"... pero la realidad es que las mujeres sienten igual que los hombres, que necesitan ejercitar sus facultades y desarrollar sus esfuerzos con sus hermanos masculinos..."
Charlotte Brontë, Jane Eyre (1847), capítulo XII.
Gracias a mi actual pareja he conocido, y podido admirar, la belleza de una gran película llamada "Jane Eyre", basada en la novela del mismo nombre escrita por Charlotte Brontë y dirigida en 2011 por Cary Joji Fukunaga.
Tras haber intentado leer, infructuosamente, la novela en la que se inspira y haberme sentido un poco decepcionado por la misma, he decidido escribir éste artículo prescindiendo de su lectura total y hablar de la película que Cary Joji Fukunaga, junto a su equipo de trabajo y demás colaboradores profesionales, realizó.
Antes de haber visto la película "Jane Eyre", lo único que era consciente de conocer sobre su director era la realización que llevó a cabo sobre la interesante (y fascinante) serie televisiva "True Detective" (2014). En la primera temporada de True Detective (la única que he visto) el espectador se ve inmerso en un ambiente espeso, enigmático, ensoñador, perturbador, oscuro, pero al mismo tiempo poderosamente atractivo, cargado de referencias literarias que beben directamente de El Rey de Amarillo, obra escrita por Robert W. Chambers en 1895, y de las que comparten su estilo como Un habitante de Carcosa (1888) de Ambrose Bierce o toda la saga denominada del "Horror Cósmico" de Howard Philips Lovecraft, a la que soy un gran aficionado.
Pero lo bueno de la primera temporada de ésta serie no es sólo la historia y su ambiente, sino también los personajes y sus interpretaciones, personajes que luchan por moverse en ésta espesura narrativa utilizando sus fuertes personalidades como armas con las que abrirse paso hacia la verdad de los desconcertantes crímenes que deben investigar.
Pero lo bueno de la primera temporada de ésta serie no es sólo la historia y su ambiente, sino también los personajes y sus interpretaciones, personajes que luchan por moverse en ésta espesura narrativa utilizando sus fuertes personalidades como armas con las que abrirse paso hacia la verdad de los desconcertantes crímenes que deben investigar.
En "True Detective", Fukunaga hace un trabajo impecable y demuestra su maestría realizando un gran trabajo en la adaptación, para el mundo audiovisual, de la interesante historia creada por Nic Pizzolatto, de la que he decir que, a pesar de su brillante presentación y desarrollo tiene una conclusión no sólo confusa sino además totalmente insatisfactoria. Pero de todos éstos errores no tiene ninguna culpa su director, sino su guionista, Pizzolatto, y mucho me temo que también su productor y protagonista, el propio Matthew McConaughey.
Charlotte Brontë me "sonaba", antes de llegar a Jane Eyre, de haber sido la coescritora (junto a su hermana) de Cumbres Borrascosas (1847). Es decir, desde mi mayor ignorancia hacia la autora, la asociaba a lo peor de las historias melodramáticas románticas, llenas de clichés y llenas también de cosas totalmente accesorias a una auténtica historia digna de ser contada. Cual ha sido mi sorpresa al descubrir que también fue autora de Jane Eyre, en cuyas páginas dejó una visión propia sobre su condición, una visión llena de dignidad, sensibilidad y humanidad, una auténtica historia digna de ser contada.
Pero ésta historia literaria tiene aspectos propios de la época en la que está escrita, lo que la acerca a la literatura del romanticismo, lo que la aleja de la literatura contemporánea y lo que, también, hace que a mi mente le cueste mucho leerla con suficiente regularidad, interés y atención. Por esto prefiero quedarme con la adaptación cinematográfica que Fukunaga hizo sobre la novela ya que, en mi humilde opinión, se queda con lo esencial que hace buena a la historia que ideó Brontë y la "limpia" de episodios totalmente accesorios o demasiado insignificantes como para tener importancia en la historia.
Para empezar a criticar la película en su comparación con el libro, empieza mucho mejor, vemos como una mujer (interpretada por una genial e inmensa Mia Wasikowska) huye de una mansión y vaga desconsolada en medio de la campiña inglesa llena de una espesa niebla... Atravesando el hermoso paisaje cae la noche y llega muerta de frío, famélica y sin energías, a una casa humilde en donde la acogen y la ayudan a entrar en calor. Ésta misteriosa mujer resulta ser Jane Eyre, quien desea olvidar su pasado y no tener que responder a las preguntas de sus anfitriones, el pastor John Rivers y sus hermanas, quienes sienten una tremenda y muy normal curiosidad hacia ella.
El resto de la película es un flashback desarrollado hasta su tramo final, en el que Jane recuerda su vida y, concretamente, los hechos y circunstancias que la hicieron huir de Thornfield Hall, donde había sido contratada como institutriz por el rico y apuesto Edward Rochester (interpretado por un gran Michael Fassbender).
Más allá de ésta sinopsis podemos ser testigos de la fortaleza, valía y anhelos de una mujer humilde, aunque educada, en la Inglaterra de mediados del siglo XIX. La película, mucho mejor que la novela, nos hace partícipes de los dolores, sufrimientos, dudas, conquistas y satisfacciones de Jane hasta su desenlace (que no estropearé). Es más que evidente que el gran motor de la historia tiene un carácter autobiográfico, y me refiero a los propios anhelos (que no vivencias) de Charlotte Brontë, quien en una carta le decía a una amiga "Yo estoy segura de que nunca he alcanzado la verdadera contricción"... Pues bien... Jane Eyre es la contricción y contención puras y personificadas y muy bien reflejadas en la piel de Mia Wasikowska.
