"El arte es la mentira que nos permite comprender la realidad", Pablo Picasso.
Medusa de Jean Delville |
La mujer, entre tanto, de su boca de fresa
retorciéndose como una sierpe entre brasas
y amasando sus senos sobre el duro corsé,
decía estas palabras impregnadas de almizcle:
"son húmedos mis labios y la ciencia conozco
de perder en el fondo de un lecho la conciencia,
seco todas las lágrimas en mis senos triunfales.
Y hago reír a los viejos con infantiles risas.
Para quien me contempla desvelada y desnuda
reemplazo al sol, la luna, al cielo y las estrellas.
Yo soy, mi caro sabio, tan docta en los deleites,
cuando sofoco a un hombre en mis brazos temidos
o cuando a los mordiscos abandono mi busto,
tímida y libertina y frágil y robusta,
que en esos cobertores que de emoción se rinden,
impotentes los ángeles se perdieran por mí."
Cuando hubo succionado de mis huesos la médula
y muy lánguidamente me volvía hacia ella
a fin de devolverle un beso, sólo vi
rebosante de pus, un odre pegajoso.
Yo cerré los dos ojos con helado terror
y cuando quise abrirlos a aquella claridad,
a mi lado, en lugar del fuerte maniquí
que parecía haber hecho provisión de mi sangre,
en confusión chocaban pedazos de esqueleto
de los cuales se alzaban chirridos de veleta
o de cartel, al cabo de un vástago de hierro,
que balancea el viento en las noches de invierno.
"La metamorfosis del vampiro" de "Las Flores del Mal" de Charles Baudelaire
El pecado de Franz von Stuck |
En mi anterior artículo Surrealismo/Simbolismo (se parecen pero no son lo mismo) no profundicé todo lo que hubiera querido sobre el simbolismo dado que solo pretendía resaltar las diferencias de éste movimiento artístico con respecto al surrealismo, al encontrarme obras de un artista simbolista en una importante exposición que se suponía que versaba sobre surrealismo.
La muerte del enterrador de Carlos Schwabe |
Me gusta éste movimiento artístico por las correspondencias que existen entre su vertiente pictórica y su vertiente literaria, me gusta por la estética que plasma y porque entre todos los movimientos artísticos de la historia de la humanidad es, a mi modo de ver, un arte eminentemente masculino en un sentido contemporáneo, elitista, culto, refinado pero también en un sentido masculinamente autodestructivo, decadentista (que no decadente) y absolutamente propio de dandis.
Tiene también paralelismos con los tiempos que vivimos puesto que la Europa de finales del siglo XIX entró en una crisis que afectó a los valores del determinismo (que postula que todo está determinado de antemano por causas y consecuencias y no podemos hacer nada para cambiarlo) y del positivismo (sólo se puede entender el mundo de forma científica y cerrada por unas reglas científicas) además de que entraron en crisis los valores artísticos del naturalismo (los de representar la naturaleza de una manera fiel) y del academicismo (que sólo valoraba el arte naturalista).
Ante la literatura naturalista surgió como rechazo la literatura decadentista, Charles Baudelaire fue el precursor con sus poemas magníficamente delirantes de "Las Flores del Mal" en 1857, obra polémica que fue prohibida y multada. Luego hubo que esperar mucho para que naciera, en 1884, "A Contrapelo" novela de Joris-Karl Huysmans, que viene a ser la obra decadentista por excelencia y que narra la vida del excéntrico duque Des Esseintes quien, decepcionado por la sociedad del momento, decide recluirse en una mansión para "sustituir la realidad por el sueño de la realidad". Como última obra capital de la literatura decadentista citaré "El Retrato de Dorian Gray" cuya primera versión apareció en 1890, posteriormente mejorada por su propio autor, Oscar Wilde.
