"Quien gobierna ateniéndose al Tao
no intenta dominar el mundo
mediante la fuerza de las armas.
Está en la naturaleza de las armas militares
volverse contra los propios hombres que las crearon.
Donde se estacionan los ejércitos
sólo crecen después zarzas y espinos.
Durísimos años de hambruna
de seguro seguirán a una gran guerra.
Así, el sabio busca el progreso de su pueblo
y no el dominio de los pueblos vecinos.
Por eso no intenta conquistar por la fuerza.
Sin jactancia, sin obstinación, sin enriquecerse.
Ése es el método del sabio,
porque expandirse excesivamente
es precipitar el decaimiento
y esto es contrario al Tao,
y lo que es contrario al Tao
generará su propia destrucción"
Tao te King, Lao Tse, capítulo 30.
"(...) Las armas son instrumentos nefastos,
no adecuados para el hombre de bien.
Sólo las usa en caso de necesidad
y lo hace comedidamente,
sin alegría en la victoria.
El que se alegra de vencer
es el que goza con la muerte de los hombres.
Y quien se complace en matar hombres
no puede prevalecer en el mundo.
Para los grandes acontecimientos
el sitio de honor es la izquierda
y la derecha para los hechos luctuosos.
En el ejército
el comandante adjunto se coloca al izquierda,
el comandante en jefe, a la derecha.
Ésta es la misma disposición que se usa en los ritos fúnebres.
Esto significa que la guerra
se compara a un servicio funerario.
Cuando ha sido matada mucha gente
sólo es justo que los supervivientes lloren por los muertos.
Por esto, incluso una victoria es un funeral"
Tao te King, Lao Tse, capítulo 31.
EL CORAZÓN DE PIEDRA
La Esfera de Meditación |
EL CORAZÓN DE PIEDRA
Darth Akdar levantó un instante la vista para mirar la imagen fantasmagórica de Sorzus Syn, que sobrevolaba el aire por encima suyo. No había demasiados matices en su rostro que le pudieran decir qué era lo que debía estar pensando la guardiana del holocrón. Tal vez, solo tal vez, es posible que sintiera algo de curiosidad, la curiosidad diletante propia de una persona dedicada a la ciencia, al ocultismo, o a cualquier otro estudio académico. Eso fue lo que pensó el chiss antes de volver a concentrarse en su trabajo. En sus manos sostenía el Corazón de Graush, el poderoso Amuleto Sith que había fabricado con el conocimiento que la fallecida Sorzus Syn había grabado en su holocrón. El que había sido su aprendiz del lado oscuro, Darth Ghul, se encontraba tendido sobre una gruesa manta en el suelo, con el pecho abierto, esperando a que su transformación fuera completa.
Ghul conseguía vivir en ese estado gracias a la Esfera de Meditación, el sarcófago-nave, otro Artefacto Sith construido por Akdar gracias a los conocimientos del holocrón. La cabeza de Ghul se encontraba en el interior del Yelmo de Graush con forma de T, del que salían un montón de cables que lo unían a la Esfera de Meditación y que lo mantenían en un sueño profundo. Del pecho abierto de Darth Ghul no manaba sangre alguna, el sarcófago-nave recibía la sangre que por naturaleza debía surgir del cuerpo del Sith y ésta retornaba al cuerpo de Ghul para mantenerlo con vida.
Era un rito impío, antinatural y muy difícil de ejecutar con éxito, pero durante los tres años que habían transcurrido, Darth Akdar no solo había ampliado enormemente sus conocimientos sobre los amuletos y artefactos del lado oscuro, había aprendido grandes secretos sobre la historia de los extintos sith y había hecho grandes avances para dominar su lenguaje. Durante esos tres años había alcanzado también el conocimiento para fabricar su propio holocrón y cosechó éxito tras éxito en lo que el fantasma de Sorzus Syn calificaba como la "Transformación", palabra con la que se refería al proceso que debía afrontar Darth Ghul para aprender a controlar y usar la Esfera de Meditación.
Por su parte, Darth Ghul estaba recibiendo otro tipo de instrucción del holocrón Sith, y esto era por lo que Akdar ya no consideraba a Ghul su aprendiz. No podía enseñarle nada, al menos no podía enseñarle nada que le sirviera a convertirse en lo que quería llegar a ser: el Lord Sith que Akdar nunca había sido.
Todo parecía indicar que Darth Ghul había aprendido a modificar los elementos a su elección, la piedra, el agua, el fuego y el aire cambiaban a su voluntad con la ayuda del Yelmo de Graush... Caían rayos del cielo cuando y donde él deseaba... Creaba terremotos o la tierra se levantaba para generar muros espontáneos que defendieran a su dueño y señor... Las nubes iban y venían atraídas o llevadas por su pensamiento, y los vientos soplaban sólo en la dirección que él había determinado y con la velocidad que a él le convenía...
Pronto podría presentar ante el Imperio el gran arma que suponía la Esfera de Meditación, tal vez incluso el Emperador le recompensara por todo su esfuerzo y trabajo. Quien sabe, ahora incluso podía crear su propio holocrón en el que volcar sus nuevos conocimientos para el futuro, conocimientos que, a la luz de un nuevo mundo gobernado por los Sith, sirvieran para devolver la valía y la grandeza de la que antaño había gozado la secta del lado oscuro. Tal vez su destino no era retomar las enseñanzas de su venerado Darth Bane, tal vez su destino era el legar a los Sith nuevas reglas que mejorasen su organización.
Pero de momento en lo que debía poner toda su atención era en colocar correctamente las venas en los orificios que le correspondían ahora al Corazón de Graush, en lugar de al auténtico corazón de Darth Ghul, que se encontraba tirado en el suelo en medio de un pequeño charquito de sangre, y que había sido desechado como el que expulsa una protuberancia molesta de un cuerpo sano.