Brontë había recibido una dura y estricta educación metodista, en la que el ser humano nace manchado por el pecado y solo una vida de privaciones y contricción pueden salvar el alma a los ojos de Dios. Es más que comprensible que un director de ascendencia japonesa se sintiera atraído por ésta historia, en la que la contricción y contención son fundamentales (al igual que para comprender la sociedad japonesa) para comprender la mente y la figura de Charlotte Brontë y la de su alter ego Jane Eyre.
La gran dirección de Fukunaga consigue convertir el paisaje y la arquitectura (vistos como distintos aunque complementarios) en unos personajes más de la narración y el espacio que rodea a los personajes de carne y hueso comparte su protagonismo con planos largos o generales de lo más acertados y necesarios para el desarrollo de la historia.
La iluminación natural con la que está rodada la película no hicieron el trabajo de Fukunaga fácil pero fue éste un reto que resolvió con maestría y le otorgan a la misma un acabado formal que dota a la narración de verosimilitud y "realismo", un realismo en lucha con el tratamiento ominoso de la niebla y cierto carácter enigmático de la propia Eyre o, en éste caso, de Wasikowska.
Podríamos decir que la película se articula visualmente en un hermoso y fantástico diálogo, más que una confrontación, entre "lo natural" y "lo arquitectónico", entre "lo enigmático" y "lo real", entre Jane Eyre y Edward Rochester, entre "lo femenino" y "lo masculino"... Visto, claro está, desde el punto de vista femenino... pero un punto de vista totalmente comprensible, agradable (en ocasiones, no todas) y conmovedor para cualquiera.
Me despido ya volviendo a agradecer a mi pareja que me haya permitido conocer y disfrutar de ésta película... un auténtico lujazo de buen cine.
Pero ésta historia literaria tiene aspectos propios de la época en la que está escrita, lo que la acerca a la literatura del romanticismo, lo que la aleja de la literatura contemporánea y lo que, también, hace que a mi mente le cueste mucho leerla con suficiente regularidad, interés y atención. Por esto prefiero quedarme con la adaptación cinematográfica que Fukunaga hizo sobre la novela ya que, en mi humilde opinión, se queda con lo esencial que hace buena a la historia que ideó Brontë y la "limpia" de episodios totalmente accesorios o demasiado insignificantes como para tener importancia en la historia.
Para empezar a criticar la película en su comparación con el libro, empieza mucho mejor, vemos como una mujer (interpretada por una genial e inmensa Mia Wasikowska) huye de una mansión y vaga desconsolada en medio de la campiña inglesa llena de una espesa niebla... Atravesando el hermoso paisaje cae la noche y llega muerta de frío, famélica y sin energías, a una casa humilde en donde la acogen y la ayudan a entrar en calor. Ésta misteriosa mujer resulta ser Jane Eyre, quien desea olvidar su pasado y no tener que responder a las preguntas de sus anfitriones, el pastor John Rivers y sus hermanas, quienes sienten una tremenda y muy normal curiosidad hacia ella.
El resto de la película es un flashback desarrollado hasta su tramo final, en el que Jane recuerda su vida y, concretamente, los hechos y circunstancias que la hicieron huir de Thornfield Hall, donde había sido contratada como institutriz por el rico y apuesto Edward Rochester (interpretado por un gran Michael Fassbender).
Más allá de ésta sinopsis podemos ser testigos de la fortaleza, valía y anhelos de una mujer humilde, aunque educada, en la Inglaterra de mediados del siglo XIX. La película, mucho mejor que la novela, nos hace partícipes de los dolores, sufrimientos, dudas, conquistas y satisfacciones de Jane hasta su desenlace (que no estropearé). Es más que evidente que el gran motor de la historia tiene un carácter autobiográfico, y me refiero a los propios anhelos (que no vivencias) de Charlotte Brontë, quien en una carta le decía a una amiga "Yo estoy segura de que nunca he alcanzado la verdadera contricción"... Pues bien... Jane Eyre es la contricción y contención puras y personificadas y muy bien reflejadas en la piel de Mia Wasikowska.
Brontë había recibido una dura y estricta educación metodista, en la que el ser humano nace manchado por el pecado y solo una vida de privaciones y contricción pueden salvar el alma a los ojos de Dios. Es más que comprensible que un director de ascendencia japonesa se sintiera atraído por ésta historia, en la que la contricción y contención son fundamentales (al igual que para comprender la sociedad japonesa) para comprender la mente y la figura de Charlotte Brontë y la de su alter ego Jane Eyre.
La gran dirección de Fukunaga consigue convertir el paisaje y la arquitectura (vistos como distintos aunque complementarios) en unos personajes más de la narración y el espacio que rodea a los personajes de carne y hueso comparte su protagonismo con planos largos o generales de lo más acertados y necesarios para el desarrollo de la historia.
La iluminación natural con la que está rodada la película no hicieron el trabajo de Fukunaga fácil pero fue éste un reto que resolvió con maestría y le otorgan a la misma un acabado formal que dota a la narración de verosimilitud y "realismo", un realismo en lucha con el tratamiento ominoso de la niebla y cierto carácter enigmático de la propia Eyre o, en éste caso, de Wasikowska.
Podríamos decir que la película se articula visualmente en un hermoso y fantástico diálogo, más que una confrontación, entre "lo natural" y "lo arquitectónico", entre "lo enigmático" y "lo real", entre Jane Eyre y Edward Rochester, entre "lo femenino" y "lo masculino"... Visto, claro está, desde el punto de vista femenino... pero un punto de vista totalmente comprensible, agradable (en ocasiones, no todas) y conmovedor para cualquiera.
Me despido ya volviendo a agradecer a mi pareja que me haya permitido conocer y disfrutar de ésta película... un auténtico lujazo de buen cine.
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