El ídolo de la perversidad de Jean Delville |
Ante la literatura naturalista surgió como rechazo la literatura decadentista, Charles Baudelaire fue el precursor con sus poemas magníficamente delirantes de "Las Flores del Mal" en 1857, obra polémica que fue prohibida y multada. Luego hubo que esperar mucho para que naciera, en 1884, "A Contrapelo" novela de Joris-Karl Huysmans, que viene a ser la obra decadentista por excelencia y que narra la vida del excéntrico duque Des Esseintes quien, decepcionado por la sociedad del momento, decide recluirse en una mansión para "sustituir la realidad por el sueño de la realidad". Como última obra capital de la literatura decadentista citaré "El Retrato de Dorian Gray" cuya primera versión apareció en 1890, posteriormente mejorada por su propio autor, Oscar Wilde.
¿Qué existe en común entre todas éstas obras literarias? La visión eminentemente masculina y dandi de la vida, una visión de la vida como algo decepcionante y muy pero que muy mejorable... ¿Cómo se puede mejorar la vida y la realidad cuando todo resulta decepcionante? Solo hay una cosa que pueda mejorar la vida, la realidad y la naturaleza: el arte. ¿Quién va a negar que éste movimiento artístico representa la quintaesencia del gusto del hombre historiador del arte?
Y en ésta visión masculina, dandi y elitista de la vida ¿qué hueco ocupa la mujer? La mujer es una obsesión para los simbolistas y para los decadentistas, ya sea para señalarla como oscuro objeto de deseo, como mujer fatal que lleva a los hombres a la perdición a costa incluso de su propia suerte, ya sea para adorarla como la mujer salvífica, la antítesis de la mujer fatal y que salva a los hombres por medio del amor, del arte, por medio de su acercamiento a Dios a través de la religión o del conocimiento esotérico y ocultista.
Pero la visión de la mujer fatal predomina con mucho por encima de la visión de la mujer salvífica. Es ésta una visión de una mujer libre, independiente, contemporánea, pero vista desde una lente conservadora y tradicionalista de la sociedad. La mujer fatal es aquella que controla al hombre y no a la inversa debido a su sexualidad y erotismo, es la visión de Medusa, la más peligrosa de las Gorgonas de la antigua Grecia, cuyos cabellos son serpientes como alegoría a sus malvados pensamientos, serpientes tan llenas de veneno que éste rezuma incontenible en los cuencos que Medusa sostiene como en la obra de Jean Delville. Las adormideras y amapolas que aparecen con frecuencia en éstas imágenes de Medusa hacen referencia al poder embriagador e hipnótico de la mujer fatal, poder cuyos efectos se asemejarían a los efectos incapacitantes del opio en el organismo masculino.
La mujer fatal simbolista se ve personificada con mayor frecuencia en el mito bíblico de Salomé. Inspirado por éste tema Oscar Wilde escribió una ópera estrenada en París en 1896 que fue prohibida en el Reino Unido y que trata sobre la atracción que Salomé, hijastra de Herodes, siente por San Juan Bautista. Al ser rechazada por éste se enfurece y aprovecha la atracción que su padrastro siente por ella para conseguir que le corten la cabeza. La obra termina con el beso que Salomé le da a la cabeza muerta de Juan el Bautista. El libreto de la ópera fue ilustrado magníficamente por Aubrey Beardsley.
Fue éste un tema obsesivo para el gran artista Gustave Moreau, quien añade a las escenas un ambiente orientalista, exótico, lleno de opulencia, riqueza, donde Salomé se ve morbosamente atormentada por visiones como fruto de su crimen.
Hay un caso en el que se da una extraña fusión entre la mujer fatal y la mujer salvífica: la leyenda de Tristán e Isolda. Debido a malos entendidos la princesa Isolda, enamorada del caballero Tristán, acaba dándole a su amado veneno en lugar de la poción de amor que tenía preparada para él y al descubrir su error Isolda se suicida junto al cuerpo de Tristán. Jean Delville trató éste tema en ésta bella ilustración.
Como he dicho la mujer fue una obsesión para los dandis, los decadentistas y los simbolistas, sin importar su orientación sexual pues, como ya apunté, la mujer fatal es el reflejo de los cambios sociales que permitieron la independencia de la mujer y la progresiva igualdad entre los sexos. Fue ésta independencia femenina y ésta igualdad la que espoleó a los dandis y los decadentistas a cultivar su ambigüedad sexual como un acto de rebeldía contra la naturaleza, contra la sociedad y, sobretodo, contra la mujer que, ávida de alcanzar la justa equiparación en todos los ámbitos de la vida con el hombre, decide de forma libre e independiente sobre su vida.