Para la creación del Corazón de Graush, Akdar no había conseguido un rubí lo suficientemente grande, como hubiera sido en su día el primer y auténtico Artefacto usado por el difunto Dathka Graush, pero según los conocimientos de Sorzus Syn, era posible fabricarlo con otras piedras preciosas, por lo que Darth Akdar estaba sosteniendo ahora una esmeralda de grandes dimensiones con ciertos añadidos cibernéticos y electrónicos que le permitirían unirse sin problemas al cuerpo de Darth Ghul y harían posible la canalización correcta de la Fuerza entre ambos. La obtención de aquella enorme esmeralda, así como la de algún que otro componente extraño y caro que formaba parte de la Esfera de Meditación, no le habían salido en absoluto "baratos" a Akdar. Al pedir ayuda al Emperador y a su Nueva Orden, había recibido la más que molesta visita del comandante Demrho Ilare y el de todo un destacamento imperial que se suponía que debía supervisar el trabajo de Akdar y sus progresos, allí en Korriban, pero realmente no hacían más que entorpecer su trabajo, o al menos esa era la impresión que Darth Akdar tenía del oficial imperial y de sus subordinados.
Hacía tan solo unas cuatro horas desde que consiguió convencer, a duras penas, al comandante Ilare de que su presencia durante la operación-ritual no solo iba molestarle sino que, además, podría terminar de arruinar por completo el paso final y definitivo de la "Transformación". Así que, aunque se encontraba exhausto tras horas de la continua recitación sith de fórmulas mágicas, de la propia concentración que suponía el conectar correctamente el Yelmo de Graush a la Esfera de Meditación, y del cansancio tras abrir quirúrjicamente la caja torácica de Ghul, Akdar se sentía aliviado de que, por una vez, se había librado de aquella molesta, inquisitiva y constante presencia imperial, tanto que una vez acabada toda la operación, y habiendo dejado reposar el cuerpo inmóvil de Ghul en el sarcófago-nave al que estaba unido, se volvió a sentir agobiado y entristecido, pues pronto tendría que volver a sufrir las constantes quejas, preguntas y amenazas del comandante Demrho Ilare.
- ¿Y bien? - Preguntó el oficial del Imperio - ¿Ha tenido usted éxito? ¿Ya es completa la "Transformación"?
- Completa es, Ilare, no le quepa a usted la menor duda. - Comenzó a explicar Darth Akdar - Pero no sabremos si he tenido éxito hasta que Darth Ghul despierte y se levante por su propio pie o haga volar con sus poderes la Esfera de Meditación. Sé que le resulta muy difícil pero una vez más le pido un poco de paciencia, el lado oscuro actúa con rapidez, pero esto no quiere decir que actúe de forma inmediata. Es muy posible, si es cierto que he tenido éxito, que al amanecer veamos volar a la Esfera de Meditación, e incluso es posible que entonces usted y sus tropas vean una demostración de su poder. Si todo va bien se sentirá muy impresionado, créame.
- No es a mí a quien tiene que impresionar, Akdar, es a nuestro Emperador a quien debe complacer. Diría que, últimamente su Excelencia se encuentra muy preocupado por la necesidad de reemplazar un arma como la "Estrella de la Muerte". Es vital para la paz de la Galaxia que logremos volver a fabricar un arma con semejante alcance ofensivo. Los rebeldes creen que pueden vencer pero eso no es importante, lo que es verdaderamente importante es que toda la población de la Galaxia tenga la certeza de que el Imperio acabará por aplastar todo conato de rebeldía y de que terminará por instaurar la auténtica paz que el Emperador busca.
- Si, lo comprendo, Ilare. - Expuso Darth Akdar mientras recordaba el primer verso del Código Sith ("No hay paz, la paz es una mentira...") y mientras pensaba para sí mismo que se encontraba demasiado agotado y era demasiado tarde para tener que soportar semejante propaganda política - No se preocupe, váyase a descansar que yo también haré lo mismo, lo necesito más de lo que usted cree. Mañana saldremos de dudas y sabremos si la Esfera de Meditación es un arma digna de la reputación de la "Estrella de la Muerte".
Despertó sobresaltado cuando ya se encontraba bien avanzado el día, se oían estruendos, gritos y órdenes, se oían los característicos motores ululantes de los cazas TIE sobrevolando la tienda de campaña, se oían descargas láser y descargas bláster y también se podían oír... ¿rayos y truenos?
Al salir apresuradamente de la enorme tienda de campaña pudo ver lo que ocurría: el destacamento del Imperio al completo al mando del comandante Demrho Ilare se encontraba combatiendo a la Esfera de Meditación, dos pirámides estiradas de piedra arenisca que se unían por sus bases formando una nave-sarcófago de unos tres metros de alto y que ahora giraban en el aire, una en sentido contrario a la otra. La Esfera era un punto suspendido en el cielo azul y diáfano por encima del desierto de Korriban. Se encontraba delante del Destructor Estelar del comandante Ilare que levitaba con dificultad en la atmósfera del planeta mientras surgía un denso humo negro de numerosos puntos de su estructura exterior. Varios escuadrones de cazas TIE maniobraban en el aire por encima de Darth Akdar, con la intención de volver a atacar a la Esfera, y un sinnúmero de soldados de asalto imperiales se expandían por el desierto disparando o preparando pesados cañones bláster montados en enormes trípodes que apuntaban a la nave-sarcófago en la que, sin duda, se encontraba Darth Ghul.
Mientras Akdar corrió hacia uno de los grupos de soldados de asalto, con la intención de hablar con su oficial, varios de los escuadrones de caza TIE terminaron la maniobra y se aproximaron a la Esfera de Meditación de forma amenazadora disparando sus cañones láser. Primero se oyó un zumbido ronco y lejano y un segundo más tarde surgió un rayo irregular verde de la Esfera con el sonido grave de un trueno que desintegró por completo a algunos de los cazas TIE. Menos de un segundo después, y con el zumbido ronco como compás de aquella extraña batalla, dos rayos verdes irregulares salieron una vez más de la Esfera de Meditación. Uno de ellos impactó entre los cazas TIE, desintegrando a uno de los vehículos aéreos, y el otro impactó en el Destructor Estelar desintegrando uno de los puestos de cañones turboláseres que le disparaban desde la superficie de la nave comandada por Demrho Ilare.
Todos los fogonazos disparados por el contingente imperial, ya fueran de blásters o de láseres, desaparecían a escasos metros de la nave-sarcófago de Darth Ghul, que parecía cubierta por un escudo invisible esférico aparentemente impenetrable para las armas del Imperio.
De repente la Esfera de Meditación comenzó a girar de forma mucho más rápida y de ella surgieron una docena de rayos verdes irregulares que acabaron en un instante, y de forma simultánea, con cazas, puestos de artillería y soldados de asalto por igual.
