubrió su maltrecho rostro con la capucha blanca, avanzó majestuosamente y miró con altanería a los dos orcos que le estaban esperando. Entonces, Horrac y Vîtar, el Viejo, se adelantaron y ambos hincaron una rodilla para agachar la cabeza a continuación.
- Dejémonos de formalismos ¿queréis? levanta Horrac y dime ¿Qué ha visto Vogaumtar? ¿Qué es lo que ha percibido del Anillo?
- Puedo deciros, mi Señor, que ésta vez querréis oír lo que ha visto el Silencioso, buenas noticias, muy muy buenas noticias.
- Entonces que venga mi discípulo y que me lo diga en persona.
De la entrada en penumbra de la cueva, surgieron tres figuras, eran el propio Vogaumtar, Kûrr Môsh, el Mocoso de la Púa, y Zuzar, el licántropo, en su forma medio antropomorfa medio animal.
- Mi Señor... - susurró el orco que se encontraba en el medio de los tres, y que llevaba el atuendo y las pinturas de alto chamán del Clan de la Mano Ensangrentada. - Ya viene, lo he visto, el Anillo me lo ha mostrado. - Y mientras decía esto Vogaumtar, el Silencioso, levantó con ceremonia el Anillo del Lobo que antaño hubiera llevado puesto aquél que se hizo llamar Draugor.
Kelethil |
Aquel que Fue Maeglin |
Horrac, el Vestido de Hierro |
Vîtar, el Viejo |
Vogaumtar, el Silencioso |
Kûrr Môsh, el Mocoso de la Púa |
Zuzar, el Matón |
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