Los dandis, los decadentistas y los simbolistas como rebeldes ante todo (y también ante la igualdad entre los sexos) criticaron la actitud femenina que, al mismo tiempo que pretendía obtener la justa igualdad, en el juego de la seducción pretendía ser atendida, seducida y conquistada. Los dandis, los decadentistas, los simbolistas del fin del siglo XIX se dijeron: "si quieren la igualdad ¿porqué no puedo ser yo el atendido, el seducido y el conquistado en el juego de la seducción?"
Más allá de la legítima igualdad entre los sexos, de la que soy un ferviente defensor, creo que los decadentistas nos advirtieron de que siempre habrá cosas que no cambiarán entre mujeres y hombres. Supongo que es por eso que no entiendo que un gobierno que ha traspasado múltiples líneas rojas de su programa electoral pretenda ahora cumplir la fascista y antidemocrática ley del aborto del ministro de ¿Justicia? Gallardón.
¿Quién es él, quién es nadie para decirle a una mujer lo que hacer o no hacer con su cuerpo, con su vida? ¿No es más lógico preservar la seguridad y la vida de la mujer ya nacida que la de un futuro ser humano que aún no es más que una mísera célula de esa mujer? ¿Qué va a ocurrir con las mujeres que no poseen medios para subsistir? ¿Es mejor que mueran o arriesguen sus vidas en abortos clandestinos? ¿Qué futuro les espera a esas míseras células que en el futuro serán seres humanos discapacitados, huérfanos, abandonados?
Quieren volver a la idea católica y franquista del sexo como algo pecaminoso y avergonzable. Que se entere el señor Gallardón porque creo que nadie se lo explicó en su día: los humanos tenemos cositas entre las piernas y es natural que los hombres y las mujeres decidamos disfrutar de ellas juntos. No es pecado, no es sucio, no es malo, todo lo contrario, es natural y la naturaleza nos impulsa a hacer sexo, no para destruir nuestra vida sino para hacerla más interesante.
La muerte de Carlos Schwabe |
Y en ésta visión masculina, dandi y elitista de la vida ¿qué hueco ocupa la mujer? La mujer es una obsesión para los simbolistas y para los decadentistas, ya sea para señalarla como oscuro objeto de deseo, como mujer fatal que lleva a los hombres a la perdición a costa incluso de su propia suerte, ya sea para adorarla como la mujer salvífica, la antítesis de la mujer fatal y que salva a los hombres por medio del amor, del arte, por medio de su acercamiento a Dios a través de la religión o del conocimiento esotérico y ocultista.
Ángel de esplendor de Jean Delville |
Mysteriosa de Jean Delville |
Pero la visión de la mujer fatal predomina con mucho por encima de la visión de la mujer salvífica. Es ésta una visión de una mujer libre, independiente, contemporánea, pero vista desde una lente conservadora y tradicionalista de la sociedad. La mujer fatal es aquella que controla al hombre y no a la inversa debido a su sexualidad y erotismo, es la visión de Medusa, la más peligrosa de las Gorgonas de la antigua Grecia, cuyos cabellos son serpientes como alegoría a sus malvados pensamientos, serpientes tan llenas de veneno que éste rezuma incontenible en los cuencos que Medusa sostiene como en la obra de Jean Delville. Las adormideras y amapolas que aparecen con frecuencia en éstas imágenes de Medusa hacen referencia al poder embriagador e hipnótico de la mujer fatal, poder cuyos efectos se asemejarían a los efectos incapacitantes del opio en el organismo masculino.