Akdar retrocedió de prisa, uno de los rayos había caído a pocos metros de él, convirtiendo en polvo a toda la dotación de soldados de un cañón bláster, incluido éste último. Corrió para regresar a la tienda pero cuando llegó a ella en lugar de entrar la rodeó para alejarse lo más posible. Tal vez, ahora que Darth Ghul no tenía rival en el lado oscuro, decidiera desintegrarle a él también, y recordó que Sorzus Syn había profetizado que el propio Ghul sería quien le destruiría... Escuchó un terrible chasquido y se giró para ver lo que ocurría. El "Rostro Impertérrito", el Destructor Estelar del comandante Demrho Ilare, estaba cayendo rápidamente a la superficie del desierto de Korriban, con el puesto de mando calcinado en una columna de denso humo negro. Al chocar contra la superficie del planeta, el Destructor Estelar levantó una gigantesca ola de polvo y arena que derribó y envolvió por completo a Darth Akdar.
Pasaron unos quince o veinte minutos en los que Akdar no pudo hacer más que cubrirse la cara con sus ropas mientras luchaba por respirar, hasta que la nube de polvo y arena se fue haciendo mucho menos gruesa y le permitió levantarse. Akdar avanzó lo más rápido que pudo para salir de allí pero de repente, entre el polvo y la arena del ambiente circundante, vio surgir a la Esfera de Meditación. Estaba detenida, suspendida en el aire como en extraña y amenazadora calma, con la base de su punta tocando el seco y caliente suelo desértico a escasos seis metros de él. Se abrió y de ella surgió Darth Ghul, de quien manaba un extraño fulgor rojo. El Lord de los Sith se dirigió con paso firme hacia Akdar.
"Así que éste es el fin", pensó el chiss, "solo espero que sea igual de rápido que con los soldados imperiales".
- Te has convertido en un poderoso Lord Sith, como el holocrón había profetizado. - se atrevió a decir Akdar - Ahora ya puedes acabar conmigo, no hay poder en la Galaxia que pueda detenerte, ya no me necesitas para nada. Que sea rápido... por favor...
Darth Ghul se detuvo a un par de metros de Akdar, estiró hacia atrás su capa con ambas manos, enfundadas en gruesos guantes negros, e hincó una rodilla en el suelo al tiempo que inclinaba su cabeza (y con ella el Yelmo de Graush) para mirar la parduzca y polvorienta arena de Korriban.
- Maestro, todo te lo debo a ti.
Jace estaba muy confuso, su maestro, el sabio Retell, había consentido en permitir aquella locura. Bakiv Turlam, al que sus compañeros del "Puño del Gigante" llamaban "Rojo", era el único de los aprendices de Jedi allí congregados que todavía no poseía un sable de luz y ante las continuas negativas del maestro Retell de permitirle construir uno, al twi´lek se le había agotado la paciencia y había decidido derrotar al último de los alumnos de Retell, al pobre Jace Jukassa, quien poseía el sable láser de su anterior y difunto maestro, Dúnawax Suu Quol, para arrebatárselo.
"Rojo" era un agresivo experto en el combate con armas de cuerpo a cuerpo, Jace lo había visto entrenar con hachas, cuchillos, varas, espadas y lanzas. Como a ojos de Retell no había sido nunca digno de pasar el Rito del Cristal, había recorrido media Galaxia y se había gastado una fortuna para conseguir dos espadas gemelas hechas de cortosis, un rarísimo y caro mineral capaz de soportar el calor de las armas láser y de los blásters, con lo que Bakiv Turlam era capaz de bloquear los golpes de cualquier sabe de luz con aquellas dos espadas.
- Ahora, Jace Jukassa, te derrotaré y te arrebataré ese arma. No eres digno de ella, apenas la sabes usar y yo seré invencible con esa espada láser. - Expuso el twi´lek mientras le señalaba con una de aquellas armas que blandía.
- Esto no tiene sentido, maestro. - Dijo en voz bien alta Voso Teruna - Si no vas a detener ésta locura permíteme al menos luchar junto a Jace, él solo tiene un sable de luz y Bakiv tiene dos espadas, permíteme igualar un poco las cosas.
- Yo no te puedo permitir nada, Voso. - Le contestó el anciano devlikk llamado Retell - Todo esto ha sido idea de Bakiv Turlam, es a él a quien le tendrás que preguntar, yo solo he aceptado para que se callara de una vez, para que me dejara de aburrir con sus quejas infantiles.
- Entonces ¿te atreverás a luchar contra nosotros dos juntos, "Rojo"? - Preguntó el amigo de Jace.
- Te he visto practicar con ese sable láser y sé que ninguno de los dos es rival para mí, Teruna, ayuda a tu amigo si quieres y... si puedes. Eres un estúpido, en breves instantes pasaré de no tener ningún sable de luz a tener dos.
Bakiv Turlam esperó a que Voso se acercara a Jace y saltó con un grito hacia ellos. Los humanos se apartaron hacia ambos lados al tiempo que encendían sus armas. Jace consiguió parar a duras penas un golpe de espada; un segundo más tarde "Rojo" extendió una de sus piernas y barrió con fuerza sus pies. Jace cayó al suelo y amortiguó la caída de forma instintiva con la Fuerza.
Voso aprovechó la concentración de Turlam en su amigo para contraatacar, con lo que "Rojo" se vio obligado a retroceder deteniendo estocadas con una de las espadas mientras Jace se estaba levantando lo más deprisa que pudo. Cuando observó que el twi´lek pasaba de la defensa para concentrar sus ataques en Teruna usó la Fuerza para empujar el cuerpo de Turlam, quien giró rápidamente en el aire y cayó en el suelo sobre sus pies con la agilidad de un gato.
El twi´lek se impulsó con la Fuerza para realizar un salto enorme y caer con gran fuerza sobre Jace, quien recibió varios golpes violentos en el filo de su sable de luz, el cual saltó de las manos de su propietario para rodar por el suelo apagado. Voso Teruna se aproximó con rapidez y aprovechó la furia que "Rojo" había desatado contra su amigo para atacarle por la espalda. Turlam detuvo el ataque de espaldas con el arma que empuñaba en la zurda mientras ensartaba a Teruna en el estómago con el arma que empuñaba en la derecha.
- ¡¡¡Nooooooooo!!! - Fue el grito que Jace no pudo evitar expresar.
El twi´lek soltó la espada con la que había alcanzado a Voso y éste retrocedió sorprendido mientras observaba perplejo su herida. Bakiv Turlam extendió su mano libre hacia el sable láser de Jace, que ahora yacía apagado a varios metros de distancia, en el suelo, lo atrajo con la Fuerza y cuando por fin se sintió poseedor de aquello que codiciaba miró el objeto y sonrió.
- Gracias, Jukassa, ha sido un bonito regalo por tu parte, ahora presiento que tu amigo Teruna va a regalarme algo muy parecido en breves instantes... Jajajajajaja!!
"Rojo" se giró para encararse con el amigo de Jace mientras encendía el sable láser y Jukassa se levantó con la cara torcida en una mueca de ira.
- Vamos, Teruna, dame ese arma tuya y no seguiré cortándote, te lo juro... Jajaja...
Jace saltó sobre el torso del twi´lek y agarró los brazos de su oponente por la muñeca cuando éstos se dirigieron hacia él con intención de herirle.
- ¡No le harás daño a mi amigo! - gritó el humano que forcejeaba con Bakiv Turlam - ¡No le harás daño a nadie!
De repente la espada que Voso Teruna tenía clavada en el estómago salió del cuerpo del Jedi como por voluntad propia y voló hacia los que forcejeaban para acabar por clavarse en el pecho del twi´lek. Jace rodó por el suelo y se levantó para recoger su sable de luz de la mano de un "Rojo" agonizante que yacía en el suelo.
- ¡Te lo he dicho, idiota! ¡Yo no tengo éste arma porque lo merezca! ¡La tengo porque fue el regalo de un amigo! ¡El último regalo de alguien a quien quería! ¡Alguien a quien vi morir! - Las lágrimas comenzaron a brotar de las mejillas de Jace Jukassa mientras sostenía la cabeza de Bakiv Turlam, que tenía un espeso reguero de sangre saliéndole por la boca. "Rojo" dejó de repente de respirar y sus ojos pasaron de mirarle a él para perderse en el infinito.
El maestro Retell se aproximó levitando en su asiento-repulsor.
- ¡Llevaos a Voso a la enfermería! ¡Deprisa! Preparad luego el rito fúnebre para el cuerpo de Bakiv y dejadme un momento a solas con Jace. - Dijo el maestro de Jedi alienígena.
El resto de los aprendices de Jedi se apresuraron a cumplir estos cometidos y los que habían sido compañeros del twi´lek en el "Puño del Gigante" obedecieron a regañadientes.
- Bakiv Turlam ha consumado su destino. Que descanse en paz, finalmente. Fue una de mis muchas decepciones como maestro, de hecho nunca me había decepcionado tanto en la vida como cuando por primera vez un alumno como él vino a mí. Creían que podrían convertirse en Jedis y estaban completamente equivocados. Es la gran decepción, Jace, darse cuenta de que hay gente que no puede aprender, que no está capacitada para darse cuenta de sus propios errores y, por lo tanto, no están capacitados para rectificar.
- Un alumno como Bakiv Turlam - siguió diciendo el maestro Retell - es un peligro para él mismo, desde luego eso lo ha demostrado con creces, pero también - y lo que para mí es mucho más importante - es un peligro para los demás. Hace mucho tiempo vi cómo era Bakiv y enseguida me di cuenta de sus nulas capacidades para aprender a hacer el bien. Me recordó a otros muchos como él y también recordé los errores que yo mismo había cometido con ellos. Los perdí, Jace, dejé que se marcharan porque reconocí que no tenían ningún futuro conmigo. Se fueron de mi lado e hicieron cosas horribles... ¡abominables! Jamás me perdonaré por aquellos actos que yo pude haber evitado. Cuando reconocí la misma capacidad en Bakiv para hacer daño a los demás me juré que no volvería a ocurrir lo mismo, me aseguraría de que estuviera siempre bien cerca de mí. Observé en la Fuerza cómo su futuro cambiaba, yo lo precipité, así que no te culpes más por su muerte, Jace, yo soy el culpable, yo propicié ésta situación y créeme, hace mucho tiempo que había previsto éste día, vuestra lucha... y su conclusión.
- Pensé que sería más sencillo... matar a un oponente cuerpo a cuerpo - Dijo un sollozante Jace Jukassa - Es mucho más fácil cuando estás en el interior de una cabina de piloto y sólo tienes que apretar un botón... He derribado a muchos pilotos enemigos en sus cazas estelares pero esto... esto es... diferente...
- Tal vez ése sea el lugar que la Fuerza ha dispuesto para ti, Jace... Creo que estás preparado para el Rito del Cristal, te mereces construir tu propio sable de luz. Has luchado, has vencido y no te alegras de haberlo hecho. En éso se basa la grandeza de un guerrero, en detestar la lucha, en odiar la guerra, en evitar la confrontación, si es posible, en vez de buscarla. Tienes que salir de Tylos y buscar tu propio cristal para construir un sable láser pero yo estoy demasiado viejo, no voy a acompañarte, Jace. En lugar de ello he llamado a unos antiguos amigos tuyos a los que creías perdidos para que te ayuden en ésta misión... tu nueva misión...
- ¿Amigos míos? ¿Perdidos? ¿Cómo has...?
- No te preocupes ahora, llegarán en un par de días. Levántate y no te avergüences ante los demás de tus lágrimas, hemos perdido a uno de los nuestros ¿recuerdas? todos estamos de luto.
Ghul conseguía vivir en ese estado gracias a la Esfera de Meditación, el sarcófago-nave, otro Artefacto Sith construido por Akdar gracias a los conocimientos del holocrón. La cabeza de Ghul se encontraba en el interior del Yelmo de Graush con forma de T, del que salían un montón de cables que lo unían a la Esfera de Meditación y que lo mantenían en un sueño profundo. Del pecho abierto de Darth Ghul no manaba sangre alguna, el sarcófago-nave recibía la sangre que por naturaleza debía surgir del cuerpo del Sith y ésta retornaba al cuerpo de Ghul para mantenerlo con vida.
Era un rito impío, antinatural y muy difícil de ejecutar con éxito, pero durante los tres años que habían transcurrido, Darth Akdar no solo había ampliado enormemente sus conocimientos sobre los amuletos y artefactos del lado oscuro, había aprendido grandes secretos sobre la historia de los extintos sith y había hecho grandes avances para dominar su lenguaje. Durante esos tres años había alcanzado también el conocimiento para fabricar su propio holocrón y cosechó éxito tras éxito en lo que el fantasma de Sorzus Syn calificaba como la "Transformación", palabra con la que se refería al proceso que debía afrontar Darth Ghul para aprender a controlar y usar la Esfera de Meditación.