Ilustración de Carlos Schwabe para el poema "Destrucción" de Charles Baudelaire. |
La mujer fatal simbolista se ve personificada con mayor frecuencia en el mito bíblico de Salomé. Inspirado por éste tema Oscar Wilde escribió una ópera estrenada en París en 1896 que fue prohibida en el Reino Unido y que trata sobre la atracción que Salomé, hijastra de Herodes, siente por San Juan Bautista. Al ser rechazada por éste se enfurece y aprovecha la atracción que su padrastro siente por ella para conseguir que le corten la cabeza. La obra termina con el beso que Salomé le da a la cabeza muerta de Juan el Bautista. El libreto de la ópera fue ilustrado magníficamente por Aubrey Beardsley.
Ilustración de Aubrey Beardsley para la ópera Salomé de Oscar Wilde |
Ilustración de Aubrey Beardsley para la ópera Salomé de Oscar Wide |
Fue éste un tema obsesivo para el gran artista Gustave Moreau, quien añade a las escenas un ambiente orientalista, exótico, lleno de opulencia, riqueza, donde Salomé se ve morbosamente atormentada por visiones como fruto de su crimen.
Salomé bailando ante Herodes de Gustave Moreau |
La aparición de Gustave Moreau |
Hay un caso en el que se da una extraña fusión entre la mujer fatal y la mujer salvífica: la leyenda de Tristán e Isolda. Debido a malos entendidos la princesa Isolda, enamorada del caballero Tristán, acaba dándole a su amado veneno en lugar de la poción de amor que tenía preparada para él y al descubrir su error Isolda se suicida junto al cuerpo de Tristán. Jean Delville trató éste tema en ésta bella ilustración.
Tristán e Isolda de Jean Delville |
Como he dicho la mujer fue una obsesión para los dandis, los decadentistas y los simbolistas, sin importar su orientación sexual pues, como ya apunté, la mujer fatal es el reflejo de los cambios sociales que permitieron la independencia de la mujer y la progresiva igualdad entre los sexos. Fue ésta independencia femenina y ésta igualdad la que espoleó a los dandis y los decadentistas a cultivar su ambigüedad sexual como un acto de rebeldía contra la naturaleza, contra la sociedad y, sobretodo, contra la mujer que, ávida de alcanzar la justa equiparación en todos los ámbitos de la vida con el hombre, decide de forma libre e independiente sobre su vida.
Los dandis, los decadentistas y los simbolistas como rebeldes ante todo (y también ante la igualdad entre los sexos) criticaron la actitud femenina que, al mismo tiempo que pretendía obtener la justa igualdad, en el juego de la seducción pretendía ser atendida, seducida y conquistada. Los dandis, los decadentistas, los simbolistas del fin del siglo XIX se dijeron: "si quieren la igualdad ¿porqué no puedo ser yo el atendido, el seducido y el conquistado en el juego de la seducción?"
Polifemo y Galatea de Gustave Moreau |
Más allá de la legítima igualdad entre los sexos, de la que soy un ferviente defensor, creo que los decadentistas nos advirtieron de que siempre habrá cosas que no cambiarán entre mujeres y hombres. Supongo que es por eso que no entiendo que un gobierno que ha traspasado múltiples líneas rojas de su programa electoral pretenda ahora cumplir la fascista y antidemocrática ley del aborto del ministro de ¿Justicia? Gallardón.
¿Quién es él, quién es nadie para decirle a una mujer lo que hacer o no hacer con su cuerpo, con su vida? ¿No es más lógico preservar la seguridad y la vida de la mujer ya nacida que la de un futuro ser humano que aún no es más que una mísera célula de esa mujer? ¿Qué va a ocurrir con las mujeres que no poseen medios para subsistir? ¿Es mejor que mueran o arriesguen sus vidas en abortos clandestinos? ¿Qué futuro les espera a esas míseras células que en el futuro serán seres humanos discapacitados, huérfanos, abandonados?
Quieren volver a la idea católica y franquista del sexo como algo pecaminoso y avergonzable. Que se entere el señor Gallardón porque creo que nadie se lo explicó en su día: los humanos tenemos cositas entre las piernas y es natural que los hombres y las mujeres decidamos disfrutar de ellas juntos. No es pecado, no es sucio, no es malo, todo lo contrario, es natural y la naturaleza nos impulsa a hacer sexo, no para destruir nuestra vida sino para hacerla más interesante.
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