Por su parte, Darth Ghul estaba recibiendo otro tipo de instrucción del holocrón Sith, y esto era por lo que Akdar ya no consideraba a Ghul su aprendiz. No podía enseñarle nada, al menos no podía enseñarle nada que le sirviera a convertirse en lo que quería llegar a ser: el Lord Sith que Akdar nunca había sido.
Todo parecía indicar que Darth Ghul había aprendido a modificar los elementos a su elección, la piedra, el agua, el fuego y el aire cambiaban a su voluntad con la ayuda del Yelmo de Graush... Caían rayos del cielo cuando y donde él deseaba... Creaba terremotos o la tierra se levantaba para generar muros espontáneos que defendieran a su dueño y señor... Las nubes iban y venían atraídas o llevadas por su pensamiento, y los vientos soplaban sólo en la dirección que él había determinado y con la velocidad que a él le convenía...
Pronto podría presentar ante el Imperio el gran arma que suponía la Esfera de Meditación, tal vez incluso el Emperador le recompensara por todo su esfuerzo y trabajo. Quien sabe, ahora incluso podía crear su propio holocrón en el que volcar sus nuevos conocimientos para el futuro, conocimientos que, a la luz de un nuevo mundo gobernado por los Sith, sirvieran para devolver la valía y la grandeza de la que antaño había gozado la secta del lado oscuro. Tal vez su destino no era retomar las enseñanzas de su venerado Darth Bane, tal vez su destino era el legar a los Sith nuevas reglas que mejorasen su organización.
Pero de momento en lo que debía poner toda su atención era en colocar correctamente las venas en los orificios que le correspondían ahora al Corazón de Graush, en lugar de al auténtico corazón de Darth Ghul, que se encontraba tirado en el suelo en medio de un pequeño charquito de sangre, y que había sido desechado como el que expulsa una protuberancia molesta de un cuerpo sano.
Para la creación del Corazón de Graush, Akdar no había conseguido un rubí lo suficientemente grande, como hubiera sido en su día el primer y auténtico Artefacto usado por el difunto Dathka Graush, pero según los conocimientos de Sorzus Syn, era posible fabricarlo con otras piedras preciosas, por lo que Darth Akdar estaba sosteniendo ahora una esmeralda de grandes dimensiones con ciertos añadidos cibernéticos y electrónicos que le permitirían unirse sin problemas al cuerpo de Darth Ghul y harían posible la canalización correcta de la Fuerza entre ambos. La obtención de aquella enorme esmeralda, así como la de algún que otro componente extraño y caro que formaba parte de la Esfera de Meditación, no le habían salido en absoluto "baratos" a Akdar. Al pedir ayuda al Emperador y a su Nueva Orden, había recibido la más que molesta visita del comandante Demrho Ilare y el de todo un destacamento imperial que se suponía que debía supervisar el trabajo de Akdar y sus progresos, allí en Korriban, pero realmente no hacían más que entorpecer su trabajo, o al menos esa era la impresión que Darth Akdar tenía del oficial imperial y de sus subordinados.
Hacía tan solo unas cuatro horas desde que consiguió convencer, a duras penas, al comandante Ilare de que su presencia durante la operación-ritual no solo iba molestarle sino que, además, podría terminar de arruinar por completo el paso final y definitivo de la "Transformación". Así que, aunque se encontraba exhausto tras horas de la continua recitación sith de fórmulas mágicas, de la propia concentración que suponía el conectar correctamente el Yelmo de Graush a la Esfera de Meditación, y del cansancio tras abrir quirúrjicamente la caja torácica de Ghul, Akdar se sentía aliviado de que, por una vez, se había librado de aquella molesta, inquisitiva y constante presencia imperial, tanto que una vez acabada toda la operación, y habiendo dejado reposar el cuerpo inmóvil de Ghul en el sarcófago-nave al que estaba unido, se volvió a sentir agobiado y entristecido, pues pronto tendría que volver a sufrir las constantes quejas, preguntas y amenazas del comandante Demrho Ilare.
- ¿Y bien? - Preguntó el oficial del Imperio - ¿Ha tenido usted éxito? ¿Ya es completa la "Transformación"?
- Completa es, Ilare, no le quepa a usted la menor duda. - Comenzó a explicar Darth Akdar - Pero no sabremos si he tenido éxito hasta que Darth Ghul despierte y se levante por su propio pie o haga volar con sus poderes la Esfera de Meditación. Sé que le resulta muy difícil pero una vez más le pido un poco de paciencia, el lado oscuro actúa con rapidez, pero esto no quiere decir que actúe de forma inmediata. Es muy posible, si es cierto que he tenido éxito, que al amanecer veamos volar a la Esfera de Meditación, e incluso es posible que entonces usted y sus tropas vean una demostración de su poder. Si todo va bien se sentirá muy impresionado, créame.
- No es a mí a quien tiene que impresionar, Akdar, es a nuestro Emperador a quien debe complacer. Diría que, últimamente su Excelencia se encuentra muy preocupado por la necesidad de reemplazar un arma como la "Estrella de la Muerte". Es vital para la paz de la Galaxia que logremos volver a fabricar un arma con semejante alcance ofensivo. Los rebeldes creen que pueden vencer pero eso no es importante, lo que es verdaderamente importante es que toda la población de la Galaxia tenga la certeza de que el Imperio acabará por aplastar todo conato de rebeldía y de que terminará por instaurar la auténtica paz que el Emperador busca.
- Si, lo comprendo, Ilare. - Expuso Darth Akdar mientras recordaba el primer verso del Código Sith ("No hay paz, la paz es una mentira...") y mientras pensaba para sí mismo que se encontraba demasiado agotado y era demasiado tarde para tener que soportar semejante propaganda política - No se preocupe, váyase a descansar que yo también haré lo mismo, lo necesito más de lo que usted cree. Mañana saldremos de dudas y sabremos si la Esfera de Meditación es un arma digna de la reputación de la "Estrella de la Muerte".
Despertó sobresaltado cuando ya se encontraba bien avanzado el día, se oían estruendos, gritos y órdenes, se oían los característicos motores ululantes de los cazas TIE sobrevolando la tienda de campaña, se oían descargas láser y descargas bláster y también se podían oír... ¿rayos y truenos?
Al salir apresuradamente de la enorme tienda de campaña pudo ver lo que ocurría: el destacamento del Imperio al completo al mando del comandante Demrho Ilare se encontraba combatiendo a la Esfera de Meditación, dos pirámides estiradas de piedra arenisca que se unían por sus bases formando una nave-sarcófago de unos tres metros de alto y que ahora giraban en el aire, una en sentido contrario a la otra. La Esfera era un punto suspendido en el cielo azul y diáfano por encima del desierto de Korriban. Se encontraba delante del Destructor Estelar del comandante Ilare que levitaba con dificultad en la atmósfera del planeta mientras surgía un denso humo negro de numerosos puntos de su estructura exterior. Varios escuadrones de cazas TIE maniobraban en el aire por encima de Darth Akdar, con la intención de volver a atacar a la Esfera, y un sinnúmero de soldados de asalto imperiales se expandían por el desierto disparando o preparando pesados cañones bláster montados en enormes trípodes que apuntaban a la nave-sarcófago en la que, sin duda, se encontraba Darth Ghul.
Mientras Akdar corrió hacia uno de los grupos de soldados de asalto, con la intención de hablar con su oficial, varios de los escuadrones de caza TIE terminaron la maniobra y se aproximaron a la Esfera de Meditación de forma amenazadora disparando sus cañones láser. Primero se oyó un zumbido ronco y lejano y un segundo más tarde surgió un rayo irregular verde de la Esfera con el sonido grave de un trueno que desintegró por completo a algunos de los cazas TIE. Menos de un segundo después, y con el zumbido ronco como compás de aquella extraña batalla, dos rayos verdes irregulares salieron una vez más de la Esfera de Meditación. Uno de ellos impactó entre los cazas TIE, desintegrando a uno de los vehículos aéreos, y el otro impactó en el Destructor Estelar desintegrando uno de los puestos de cañones turboláseres que le disparaban desde la superficie de la nave comandada por Demrho Ilare.
Todos los fogonazos disparados por el contingente imperial, ya fueran de blásters o de láseres, desaparecían a escasos metros de la nave-sarcófago de Darth Ghul, que parecía cubierta por un escudo invisible esférico aparentemente impenetrable para las armas del Imperio.
De repente la Esfera de Meditación comenzó a girar de forma mucho más rápida y de ella surgieron una docena de rayos verdes irregulares que acabaron en un instante, y de forma simultánea, con cazas, puestos de artillería y soldados de asalto por igual.
Akdar retrocedió de prisa, uno de los rayos había caído a pocos metros de él, convirtiendo en polvo a toda la dotación de soldados de un cañón bláster, incluido éste último. Corrió para regresar a la tienda pero cuando llegó a ella en lugar de entrar la rodeó para alejarse lo más posible. Tal vez, ahora que Darth Ghul no tenía rival en el lado oscuro, decidiera desintegrarle a él también, y recordó que Sorzus Syn había profetizado que el propio Ghul sería quien le destruiría... Escuchó un terrible chasquido y se giró para ver lo que ocurría. El "Rostro Impertérrito", el Destructor Estelar del comandante Demrho Ilare, estaba cayendo rápidamente a la superficie del desierto de Korriban, con el puesto de mando calcinado en una columna de denso humo negro. Al chocar contra la superficie del planeta, el Destructor Estelar levantó una gigantesca ola de polvo y arena que derribó y envolvió por completo a Darth Akdar.
Pasaron unos quince o veinte minutos en los que Akdar no pudo hacer más que cubrirse la cara con sus ropas mientras luchaba por respirar, hasta que la nube de polvo y arena se fue haciendo mucho menos gruesa y le permitió levantarse. Akdar avanzó lo más rápido que pudo para salir de allí pero de repente, entre el polvo y la arena del ambiente circundante, vio surgir a la Esfera de Meditación. Estaba detenida, suspendida en el aire como en extraña y amenazadora calma, con la base de su punta tocando el seco y caliente suelo desértico a escasos seis metros de él. Se abrió y de ella surgió Darth Ghul, de quien manaba un extraño fulgor rojo. El Lord de los Sith se dirigió con paso firme hacia Akdar.
"Así que éste es el fin", pensó el chiss, "solo espero que sea igual de rápido que con los soldados imperiales".
- Te has convertido en un poderoso Lord Sith, como el holocrón había profetizado. - se atrevió a decir Akdar - Ahora ya puedes acabar conmigo, no hay poder en la Galaxia que pueda detenerte, ya no me necesitas para nada. Que sea rápido... por favor...
Darth Ghul se detuvo a un par de metros de Akdar, estiró hacia atrás su capa con ambas manos, enfundadas en gruesos guantes negros, e hincó una rodilla en el suelo al tiempo que inclinaba su cabeza (y con ella el Yelmo de Graush) para mirar la parduzca y polvorienta arena de Korriban.
- Maestro, todo te lo debo a ti.
Darth Ghul con el Yelmo y el Corazón de Graush |
Bakiv "Rojo" Turlam |
LA EXTRAÑA PRUEBA
Todos se habían congregado en el hangar. Allí estaba Veyl Korryn, la capitana del "Puño del Gigante", el enorme carguero corelliano HT-2200, junto con el resto de su tripulación: el ex-soldado klatooiniano Nilvaas Leernure, más conocido como "Vaas", uno de los mejores alumnos de Jedi del maestro Retell; el mecánico, pirata informático, espía y experto en tecnología gran llamado Toriyengu Morr, un auténtico indeseable más conocido como "Yengu"; su guardaespaldas de metal, el androide asesino IG3-L6, más conocido como "Guilles" y el ex-soldado aqualish Shardrash Kalek, que era también el mejor amigo de "Vaas" y el alumno más mediocre de Retell. Toda la tripulación del "Puño del Gigante" la componían tipos duros que poseían una malísima reputación, la reputación de ser la peor escoria de la Galaxia, pero ninguno de ellos era igual de peligroso, intimidatorio y duro como el twi´lek Bakiv "Rojo" Turlam, el peor alumno de Retell.
Allí también estaban el piloto Daniel Brightsoul y la artillera chiss Serenna Kiar, quienes junto a su androide astromecánico R5-T47 tripulaban el Ala-Y BTL-S3 llamado el "Bocazas Brillante". Ellos habían formado parte de la Alianza rebelde en su día, como el propio Jace Jukassa, pero habían desertado para convertirse en los Jedis que ahora eran...
No podía faltar a aquella cita quien se había convertido en su mejor amigo durante aquellos tres años, Voso Teruna, y la mejor de las aprendices de Retell, la tylodiana Salamkora, ella era la extraña alienígena anfibia con la que había soñado justo antes de desertar de la Alianza rebelde para intentar convertirse en Jedi. Nadie, salvo aquel reducido grupo allí reunido, sabía que en el interior de los océanos de Tylos (el planeta donde se encontraban) existía una forma de vida inteligente con su propia cultura y civilización. Jace no había visto a ningún otro tylodiano más que a Salamkora, pero si debía fiarse de su aspecto eran mucho más altos que un humano, tenían un torso humanoide pero de cintura para abajo Salamkora tenía el cuerpo similar al de una serpiente con múltiples aletas o similar al de un pez muy alargado, con el que reptaba con sorprendente agilidad y rapidez en tierra firme. Su piel estaba formada por múltiples escamas azules brillantes y poseía una voz profunda aunque suave y con un timbre aterciopelado.
También habían acudido el propio maestro Retell, un pequeño devlikk anciano cuyas plumas eran absolutamente blancas y que levitaba en la comodidad de su asiento-repulsor. Le acompañaba su fiel androide mecánico LE-7CEL, al que el maestro de Jedi solía llamar "Cecil".
Allí también estaban el piloto Daniel Brightsoul y la artillera chiss Serenna Kiar, quienes junto a su androide astromecánico R5-T47 tripulaban el Ala-Y BTL-S3 llamado el "Bocazas Brillante". Ellos habían formado parte de la Alianza rebelde en su día, como el propio Jace Jukassa, pero habían desertado para convertirse en los Jedis que ahora eran...
No podía faltar a aquella cita quien se había convertido en su mejor amigo durante aquellos tres años, Voso Teruna, y la mejor de las aprendices de Retell, la tylodiana Salamkora, ella era la extraña alienígena anfibia con la que había soñado justo antes de desertar de la Alianza rebelde para intentar convertirse en Jedi. Nadie, salvo aquel reducido grupo allí reunido, sabía que en el interior de los océanos de Tylos (el planeta donde se encontraban) existía una forma de vida inteligente con su propia cultura y civilización. Jace no había visto a ningún otro tylodiano más que a Salamkora, pero si debía fiarse de su aspecto eran mucho más altos que un humano, tenían un torso humanoide pero de cintura para abajo Salamkora tenía el cuerpo similar al de una serpiente con múltiples aletas o similar al de un pez muy alargado, con el que reptaba con sorprendente agilidad y rapidez en tierra firme. Su piel estaba formada por múltiples escamas azules brillantes y poseía una voz profunda aunque suave y con un timbre aterciopelado.
También habían acudido el propio maestro Retell, un pequeño devlikk anciano cuyas plumas eran absolutamente blancas y que levitaba en la comodidad de su asiento-repulsor. Le acompañaba su fiel androide mecánico LE-7CEL, al que el maestro de Jedi solía llamar "Cecil".
Jace estaba muy confuso, su maestro, el sabio Retell, había consentido en permitir aquella locura. Bakiv Turlam, al que sus compañeros del "Puño del Gigante" llamaban "Rojo", era el único de los aprendices de Jedi allí congregados que todavía no poseía un sable de luz y ante las continuas negativas del maestro Retell de permitirle construir uno, al twi´lek se le había agotado la paciencia y había decidido derrotar al último de los alumnos de Retell, al pobre Jace Jukassa, quien poseía el sable láser de su anterior y difunto maestro, Dúnawax Suu Quol, para arrebatárselo.
"Rojo" era un agresivo experto en el combate con armas de cuerpo a cuerpo, Jace lo había visto entrenar con hachas, cuchillos, varas, espadas y lanzas. Como a ojos de Retell no había sido nunca digno de pasar el Rito del Cristal, había recorrido media Galaxia y se había gastado una fortuna para conseguir dos espadas gemelas hechas de cortosis, un rarísimo y caro mineral capaz de soportar el calor de las armas láser y de los blásters, con lo que Bakiv Turlam era capaz de bloquear los golpes de cualquier sabe de luz con aquellas dos espadas.
- Ahora, Jace Jukassa, te derrotaré y te arrebataré ese arma. No eres digno de ella, apenas la sabes usar y yo seré invencible con esa espada láser. - Expuso el twi´lek mientras le señalaba con una de aquellas armas que blandía.
- Esto no tiene sentido, maestro. - Dijo en voz bien alta Voso Teruna - Si no vas a detener ésta locura permíteme al menos luchar junto a Jace, él solo tiene un sable de luz y Bakiv tiene dos espadas, permíteme igualar un poco las cosas.
- Yo no te puedo permitir nada, Voso. - Le contestó el anciano devlikk llamado Retell - Todo esto ha sido idea de Bakiv Turlam, es a él a quien le tendrás que preguntar, yo solo he aceptado para que se callara de una vez, para que me dejara de aburrir con sus quejas infantiles.
- Entonces ¿te atreverás a luchar contra nosotros dos juntos, "Rojo"? - Preguntó el amigo de Jace.
- Te he visto practicar con ese sable láser y sé que ninguno de los dos es rival para mí, Teruna, ayuda a tu amigo si quieres y... si puedes. Eres un estúpido, en breves instantes pasaré de no tener ningún sable de luz a tener dos.
Bakiv Turlam esperó a que Voso se acercara a Jace y saltó con un grito hacia ellos. Los humanos se apartaron hacia ambos lados al tiempo que encendían sus armas. Jace consiguió parar a duras penas un golpe de espada; un segundo más tarde "Rojo" extendió una de sus piernas y barrió con fuerza sus pies. Jace cayó al suelo y amortiguó la caída de forma instintiva con la Fuerza.
Voso aprovechó la concentración de Turlam en su amigo para contraatacar, con lo que "Rojo" se vio obligado a retroceder deteniendo estocadas con una de las espadas mientras Jace se estaba levantando lo más deprisa que pudo. Cuando observó que el twi´lek pasaba de la defensa para concentrar sus ataques en Teruna usó la Fuerza para empujar el cuerpo de Turlam, quien giró rápidamente en el aire y cayó en el suelo sobre sus pies con la agilidad de un gato.
El twi´lek se impulsó con la Fuerza para realizar un salto enorme y caer con gran fuerza sobre Jace, quien recibió varios golpes violentos en el filo de su sable de luz, el cual saltó de las manos de su propietario para rodar por el suelo apagado. Voso Teruna se aproximó con rapidez y aprovechó la furia que "Rojo" había desatado contra su amigo para atacarle por la espalda. Turlam detuvo el ataque de espaldas con el arma que empuñaba en la zurda mientras ensartaba a Teruna en el estómago con el arma que empuñaba en la derecha.
- ¡¡¡Nooooooooo!!! - Fue el grito que Jace no pudo evitar expresar.
El twi´lek soltó la espada con la que había alcanzado a Voso y éste retrocedió sorprendido mientras observaba perplejo su herida. Bakiv Turlam extendió su mano libre hacia el sable láser de Jace, que ahora yacía apagado a varios metros de distancia, en el suelo, lo atrajo con la Fuerza y cuando por fin se sintió poseedor de aquello que codiciaba miró el objeto y sonrió.
- Gracias, Jukassa, ha sido un bonito regalo por tu parte, ahora presiento que tu amigo Teruna va a regalarme algo muy parecido en breves instantes... Jajajajajaja!!
"Rojo" se giró para encararse con el amigo de Jace mientras encendía el sable láser y Jukassa se levantó con la cara torcida en una mueca de ira.
- Vamos, Teruna, dame ese arma tuya y no seguiré cortándote, te lo juro... Jajaja...
Jace saltó sobre el torso del twi´lek y agarró los brazos de su oponente por la muñeca cuando éstos se dirigieron hacia él con intención de herirle.
- ¡No le harás daño a mi amigo! - gritó el humano que forcejeaba con Bakiv Turlam - ¡No le harás daño a nadie!
De repente la espada que Voso Teruna tenía clavada en el estómago salió del cuerpo del Jedi como por voluntad propia y voló hacia los que forcejeaban para acabar por clavarse en el pecho del twi´lek. Jace rodó por el suelo y se levantó para recoger su sable de luz de la mano de un "Rojo" agonizante que yacía en el suelo.
- ¡Te lo he dicho, idiota! ¡Yo no tengo éste arma porque lo merezca! ¡La tengo porque fue el regalo de un amigo! ¡El último regalo de alguien a quien quería! ¡Alguien a quien vi morir! - Las lágrimas comenzaron a brotar de las mejillas de Jace Jukassa mientras sostenía la cabeza de Bakiv Turlam, que tenía un espeso reguero de sangre saliéndole por la boca. "Rojo" dejó de repente de respirar y sus ojos pasaron de mirarle a él para perderse en el infinito.
El maestro Retell se aproximó levitando en su asiento-repulsor.
- ¡Llevaos a Voso a la enfermería! ¡Deprisa! Preparad luego el rito fúnebre para el cuerpo de Bakiv y dejadme un momento a solas con Jace. - Dijo el maestro de Jedi alienígena.
El resto de los aprendices de Jedi se apresuraron a cumplir estos cometidos y los que habían sido compañeros del twi´lek en el "Puño del Gigante" obedecieron a regañadientes.
- Bakiv Turlam ha consumado su destino. Que descanse en paz, finalmente. Fue una de mis muchas decepciones como maestro, de hecho nunca me había decepcionado tanto en la vida como cuando por primera vez un alumno como él vino a mí. Creían que podrían convertirse en Jedis y estaban completamente equivocados. Es la gran decepción, Jace, darse cuenta de que hay gente que no puede aprender, que no está capacitada para darse cuenta de sus propios errores y, por lo tanto, no están capacitados para rectificar.
- Un alumno como Bakiv Turlam - siguió diciendo el maestro Retell - es un peligro para él mismo, desde luego eso lo ha demostrado con creces, pero también - y lo que para mí es mucho más importante - es un peligro para los demás. Hace mucho tiempo vi cómo era Bakiv y enseguida me di cuenta de sus nulas capacidades para aprender a hacer el bien. Me recordó a otros muchos como él y también recordé los errores que yo mismo había cometido con ellos. Los perdí, Jace, dejé que se marcharan porque reconocí que no tenían ningún futuro conmigo. Se fueron de mi lado e hicieron cosas horribles... ¡abominables! Jamás me perdonaré por aquellos actos que yo pude haber evitado. Cuando reconocí la misma capacidad en Bakiv para hacer daño a los demás me juré que no volvería a ocurrir lo mismo, me aseguraría de que estuviera siempre bien cerca de mí. Observé en la Fuerza cómo su futuro cambiaba, yo lo precipité, así que no te culpes más por su muerte, Jace, yo soy el culpable, yo propicié ésta situación y créeme, hace mucho tiempo que había previsto éste día, vuestra lucha... y su conclusión.
- Pensé que sería más sencillo... matar a un oponente cuerpo a cuerpo - Dijo un sollozante Jace Jukassa - Es mucho más fácil cuando estás en el interior de una cabina de piloto y sólo tienes que apretar un botón... He derribado a muchos pilotos enemigos en sus cazas estelares pero esto... esto es... diferente...
- Tal vez ése sea el lugar que la Fuerza ha dispuesto para ti, Jace... Creo que estás preparado para el Rito del Cristal, te mereces construir tu propio sable de luz. Has luchado, has vencido y no te alegras de haberlo hecho. En éso se basa la grandeza de un guerrero, en detestar la lucha, en odiar la guerra, en evitar la confrontación, si es posible, en vez de buscarla. Tienes que salir de Tylos y buscar tu propio cristal para construir un sable láser pero yo estoy demasiado viejo, no voy a acompañarte, Jace. En lugar de ello he llamado a unos antiguos amigos tuyos a los que creías perdidos para que te ayuden en ésta misión... tu nueva misión...
- ¿Amigos míos? ¿Perdidos? ¿Cómo has...?
- No te preocupes ahora, llegarán en un par de días. Levántate y no te avergüences ante los demás de tus lágrimas, hemos perdido a uno de los nuestros ¿recuerdas? todos estamos de luto.
Voso Teruna |
Jace Jukassa |
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